En un ambiente de menos crispación que el de hace un mes, ayer GEA-ISA anunció los resultados de su última encuesta nacional en hogares. El resultado es que si se considera el universo de los entrevistados, 35% se manifestaron a favor de Calderón, 22% de Madrazo, 27% de López Obrador, y 2% de otros, con 14% de la ciudadanía todavía indefinida.

La intención definida de voto, esto es excluyendo a ese 14%, arroja una ventaja de 10 puntos para Felipe Calderón (41%) respecto de AMLO (31%), y deja a Madrazo en tercer lugar con 25%. Por último, si se consideran los denominados "votantes probables" (con credencial de elector, intención de votar por un candidato específico y que aseguraron que acudirían a las urnas), Felipe Calderón obtiene 43%, AMLO 31%, Madrazo 25% y otros 2%. Considerando que el miércoles Consulta Mitofsky le dio una ventaja de un punto a Calderón sobre AMLO, que el martes Demotecnia le dio uno de tres puntos, que la última semana de abril Reforma le atribuyó uno de tres puntos, el polémico resultado que GEA anunció el 31 de marzo con Calderón a la cabeza con dos puntos para votantes definidos, hoy quedó plenamente validado, se trata de cosa juzgada y de un asunto que quedó atrás.

Ahora lo relevante se dará en dos vertientes: una se refiere a analizar con mayor detalle qué cambios en la opinión ciudadana sobre los candidatos subyacen las nuevas preferencias electorales. Por otro lado, cobrará gran importancia anticipar o, cuando menos, captar oportunamente los ajustes a las estrategias de los candidatos. Ahora el primer blanco ya no será AMLO, ni el segundo el priísmo. La prioridad será contener y afectar al puntero, esto es, a Felipe Calderón y fortalecer las preferencias por los presidenciables a partir de las campañas de los candidatos de sus partidos a otros puestos de elección popular.

En cuanto a las percepciones acerca de las características de los candidatos, el cambio ha sido radical. En febrero las encuestas dibujaban una verdadera "AMLO-manía", pues en todos los atributos analizados salía mucho mejor calificado que sus rivales.

Sin embargo, esto se transformó para abril, pues entonces Felipe Calderón resultó favorecido en todos los atributos investigados. En experiencia de gobierno AMLO cayó de 38 a 31%, mientras que Calderón aumentó de 23 a 35%; en preocupación por el bienestar popular, AMLO descendió de 42 a 36%, mientras que Calderón aumentó de 23 a 35%; en capacidad para resolver problemas AMLO obtuvo 37% en febrero y sólo 28% en abril, mientras que Calderón aumentó de 26 a 39%; en respeto a la legalidad y el orden, AMLO cayó de 38 a 27%, mientras que Calderón aumentó de 26 a 41%. En promoción de valores morales, AMLO disminuyó de 38 a 29%, y Calderón creció de 26 a 41%; en honradez como gobernante, López Obrador cayó de 38 a 30%, mientras que Calderón aumentó de 25 a 37%. Por último, en cuanto a la sinceridad en sus declaraciones, AMLO pasó de 38 a 30%, mientras que Calderón aumentó de 26 a 40%. ¡Vaya cambio!

Las percepciones también cambiaron sustancialmente en cuanto a las capacidades y competencia de los candidatos en diversos ámbitos de las políticas públicas. Las contundentes preferencias a favor de Andrés Manuel López Obrador en febrero se colapsaron para abril. De nuevo, mientras que la ciudadanía calificaba mejor a AMLO para los seis aspectos considerados, esta situación se revirtió en abril, cuando Felipe Calderón salió mejor calificado en esos mismos seis ámbitos.

Por ejemplo, en términos de la efectividad para combatir la pobreza, AMLO bajó de 42 a 32%, mientras que Calderón aumentó de 25 a 38%; en mejorar la economía, la disminución fue de 38 a 30% y el repunte de 25 a 40%; en combate a la corrupción, una de las propuestas centrales de campaña de AMLO, su caída fue de 36 a 28%, mientras que Calderón aumentó de 25 a 37%. En educación, el candidato perredista bajó de 39 a 29%, mientras que el albiazul aumentó de 25 a 40%. En lo que toca a combate al narcotráfico, la percepción positiva sobre AMLO disminuyó de 35 a 28%, mientras que aquélla sobre Calderón mejoró de 24 a 36%; por último, en materia de seguridad pública, la caída de AMLO fue de 38 a 31%, y el repunte de Calderón de 24 a 36%.

En conjunto, esta evolución de la calificación de atributos de los candidatos y de las percepciones sobre su efectividad para resolver los problemas nacionales, puede resultar definitivo para concretar los resultados el 2 de julio.

Lo extendido y la magnitud de esos cambios de opinión indican que la percepción pública sobre los candidatos se transformó de raíz durante marzo y abril, el periodo de los errores declarativos de López Obrador, de las campañas mediáticas negativas del PRI y del PAN, y del costoso error de no haber participado en el primer debate presidencial. Para la opinión pública, éstos y otros factores calaron hondo.

Considerando lo anterior, la otra gran cuestión es qué estrategia seguirán los candidatos que van a la zaga para remontar su desventaja. Esta interrogante es de particular relevancia en el caso de AMLO, pues pueden adivinarse dos opciones principales. La primera consistiría en radicalizar el discurso izquierda-derecha, recuperando algunas de las líneas discursivas que utilizaba cuando era jefe de Gobierno, como señalar las diferencias entre ricos y pobres, entre buenos y malos, etcétera.

La segunda consistiría en acentuar su argumento de que es víctima de un complot incesante en todos los aspectos de su campaña política, para presentarse como mártir y concitar la simpatía de un segmento de la ciudadanía, como lo hizo cuando el desafuero. Ambas estrategias profundizarían la polarización social y probablemente no revertirían el deterioro de las preferencias electorales por él.

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Economista