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11/03/2013 | Egipto: libertad, dignidad y ¿pan?

Paula Rosas

La pobreza aumenta en Egipto durante los años de la transición.

 

“¿De qué sirve la libertad si no tenemos ni para comer?”, se pregunta, más realista que filosófico, Ahmed, un taxista atrapado en uno de los kilométricos atascos de El Cairo, agravados en los últimos meses por el cierre de la plaza Tahrir y varias avenidas principales del centro de la capital por manifestantes y policía. La azarosa transición y la galopante crisis económica que la ha acompañado, han hecho a muchos egipcios replantearse cuál de las tres demandas de aquellos eslóganes de la revolución, que pedían libertad, pan y dignidad, es prioritaria.

La tasa de pobreza en se ha incrementado en los últimos años en Egipto, donde ha pasado del 21,6% en 2009 al 25,2% en 2011. De aquellos hogares vulnerables, más del 83% aseguró en diciembre de 2012 que no conseguían cubrir sus necesidades alimentarias, de ropa y servicios básicos como pagar las facturas a fin de mes, según un reciente estudio elaborado por el Observatorio Egipcio de los Alimentos, en colaboración con el Programa Mundial de Alimentos. Un año antes, esta cifra superaba por poco el 70%, un aumento significativo que la agencia achaca al “bajo crecimiento económico, los altos precios y los salarios estáticos”.

Subida de los precios

Estos hogares están teniendo que pedir comida o dinero prestado a familiares o amigos, compran alimentos a crédito o, simplemente, consumen menos comida, como reconoció un 13,7% de los encuestados. El gobierno ha reconocido la subida de los precios que ha puesto a muchas familias egipcias contra las cuerdas. Pero en algunos de sus consejos para mitigar esta crisis, la cantinela de las autoridades recuerda a aquella irónica canción-protesta del compositor Sheij Iman, “El ful w’il lahma (las habas y la carne)”, en la que un funcionario recomendaba a los egipcios alimentarse de habas y no de carne porque eran mucho más saludables. En este caso el gobierno, entre otras medidas, ha recomendado a los ciudadanos a que no se pasen comiendo. Por desgracia para muchos egipcios, su dieta se parece bastante más a la descrita por el compositor maldito de los años 60 y 70, resucitado tras la revolución por manifestantes izquierdistas, que a un supuesto exceso de consumo, y el “ful”, la pasta de habas refritas que sirve de desayuno, comida y cena, supone gran parte de la dieta de los egipcios menos afortunados, que no pueden costearse la carne.

Varios factores han agravado la precaria situación de muchos hogares egipcios. Entre septiembre de 2012 y enero de 2013, la libra ha perdido un 8% de su valor con respecto al dólar. Esto ha provocado la subida del precio de los mercados locales, especialmente del azúcar y los cereales, a pesar de que en los mercados globales su valor haya disminuido. La reserva de divisas también se encuentra bajo mínimos, y actualmente sólo son capaces de cubrir tres meses de importaciones.

El mal estado de la economía en general ha obligado al gobierno a pedir un préstamo al Fondo Monetario Internacional de 4.800 millones de dólares, un crédito que aún se está negociando, pero que exige una serie de reformas económicas muy duras, como la eliminación o reducción de las subvenciones públicas, con las que sobreviven muchos egipcios.

Inestabilidad

La inestabilidad política y social mantiene al país estancado, y tanto a la inversión extranjera como a los turistas alejados. El sector del turismo, que aportaba más del 11% del PIB, está desesperado. Cuatro millones de personas trabajaban en esta industria directa o indirectamente del turismo antes de la revolución, 16 millones si se cuentan a sus familias. Hoy en día muchos apenas sobreviven. Otros han tenido que buscar trabajo en otros campos.

La subida de los precios, en especial del pan subvencionado, ha sido el desencadenante de revueltas en el pasado y, según muchos analistas, fue una de las causas del alzamiento del 25 de enero de 2011, que acabó con Hosni Mubarak. El salario mínimo, otra de las demandas de los manifestantes de la revolución, sigue sin establecerse dos años después. Y los ecos de “pan, libertad, dignidad” siguen escuchándose en las calles egipcias, como un recordatorio para el presidente Mohamed Mursi de lo que aún pudiera venir.

ABC (España)

 


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