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Dossier Francisco I  
 
28/07/2013 | Armemos líos

Dora Amador

La lluvia constante que ha estado cayendo sobre Río desde que llegó Francisco ha sido como un bautizo para la nueva Iglesia católica que se convierte ya en otra tras el mensaje del Papa inspirado radicalmente en el Evangelio.

 

Las palabras están dichas, es a lo que nos llama el vicario de Cristo: “Quiero que salgan a la calle a armar lío, quiero lío en las diócesis, quiero que se salga fuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que la Iglesia abandone la mundanidad, la comodidad y el clericalismo, que dejemos de estar encerrados en nosotros mismos”.

Después, se dio una vuelta y les dijo a los prelados que lo acompañaban: “Que me perdonen los obispos y los curas si los jóvenes les arman lío, pero ese es mi consejo…”.

José Mario Bergoglio sabe muy bien las implicaciones de este consejo, porque clericalismo es la agobiante y excesiva intervención del clero en la vida de la Iglesia, dejando sin voz ni voto a los demás miembros, los laicos, las mujeres, el pueblo de Dios.

Pero las implicaciones son también políticas: el Papa quiere un cambio en el mundo, no solo en la Iglesia: “Pienso que esta civilización mundial se pasó de rosca. Es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos: los ancianos y los jóvenes”.

A los viejos les dijo algo maravilloso, dignificante, que me llegó al alma:

“Y a los viejos les digo, no se dejen excluir. Abran la boca. No claudiquen de ser la reserva de nuestro pueblo, transmitan la justicia, la historia, los valores, la memoria. Hay una especie de eutanasia escondida, una eutanasia cultural contra los viejos, no se les deja hablar y actuar”. Francisco se estaba dirigiendo a los más de 30,000 argentinos que estaban dentro y fuera de la majestuosa catedral de Río. Unos 5,000 de ellos cruzaron la frontera de su país con Brasil para escucharlo, demostrarle su cariño y adhesión, jóvenes de fe que ven en el Papa su única esperanza de guía moral, un guía espiritual, al padre sabio, a Cristo, a quien quieren seguir y lo siguen con ardor. Muchos viajaron más de 4 días en micro (autobús) para poder estar allí, durmieron en las afueras de la catedral desde la madrugada, su agotamiento, que desapareció no por arte de magia, sino por la brisa fuerte del Espíritu Santo que los levantó y llenó de energía para aplaudir y gritar ante un pontífice no menos emocionado de encontrarse con los suyos.

Pero no menos impresionantes han sido sus palabras y gestos entre los más pobres de Brasil en la favela: “Ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés. A ustedes y a todos les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague”.

Y a los ricos y poderosos de buena voluntad de Brasil: “Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales. No es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el otro un competidor, sino un hermano”.

Una histórica Jornada Mundial de la Juventud en la que el Papa ha dejado ver con más claridad la iglesia que quiere. Aunque quien le siga los pasos y palabras no olvida, por lo menos yo no, lo que pidió en una audiencia el 15 de mayo:

“Recen para que los obispos y sacerdotes no cedan a la tentación del dinero y la vanidad, sino que estén al servicio del Pueblo de Dios y sean pastores y no lobos rapaces”.

Y en otra ocasión que nos indica otro cambio que vendrá en la Iglesia, dijo:

“Piense en una madre soltera que va a la Iglesia o a la parroquia, y le dice al secretario: “Quiero bautizar a mi hijo”. Y el que le atiende le dice: “No, no se puede, porque no se ha casado...”

Tengamos en cuenta que esta madre tuvo el valor para continuar con un embarazo, ¿y con qué se encuentra? ¡Con una puerta cerrada!

Y así, si seguimos este camino y con esta actitud, no estamos haciendo bien a la gente, el Pueblo de Dios. Jesús creó los siete sacramentos y con este tipo de actitud creamos un octavo: ¡el sacramento de la aduana pastoral!

Quien se acerca a la Iglesia debe encontrar puertas abiertas y no fiscales de la fe”.

El Papa nos ha impulsado a algo impensable hasta ayer: evangelizar a la Iglesia institucional. Formemos líos en parroquias y diócesis, hablemos claro cuando veamos injusticias, mentiras, corrupción, discriminación.

Yo he visto mucho. Doy fe de lo que dice Francisco, renovador de nuestra esperanza en una Iglesia como la que fundó Jesús.

El Nuevo Herald (Estados Unidos)

 



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