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Dossier Francisco I  
 
16/03/2013 | El discurso previo que convenció a todos los cardenales

Virginia Piccolillo

Fue decisiva la intervención de Bergoglio durante las Congregaciones Generales.

 

 "La vanidad del poder es un pecado para la Iglesia." Quienes estaban presentes recuerdan todavía emocionados la intervención del cardenal Bergoglio frente a la congregación general, el sábado pasado. Nadie lo consideraba un favorito. Ni fuera ni dentro del Vaticano. Y sin embargo, bastó que tomara la palabra una sola vez, a pesar del espeso humo del discurso de los otros, para que concitara sobre sí la conmovida atención de los presentes, que el miércoles pasado se vería plasmada en un voto plebiscitario definitivo.

Pero ¿cómo hizo? ¿Qué argumentos utilizó? ¿Qué palabras? Del secreto impuesto a los cardenales se filtra el eco de aquella exhortación que dejó su marca, una impronta que convocaba a devolverle a la Iglesia la simplicidad del mensaje evangélico.

"La Iglesia debe caminar con la gente y tomar el camino del pobre", recordó el cardenal que, llegado como ha dicho él mismo "casi del fin del mundo", no tiene intenciones de olvidar a sus compañeros de ruta: los más olvidados.

"No es posible que el pastor esté en el monte y el rebaño esté en el valle", reafirmó Bergoglio, citando una frase pronunciada por un cardenal africano y haciendo vibrar de emoción a gran parte de los cardenales llegados del sur del mundo.

Allí donde la Iglesia está viva y es populosa, cercana a los problemas de la gente, sobre todo la miseria, están cansados de ser gobernados desde un norte egoísta.

Un discurso rico en guiños sobre la necesidad de hacer una limpieza en el interior de la Iglesia. Todo al mismo tiempo. Un reclamo que quiso hacerle de inmediato a la colegialidad, incluso en el discurso-manifiesto pronunciado apenas fue elegido "Papa", una palabra que no pronunció en ningún momento, ya que prefirió definirse como "obispo de Roma".

Ninguna "vanidad del poder", sino un llamado a la responsabilidad que extendió a todo el pueblo de la Iglesia.

Palabras fáciles y claras, pronunciadas con su tono dulce, pero firme. Ese mismo tono que logró conquistar de inmediato a la Plaza San Pedro, convenciendo a los fieles, a los turistas y a los simples curiosos, de que debían guardar silencio y orar.

Y otro momento de su discurso a la Congregación: "Hay que pasar de una Iglesia reguladora de la fe a una Iglesia que facilita y transmite la fe", había recordado el arzobispo de Buenos Aires, invitando a los purpurados a un verdadero cambio. Un cambio que ha querido hacer todavía más patente tomando el nombre de Francisco: el santo que restauró una iglesia en ruinas.

La curia, aún con cargos vacantes

  • El papa Francisco todavía no confirmó a los altos cargos de la curia vaticana, que cesaron automáticamente con la renuncia de Benedicto XVI, como establece la normativa de la Santa Sede, señaló ayer el vocero vaticano, Federico Lombardi. El puesto más importante por llenar ahora es el de secretario de Estado.

  • La tradición vaticana contempla que el nuevo papa confirme en sus cargos a todos los responsables de los dicasterios, comenzando por el secretario de Estado, y los mantenga durante un tiempo "hasta que decida otra cosa". Ese tiempo sirve al pontífice para preparar su equipo con tranquilidad y profundidad.

 

Traducción de Jaime Arrambide

La Nación (AR) (Argentina)

 



 
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