El querido líder amenaza un conflicto nuclear. Ha declarado estar en ‘condición de guerra’ con Corea del Sur. Su declaración, tan disparatada, es difícil tomarla en serio, pero hay que hacerlo porque tiene cohetería y capacidad nuclear. Su objetivo parece ser, sin embargo, infundir miedo. Lo puede hacer.

Hemos permitido la proliferación nuclear, en dos casos con beneplácito. Uno, el de Israel, es el caso de un país amigo del cual nunca nos despegaremos. En el otro, India, no tenemos reparo en permitir su bomba, primero porque no tenemos alternativa y, segundo, para mantener en raya a otro país nuclear, Pakistán, cuyas bombas caerán oficialmente en manos extremistas en el momento en que los verdaderos controladores del poder salgan del closet y declaren su naturaleza fundamentalista islámica. Estados Unidos actúa allí con una hipocresía semejante a la del “ don’t ask don’t tell”. Pretendemos no darnos cuenta de su conexión con el extremismo musulmán, lo que nos permite actuar como si fuese tigre manso, una práctica rayana en lo criminal por sus posibles, y probables, consecuencias. Sus bombas nucleares ya deben considerarse islámicas porque el poder real en Pakistán lo ejercen quienes permitieron el asilo de Bin Laden, y lo permitieron. Le dieron asilo aunque pretendan que no fue así.

Irán y Pakistán se juntan en la entrada al Golfo Pérsico. Irán ya tiene capacidad nuclear. La incógnita es lo que haremos cuando tenga suficiente material fisible para su propia bomba. ¿Qué haremos con un Irán nuclear? ¿Qué hacemos con la Corea de Kim Jong Un? ¿Qué hacemos con un Pakistán nuclear y de fundamentalismo camuflado? Lo que hacemos es política como la de Neville Chamberlain con Hitler.

¿Se apaciguará Kim si lo dejamos en paz? ¿Lo harán los ayatolas? ¿Los fundamentalistas de Pakistán? ¿Será sensato apaciguar? Los gobiernos que apaciguamos son poco racionales. Uno es el psicópata de Kim Jong Un. El de los los ayatolas es de una teocracia fanática. El ex gobierno nuclear de los misiles de octubre del 62, el de Raúl ‘el ya me voy en el 2018’ Castro, se mantiene, entre otras cosas, porque Estados Unidos no permite incursiones por corolario para resolver la crisis de los misiles.

Tolerar a Corea del Norte es como tolerar Auschwitz, un error que permitimos en el armisticio que suspendió, sin finalizar, el conflicto coreano. Una cosa es ser medido, otra es ser irresponsable. Quizás el armisticio fue irresponsable. El apaciguamiento, en todo caso, es definitivamente irresponsable. Resulta en algo como lo que pasó con los judíos en Bergen Belsen, Buchenwald, Dachau, Plaszów, Treblinka, y demás. Allí están Cuba, ex brevemente nuclear, y Corea del norte nuclear, dos campos de concentración apaciguados. Apaciguarlos es lo mismo que tratarlos con sanciones. No lleva a nada.

Quedarse de brazos cruzados no es opción. ¿Que haremos? La presencia de China en el vecindario lo complica todo. En el caso de Irán, quizás el tiempo de actuar ya esté sobre nosotros. Nuestro gobierno está en una selva de poder donde nos comen si se deja. ¿Estará dejando que nos coman?

El tercer Kim llegará tan lejos como pueda. Irán también. Truman se retiró de Corea del Norte sin terminar el conflicto, y la Corea del Caribe, Cuba, pasó por otro conflicto sin terminar. En el 62 resolvimos la crisis de los misiles atándonos las manos frente al castrismo. Eso cuesta, nos cuesta. Terminamos la primera guerra del golfo sin entrar a Irak. Volvimos diez años después y el precio fue mayor. La guerra en Corea acabó sin terminar, retirándonos, y estamos pagando década tras década más y más por el armisticio que firmamos. Carter dejó Irán a los ayatolas y hoy es un aspirante a país atómico que habla abiertamente de destruir a Israel. Son nudos gordianos con que atamos guerras que dejamos para desatar después. Tendremos que cortarlos. Se han endurecido. ¿Quién cortará el nudo de Irán? ¿Quién cortará el de Corea? ¿Quién el de Pakistán?

El problema no es un país del tercer mundo. El problema es que siguen brotando países atómicos tercermundistas, y son peligrosos, especialmente en conjunto. Es como en la canción de los elefantes. “Un elefante, dos elefantes, tres elefantes, se balanceaban / sobre la cuerda de una araña…” Suben tantos elefantes a la cuerda, que en algún momento se romperá. Si a esa cuerda añadimos nuestra economía, entonces podremos apreciar la verdadera magnitud de la dificultad en que nos encontramos. Hay que actuar. ¿Lo hará Obama? Empujado contra la pared, sí lo hará. Ojalá lo haga antes.