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10/05/2006 | El Mercosur y el Pacto Andino: señales de decadencia

Carlos Sabino

Fuertes tensiones han tenido que soportar, en los últimos tiempos, los esfuerzos de integración económica que se llevan a cabo en las Américas. Por una parte el ALCA, área de libre comercio diseñada para abarcar todo el continente, ha sido postergada casi indefinidamente por falta de un acuerdo general sobre la materia: el gobierno de Chávez en Venezuela ha preferido oponerse de plano a la iniciativa, en tanto que el Mercosur, liderado por Brasil, ha manifestado sus reservas y decidido supeditar su integración a la disminución de los subsidios que paga el gobierno de los Estados Unidos a sus agricultores. Fracasada así la posibilidad inmediata de llegar a un acuerdo global que se extienda por toda la región, las acciones diplomáticas se han concentrado en la firma de tratados parciales que, con bastante éxito, están extendiéndose ahora en el ámbito continental.

 

El más consolidado es el CAFTA, acuerdo ya aprobado y firmado, que ha entrado en vigencia entre los Estados Unidos, la República Dominicana y Centroamérica, formando un área de comercio bastante abierta que promete promover rápidamente los intercambios entre sus miembros. Pero, aparte de esta iniciativa, los Estados Unidos acaban de firmar un acuerdo con Perú, tienen ya otro con Colombia, y discuten la posibilidad de nuevos tratados con Ecuador y con el Uruguay.

Es cierto que estos tratados de libre comercio necesitan todavía de aprobación legislativa, en algunos casos, o de un afinamiento de sus cláusulas, que puede demorar todavía algunos meses. Pero el hecho práctico es que tales acuerdos han puesto de manifiesto, de un modo transparente y claro, las debilidades profundas que tienen tanto el Mercosur como el Pacto Andino.

La principal es que, si bien son acuerdos que reducen las barreras arancelarias entre sus miembros, lo hacen creando una protección global frente al resto del mundo y de un modo tan limitado que más parecen tratados proteccionistas que de libre comercio. El Mercosur, por ejemplo, tiene aranceles comunes de hasta el 25% para un sinnúmero de productos y ha estado además siempre supeditado a los problemas que surgen entre dos de sus miembros, nada menos que Brasil y la Argentina.

Esto ha provocado el natural malestar de los socios que poseen economías más pequeñas -Paraguay y Uruguay- y está poniendo en tela de juicio la propia existencia de ese tratado.

Algo similar, o peor, ocurre con los países andinos: Venezuela tiene una economía petrolera sumamente intervenida por el estado, prácticamente socialista, y Bolivia parece inclinarse ahora en la misma dirección. Todo lo contrario ocurre con los otros tres miembros que, de un modo u otro, han dado pasos en la apertura hacia el exterior y pueden mantener, salvo imprevistos, dicha orientación.

El Pacto Andino es un acuerdo proteccionista que, sin haber promovido realmente un mercado abierto entre sus miembros, amenaza ahora con disolverse por falta de un propósito común.

En resumen, todo parece indicar que la integración del continente continúa, pero de un modo y a un ritmo muy diferente al que se preveía: avanza a través de acuerdos parciales, de contactos cruzados (como los de Colombia con Centroamérica) y de políticas como la de Chile, que tiene ya acuerdos con todos los principales bloques económicos del mundo pero no firma tratados con los latinoamericanos porque su economía es más abierta y dinámica que la del resto de la región.

La apertura comercial, real y sincera, es una política que favorece enormemente a las naciones que la emprenden, como lo muestran innumerables estudios. No sucede lo mismo, claro está, con los acuerdos que -como el Mercosur o el Pacto Andino- son más declarativos que prácticos y crean una especie de proteccionismo colectivo entre países que, en el concierto mundial actual, resultan actores de relativo poco peso.

La carrera por la integración, por una sensata inserción en el proceso de globalización, está abierta ya desde hace un tiempo: ganarán los que logren abrir sus economías y estimular el comercio internacional. Los otros, los que hacen declaraciones nacionalistas y se supeditan a las decisiones políticas de sus caudillos de turno, seguirán en medio de la creciente pobreza ensayando las políticas económicas que ya fracasaron un cuarto de siglo atrás.

CADAL (Argentina)

 


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