El resultado pujante de Grillo y Berlusconi en las recientes elecciones tiene detrás la negligencia de la izquierda italiana.
El populismo ha ganado la mayoría absoluta en Italia, pero el sujeto de esta oración incurre en el error de identificar no tanto a Berlusconi y a Grillo, que se parecen bastante en la demagogia, en el mesianismo, en la venta de milagros y en el talante embaucador, sino a las razones de sus votantes.
No son las mismas. Beppe Grillo aglutina la indignación y la catarsis, mientras que Silvio Berlusconi acapara la resignación y custodia desde hace 20 años, sin alternativas en el horizonte, el caladero del voto conservador. Que crece en Italia porque Italia envejece, igual que lo hace Europa.
La explicación al caos
¿Son realmente dos payasos? Así los ha proclamado la última portada de 'The Economist' y los ha definido Peter Steinbruck, candidato democristiano a las elecciones germanas, quizá porque la sarabanda de Grillo y Berlusconi ha malogrado las opciones de Monti y la correspondiente maniobra de injerencia alemana. sarabanda de Grillo y Berlusconi ha malogrado las opciones de Monti y la correspondiente maniobra de injerencia alemana.
En realidad, la explicación del caos italiano proviene de la incompetencia de la izquierda (Partido Democrático). Porque ha vuelto a subestimar a Berlusconi. Porque ha desperdiciado una ventaja de 15 puntos. Y porque el autismo de Bersani ha sucumbido a las algaradas de Grillo.
El Movimiento Cinco Estrellas no se hubiera convertido en el principal partido de Italia sin la fuga de votantes del PD. Mucho menos aún si la promesa de la renovación progresista la hubiera encabezado Matteo Renzi, alcalde de Florencia y alternativa frustrada en la cocina de la burocracia tricolore.
Era el antídoto perfecto de Berlusconi. Tanto por la edad (38 años) como porque el Cavaliere no podía restregarle su pasado comunista ni confrontarse con la solvencia dialéctica de una novedad. Tanto le preocupaba a Berlusconi la pujanza de Renzi -un candidato transversal, con guiños liberales y sin resabios del 'apparatchik'- que tenía decidido -y anunciado- retirarse de la política... hasta que el PD y sus militantes arroparon la candidatura de Bersani.
El voto de la vergüenza
Entonces comenzó la remontada, mayor incluso que cualquier conjetura triunfalista porque Berlusconi se ha quedado a 0,4 puntos de Bersani y en el umbral de la mayoría absoluta. Un empate técnico que reviste importancia porque el Cavaliere había encajado hasta el lunes la peor temporada de su ejecutoria política y personal: la condena por fraude fiscal, el divorcio de Veronica Lario, el escándalo de las orgías con menores de edad, el descaro de la cultura del libertinaje.
Berlusconi resucitaba con el voto de la vergüenza. De la vergüenza porque muchos italianos ocultan en las encuestas y en la vida pública las simpatías que le suscita la montaña rusa del Cavaliere.
Existe entre él y sus compatriotas un vínculo de identificación antropológico, sociológico, del que al mismo tiempo se resiente la anomalía del berlusconismo: una verdadera democracia contradice que pueda protagonizarla un magnate de historial extravagante a quien la concentración de poder y las condenas sitúan bajo sospecha.
El payaso triste
Con más razón cuando la perversión, tan beneficiosa para evitar la cárcel como para fomentar los negocios, proviene del monopolio mediático e informativo. Berlusconi no se ha limitado a controlar la opinión pública. Berlusconi ha creado la opinión pública desde sus televisiones, sus periódicos y sus editoriales.
Semejante 'monstruo' le ha puesto fáciles las cosas a la izquierda porque le ha permitido desentenderse de su propia crisis y narcotizarse frente al jaleo de Grillo en las plazas de Italia. Era muy cómodo jugar al antiberlusconismo y esperar el desgaste del Cavaliere, pero el varapalo de los comicios ha convertido a Bersani en el payaso triste, de tez funeraria y de sombrero piramidal que llora y llora a cuenta de las bromas que le gastan los payasos festivos.