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30/05/2013 | Centroamérica busca una segunda paz

Carlos Salinas

La tregua de las maras hondureñas abre un proceso de pacificación regional inédito desde las guerras de los ochenta.

 

Honduras se convirtió el martes en el segundo país de Centroamérica, después de El Salvador, en el que las temidas pandillas juveniles anuncian el inicio de una tregua con el Gobierno para acabar con la alta tasa de homicidios. En este país, el más violento del mundo según la ONU, se registra una media de 20 homicidios al día. Muchos de esos crímenes se achacan al terror sembrado por las dos principales pandillas, la Mara Salvatrucha o M-13 y la M-18, cuyos líderes pidieron perdón a la sociedad, invocaron a Dios y, bajo la mediación del obispo auxiliar de San Pedro Sula, Rómulo Emiliani, acordaron “cero crímenes, cero violencia en las calles”. “Pedimos perdón a la sociedad por el daño que hemos hecho”, dijo un integrante de la Mara Salvatrucha.

Las treguas de El Salvador y Honduras abren el proceso de pacificación más importante en la región desde las guerras civiles de los ochenta. La cuestión ahora es si esta paz puede también ser una realidad en Guatemala y en otros países donde estas organizaciones criminales transnacionales, nacidas en Los Ángeles en los ochenta, tienen presencia. Otra pregunta que se hacen muchos juristas es si a estas bandas criminales se les puede aplicar un proceso de paz de corte político.

El Gobierno de Porfirio Lobo, a través de un comunicado de la Casa Presidencial, agradeció la mediación de Emiliani y dijo que está dispuesto a dar su apoyo “en todo lo que sea necesario”. Sin embargo, Lobo ha tratado de mantenerse distante del diálogo entre pandillas, aunque una reducción en los índices de homicidios podría ser positiva para la deteriorada imagen del mandatario y el oficialista Partido Nacional, en momentos en los que Honduras se encuentra en plena campaña electoral. Las elecciones están previstas para el 24 de noviembre.

El anuncio de las pandillas se produjo en el Centro Penal de San Pedro Sula, localizado a 240 kilómetros al norte de Tegucigalpa. El centro es un infierno cargado de violencia, donde los reclusos viven hacinados en celdas claustrofóbicas y en condiciones de insalubridad. En 2004 la cárcel sufrió un grave incendio que se saldó con 104 reos muertos. En ese escenario, pero por separado, los líderes de las pandillas pidieron perdón a los hondureños y anunciaron el inicio del diálogo con el Gobierno para lograr una tregua, bajo la supervisión de Emiliani y del secretario de Seguridad Multidimensional de la Organización de Estados Americanos (OEA), Adam Blackwell.
“Nosotros lo que queremos es paz”, dijo Marcos, un líder de la M-13. “Lo que queremos es trabajar”, agregó. Todavía no está claro cuáles serán las condiciones para una negociación con el Gobierno, aunque los líderes de ambas pandillas presentaron sus puntos para iniciar el diálogo: piden una tregua con el Estado y que este escuche sus peticiones, quieren que el diálogo sea directamente con las autoridades y que se les garantice la oportunidad para reintegrarse a la sociedad y tener oportunidades de trabajo. “Pedimos este diálogo porque somos perseguidos por la justicia, por la policía. Somos hondureños y queremos que el Gobierno nos escuche”, dijo uno de los pandilleros.

Los líderes dejaron claro que no se trata de un acuerdo entre pandillas rivales, sino del inicio de un diálogo con el Gobierno, aunque explicaron que respetarán los territorios de la organización contraria y, si el diálogo da frutos, detendrán las extorsiones, uno de los principales problemas a los que se enfrentan a diario los hondureños.

“Necesitamos que nos escuchen y damos nuestra palabra de que vamos a reducir el índice de violencia”, dijeron los pandilleros. Para los analistas, se trata de un primer paso clave para reducir la violencia en Honduras, aunque todo dependerá de las bases legales en las que se apoye el Gobierno de Lobo para negociar, dado que se trata de un diálogo con organizaciones criminales.
En El Salvador, la tregua entre pandillas difundida en marzo de 2012, ha caído en la incertidumbre sobre su futuro, dado que la Sala Constitucional de la Corte Suprema decidió anular los nombramientos de los generales David Munguía Payés como ministro de Seguridad y de Francisco Salinas como director de la Policía Nacional Civil (PNC), porque, según los magistrados, violaban la Constitución, que establece que esos cargos deben ser ocupados por civiles. Munguía Payés y sus asesores fueron los principales promotores y negociadores de la tregua, que ha permitido reducir en un 45% los homicidios en ese país, por lo que se teme que su retirada del Gobierno ponga en peligro el acuerdo con los mareros.

Todavía está por verse si el anuncio de las pandillas en Honduras logra el mismo resultado que en El Salvador. “Honduras tiene niveles de violencia más altos que los que tenía El Salvador y, comparativamente hablando, tiene un papel más importante en el tráfico de drogas que lo vuelve más susceptible a la violencia asociada al crimen organizado”, dijo Gema Santamaría, consultora e investigadora del Informe de Desarrollo Humano sobre Seguridad Ciudadana en América Latina del Programa de Desarrollo Humano de la ONU (PNUD), en entrevista telefónica desde Washington. “Lobo ha anunciado que apoya la tregua. Como ocurrió en El Salvador, es probable que la Iglesia haya sido elegida para gestionar el acercamiento, pero el Gobierno debe estar detrás del proceso. Sin su implicación no se lograría nada”, agregó.

“Es indudable que tanto las pandillas como el Gobierno hondureño están dando un paso importante y necesario al pasar de la lógica de la violencia y la confrontación a la lógica de los consensos y de la no violencia. Por otro lado, al igual que pasó con El Salvador, es necesario asegurar que la tregua esté realmente respaldada por una política social sólida y comprometida con un fuerte acento en la creación de empleos. En esta labor, sin embargo, el Gobierno no puede estar solo. Es decir, no puede convertirse en el único y máximo empleador de estos jóvenes. El Gobierno necesita crear alianzas estratégicas con el sector privado y con otros actores de la sociedad civil para lograr que estas medidas sean sostenibles”, concluye Santamaría. 

El ángel de los presos

MAJO SISCAR / San Pedro Sula

Dialoga tanto con un asesino múltiple como con un fiscal del Estado. Le llaman el “ángel de los presos”, porque no solo denuncia públicamente los abusos que sufren los reclusos, sino que a cualquier hora está disponible para darles apoyo emocional y espiritual. Desde que llegó a Honduras desde Panamá, el obispo auxiliar de la diócesis de San Pedro Sula, monseñor Rómulo Emiliani, se ha comprometido con los desfavorecidos, los niños, los narcoadictos y los reos. Ahora, después de 10 años de intentar convencer a los pandilleros para que dejen la violencia, ha conseguido su objetivo. Él es el artífice. “Sin el padre Emiliani no hubiera sido posible”, dijeron los mareros al anunciar su tregua. 

Un metro ochenta de estatura, ropa y barba blancas, cruz de plata colgada del cuello y un anillo con un sello en el dedo anular de la mano derecha, Emiliani se pasea por la cárcel como si fuera su casa. Va de un pabellón a otro, con presos comunes y mareros. Es de los pocos que conocen las intimidades de las pandillas, pues tanto la M-18 como la mara Salvatrucha acuden a él en busca de apoyo, consejo y soluciones. Algo singular en un país donde llevar un tatuaje de una de las pandillas es un delito y llevar el de la pandilla contraria puede costarte la vida. “Ellos [los pandilleros] también están hartos de tanta muerte. Han muerto cientos y cientos y les preocupa la seguridad de sus familias, porque están muriendo también familiares de ellos y ahora simplemente saben que la paz tiene que llegar”, ha declarado a la prensa sin perder la compostura.

Está convencido de la necesidad de la tregua aunque sabe que “no será fácil” y recuerda que ya en 2006 lo intentó y fracasó estrepitosamente después de dos meses y medio. “La paz vendrá lentamente, se necesitan dos generaciones para erradicar la violencia en Honduras, pero este es un buen paso”. 

Cree que el apoyo esta vez de la Organización de Estados Americanos (OEA) es fundamental para darle legitimidad y presupuesto a la iniciativa. De hecho, ayer, mientras él seguía hablando con los pandilleros, la OEA consiguió elaborar una hoja de ruta con el Gobierno hondureño para avanzar en las negociaciones.

Emiliani además no cierra ningún frente. Está coordinando con fondos internacionales la construcción de un penal más digno que acoja a los reos sin hacinamiento y que tenga espacios para la rehabilitación.

El Pais (Es) (España)

 



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