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14/05/2006 | Mao, caricaturizado

Rafael Poch

La obra de Jung Chang sobre el “Gran Timonel” es un libro de ex guardia rojo converso, con ganas de ajustarle las cuentas a su antiguo dios.

 

El libro de Jung Chang y Jon Halliday, “Mao. La historia desconocida”, ha sido ampliamente aclamado por la publicística anglosajona, como una revelación. El ex gobernador de Hong Kong, Chris Patten ha dicho en “The Times” que, “reescribe la historia moderna de China”.

El “New York Times” lo califica de “demoledor” y dice que dibuja, “un retrato extraordinario” del personaje, mientras que “The Wall Street Journal” lo compara al “Archipiélago Gulag” de Solzhenitsyn.

La publicística nacional, naturalmente, ha seguido esa estela, con motivo de la edición castellana del libro (editorial Taurus), el pasado abril. La simple realidad es que es un libro malo, bastante disparatado en su enfoque, con algunos serios problemas en sus fuentes y que no explica gran cosa de la Historia de China. No es de extrañar que, en general, la crítica académica haya sido bastante demoledora.

UN “BEST SELLER” CON FUTURO
El contexto del éxito del libro es claro. Mao, efectivamente, es un desconocido. También es un mito, celosamente custodiado por el régimen chino, porque parte de la estabilidad y continuidad simbólica del actual gobierno reposan sobre su polémica figura, resuelta con la frase de que el 70% de su legado fue positivo y el 30% negativo.

Así que Mao, cerrados los archivos a un examen realista, solo puede seguir siendo un desconocido. Pero eso no quiere decir que los lectores sean tontos y deban dar por buena cualquier extravagancia.

El libro tiene dos autores. Uno de ellos es Jon Halliday, un sovietólogo al que nadie conoce como tal en Moscú, que dice haber escrito “otros siete libros” entre los que figuran un manual sobre la cocina albanesa, una biografía del cineasta Douglas Sirk y un tratado sobre la sicología del juego. Halliday ha estado removiendo archivos en Moscú, Tirana y otros lugares, pero la arquitecta del libro es su compañera, Jung Chang, una ex guardia roja que emigró a Londres en los ochenta.

En los noventa, Chang escribió “Cisnes Salvajes”, una saga generacional de tres mujeres chinas, muy legible, que tuvo gran éxito; vendió diez millones de ejemplares y se tradujo a 30 idiomas. Ahora, ha escrito un libro muy chino por su infantil radicalismo; un libro de guardia rojo converso con ganas de ajustarle las cuentas a su antiguo dios.

Para quien conozca la literatura histórica y política sobre la URSS del ex comunista converso, un género que floreció en las épocas de Gorbachov y Yeltsin, aquí no hay ninguna sorpresa. La falta de seriedad y la pretensión de “solucionar” de golpe todos los enigmas de la historia de la nación por el procedimiento de darle la vuelta a la versión oficial, es el principal rasgo de este género. Con China situada en el punto de mira de los “guerra-adictos” de Washington como próximo enemigo, el éxito y la bienvenida comercial están asegurados en el imperio rival.

Hasta el Presidente Bush, que no debe leer mucho, y la Canciller alemana, Angela Merkel, han dicho que lo han leído. Así que el libro no solo es identificable sino que tiene un gran futuro. Y no sólo en Occidente.

CON CUERNOS Y RABO
China es un país de censura y medias verdades. La versión oficial y mítica de Mao, está particularmente expuesta al tipo de “verdades” que este libro -“sacrílego” para los guardianes del mito oficial- contiene.

Es difícil encontrar un hogar chino, especialmente en el campo, que no tenga algún retrato de Mao, pero es evidente que, al mismo tiempo, en China hay millones de personas que, si pudieran, echarían espuma por la boca al hablar de Mao, entre ellos, seguramente, muchos de los que hoy tienen su retrato en casa.

Algún día podrán, y eso es lo que hace Chang; cargárselo todo. Diez años de investigaciones, centenares de fuentes orales y escritas consultadas… para ese viaje no hacían falta alforjas, porque antes de ponerse a “investigar”, la Señora Chang ya sabía lo que iba a contar. Al formular las preguntas, ella ya conoce las respuestas.

Dice que Mao es un monstruo peor que Hitler y que toda su trayectoria vino determinada por su extremo egoísmo y crueldad, voluntad de poder y ansia de violencia y terror. Afirma que el comunismo chino fue poco menos que un instrumento de los rusos y que Mao salió victorioso de la guerra civil gracias al apoyo soviético.

La “Larga Marcha”, el gran éxodo de 8000 kilómetros de los ejércitos comunistas, desde sus posiciones en el sur de China hasta el norte, fue, “uno de los mayores mitos del Siglo XX”. En realidad, explica, el líder nacionalista, Chiang Kaishek, dejó escapar a Mao y los suyos en 1934 para salvar a su hijo que estaba “secuestrado” en Moscú (el Generalísimo lo había mandado a estudiar allá).

Fue Chiang Kaishek el que teledirigió los movimientos de Mao hasta Yanan. Las penalidades de aquel viaje que solo culminaron con vida 10.000 de los 80.000 hombres que lo iniciaron, no fueron tales para los dirigentes como Mao, que hicieron el viaje en literas llevadas a hombros por sus hombres. La batalla de Luding, en la que los comunistas atravesaron en condiciones dantescas su única vía de escape, el Puente sobre el río Dadu, nunca existió, fue un invento.

Mao es presentado como un hombre mediocre en todas sus facetas; como marido, padre, dirigente sin prestigio en el partido, militar que elude siempre el combate. La guerra de Corea fue responsabilidad suya, lo mismo que la idea de construir el muro de Berlín. Durante la revuelta estudiantil de mayo de1968 en Europa, Mao envió allá a agitadores europeos formados en China.

Mao también está en el origen de los sendos ataques de corazón que se llevaron a Stalin y al líder norcoreano, Kim Il Sung, al otro barrio; el primero murió leyendo un informe sobre los contubernios del chino, el segundo por miedo a que los rusos conocieran los documentos de sus propios tratos con él. Desde 1939, Mao fue colaborador de los servicios secretos japoneses, al igual que la viuda del Doctor Sun Yatsen, la Señora Soong Chingling, una agente soviética.

Chang consigue incluso meterse en la mente del “Gran Timonel” cuando está agonizando, el 9 de septiembre de 1976 en su residencia de Zhongnanhai; “su mente estuvo lúcida hasta el último momento, únicamente preocupada por una cosa: su poder y su persona”, dice.

Muchas de estas revelaciones se sostienen sobre lo que el Profesor Andrew Nathan describe púdicamente como, “fuentes especulativas o que no pueden ser comprobadas”; “la mujer de un delegado de Shanghai”, “entrevista con un historiador del partido”, “con un viejo trabajador de la clandestinidad”, “entrevista con una persona que tenía noticia del relato de Mao”, “entrevista con un especialista ruso”, “con novias de Mao”, “con un miembro de la familia”.

La fuente que apoya la no existencia de la batalla de Luding, por ejemplo, es un “último testigo vivo”, pero dos autores occidentales que acaban de concluir un libro sobre la “Larga Marcha”, han hablado con otros testigos que afirman que la batalla sí tuvo lugar. Excesivo.

¿DONDE ESTÁ LA HISTORIA?
Mao fue responsable directo de “más de 70 millones de muertes en tiempo de paz”, es la primera frase del libro. ¿Por qué no 100 millones?. Privada de datos, la sovietología ya practicó ese ejercicio multiplicador en los sesenta y setenta.

“Los chinos no han sido más violadores de derechos humanos con Mao, de lo que los europeos lo fueron con Hitler o los rusos con Stalin”, dice en Pekín el sinólogo francés Jean-luc Domenach.

Que en vida de Mao, China fue escenario de una de las mayores mortandades del siglo XX, con quizá 30 o 40 millones de muertes en el Gran Salto Adelante, en una combinación de errores políticos y catástrofes naturales, es algo comúnmente aceptado, pero cómo establecer, como historiador, la “responsabilidad personal directa” de un solo hombre en todo aquello, y, sobre todo, ¿qué aporta toda esta serie a la comprensión de la tragedia global de la revolución china?.

Los múltiples factores, interiores, exteriores, la propia personalidad compleja y maquiavélica de Mao, el retrato de sus compañeros; el gran organizador, Zhou Enlai, el hombre serio, sólido e íntegro que fue Liu Shaoqi, sus generales… El Doctor George Hatem, por ejemplo, que estuvo largo tiempo en la base comunista de Yanan en los cuarenta, explica cómo Zhu De y otros generales del Ejército Popular de Liberación cedían sus monturas a los heridos. ¿Dónde queda la historia?. ¿Cómo es que siendo tan mediocre, aquel hombre ganó la guerra civil, batió a los japoneses, se hizo con el liderazgo y su causa ganó el apoyo de la mayoría de la sociedad china?

Para los chinos la revolución fue ante todo, la restauración de la paz y el orden, el renacimiento de una gran nación, y civilización, milenaria que había estado postrada más de tres siglos a los extranjeros. Es mucho más que la proyección imperial de Francia en Europa con Napoleón, en la que murieron 2 millones de los 20 millones de franceses, lo que no impide que el Emperador siga allí enterrado, en el corazón de París.

¿Dónde está la “ventaja comparativa” de China con respecto al grueso del Tercer Mundo, patente aun hoy?. Pese a todos los sufrimientos del maoísmo, al pueblo chino le fue mejor, en parámetros como consumo medio de alimentos, mortalidad y esperanza media de vida, que a la inmensa mayoría de países del Tercer Mundo, incluidos los países del sureste asiático excepto Malasia y Singapur.

Sin la China de Mao, la de Deng Xiaoping no habría sido posible. El “milagro chino” no es un “milagro” de 25 años, que comienza en 1979 con la reforma de Deng Xiaoping, sino de 57 años, que comienza en 1949, incluso si consideramos los 20 años perdidos en gran parte por culpa de Mqao. Sin el ambiente de la guerra fría, incluida la más que razonable expectativa de Mao en los cincuenta y sesenta de que el país sería atacado con bombas nucleares como las de la reciente Hiroshima, los desastres del Gran Salto Adelante y de la Revolución Cultural habrían sido diferentes…

Este libro no aporta casi nada a la verdadera historia. Es una caricatura simplona de un personaje ciertamente desconocido.

ESCÁNDALO EN TAIWÁN
La edición china, en Taiwán, ha dado lugar a un fenomenal escándalo. Tras ganar en subasta la opción por más de 50.000 euros, la editorial Yuanliou de Taipei, ha tenido que abortar su planeada edición de 40.000 ejemplares.

El libro deja muy bien a Chiang Kaishek, un corrupto no menos sanguinario que Mao, cuya represión en Taiwán fue responsable de alrededor de 50.000 ejecuciones y 100.000 detenciones en los años cuarenta y cincuenta, cuando la población de la isla era inferior a 10 millones, lo que arroja un 0,5% de la población fusilada y un 1% pasada por la cárcel.

El problema ha venido por otro lado; por la afirmación de Chang de que el general nacionalista Hu Tsung-nan, el favorito del Generalísimo, era un “espía comunista”. El hijo del General, que es el actual embajador (“representante”) de Taiwán en Singapur, protestó y los alumnos de la Academia Militar se manifestaron ante la sede de la editorial.

La edición quedó amenazada por los pleitos por libelo interpuestos por el diplomático. Intentando salvar su negocio, el editor Wang Jungwen solicitó un peritaje del libro al historiador de la Academia Sínica, Chen Yung-fa y pidió a la autora que suavizase su juicio sobre el General, a lo que ésta se negó.

El informe del académico taiwanés estimó que hay en la obra, “demasiados saltos hacia conclusiones desde una opinión predeterminada sobre Mao”, que la relación entre las conclusiones y su fundamento no es firme, y que el libro puede ser considerado, “una obra popular con algún fundamento de investigación”. Tras medio año de negociaciones, la editorial ha retirado el proyecto.

La Vanguardia (España)

 


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