De la playa del culto al cuerpo a la playa del culto a dios.
Copacabana
cambió por unas horas y, quizás, por unos días su aspecto y su finalidad: de
la exhibición de la carne al orgullo de la fe, encarnada por la 'estrella de
Dios', el
Papa
Francisco.
El Papa argentino seduce y arrastra masas. Tiene magnetismo.
Posee el ángel de la autenticidad. Suena, huele y sabe a verdadero. Más que
cualquier estrella del cine o de la música. Más que cualquier astro del fútbol.
Los organizadores hablaban de más de un millón de personas, casi millón y
medio.
Y allí, 'in situ', la marea humana impresionaba y casi
asustaba. De todas las edades, con predominio juvenil, lógicamente. Y
de todos los países del mundo, como revelan banderas y bufandas. Una 'Babel'
unida por las camisetas de la JMJ, que explica el vínculo que une a todos los
forofos: la misma fe.
Se palpa el orgullo de ser católico. Francisco ha conseguido, en
apenas cuatro meses, que el pueblo católico, tantos años cabizbajo, levante la
cabeza. Ya no es vergonzante ser y proclamarse católico. Francisco les
ha devuelto el orgullo de la fe. Una fe que pasa de ser una aguafiestas a ser
una enorme fiesta.
¿Una fe de usar y tirar?
Una fe que, en todos estos fenómenos masivos, corre el riesgo de convertirse
en mero espectáculo: esperar dos o tres horas de pie para ver pasar de
lejos al 'papamóvil' un par de segundos. Pasa y se desencadena la
emoción y los vivas y los gritos y los flashes de los móviles. Pero pasa tan
pronto y tan rápido... Simples sensaciones, meras emociones instantáneas. ¿Una
fe de usar y tirar?
Un minuto después, los mismos que vinieron a ver pasar al Papa se dan media
vuelta y se van. Han venido a verlo, no a escucharlo. Lógicamente, otros muchos
se quedan para escucharlo y vibrar con su verbo cálido y encendido que habla de
Dios en parábolas que todo el mundo entiende y lanza mensajes que tocan el
corazón: "La fe es revolucionaria".
Mi amigo Teófilo, hermano marista curtido en mil batallas, dice: "Lo decíamos
en los años 80, después casi estaba prohibido y sonaba poco menos que a hereje.
Y, ahora, es el propio Papa el que lo proclama".
Unos oyen sólo la música. Otros se alimentan de música y
letra. Unos ven en el Papa un instrumento que lleva a Dios (y de qué
forma). Otros convierten al instrumento en fin y caen en el culto a la
personalidad y en la 'papolatría'. Porque de todo hay y de todo tiene que haber
en la viña del señor. Pero unos y otros nos vamos a casa con una lección bien
aprendida: que "Dios es pura misericordia". Lo dice el Papa, que de eso algo
sabrá