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28/08/2013 | De Hussein a Assad: cómo se gestó el ocaso de dos tiranías

Laura Riestra

El modo en que Occidente ha reaccionado frente al conflicto sirio guarda paralelismos con su actuación en la crisis iraquí de 2003.

 

Nos encontramos en las horas previas al inicio de una guerra que va a enfrentar a una coalición internacional contra una dictadura árabe, la siria. Como ocurrió el 16 de marzo de 2003 en las portuguesas islas Azores, se oyen tambores de guerra. Entonces, el enemigo a derrocar era el tirano iraquí Sadam Hussein, ahora es el sirio Bashar al Assad. Ambos han liderado dos regímenes que han reprimido a sus pueblos y cuyos últimos días presentan diferencias y semejanzas.

Primavera Árabe y «guerra contra el terror»

Tanto aquella guerra como el conflicto internacional que parece que va a estallar en Siria se enmarcan en un contexto internacional convulso. Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, el gobierno de George Bush puso en marcha una «guerra contra el terror» que, año y medio después, desembocó en la Guerra de Irak. Ahora, Siria vive uno de los episodios más dramáticos de lo que se conoce como la «Primavera Árabe», un conjunto de levantamientos populares que desde Túnez hasta Yemen han logrado derrocar a tiranos que llevaban desde hacía mucho tiempo en el poder.

Dos clanes

Tanto Bashar al Assad como Sadam Hussein reprimieron a sus pueblos desde las filas del panarabista y socialista Partido Baath. Además, ambos pertenecen a familias de comunidades minoritarias que han reprimido con dureza a la mayoría étnica de sus respectivos países. La de Sadam, sunita, persiguió desde el gobierno a kurdos y chiítas. La de Assad, alauita y que cuenta con el apoyo de chiíes, drusos y cristianos, se encuentra ahora enfrentada con la oposición, formada por la mayoritaria comunidad suní siria que ha sido históricamente discriminada por el régimen. 

«Líneas rojas»

El actual presidente de EE.UU., Barack Obama, ha mostrado desde siempre un rechazo a seguir con la política bélica de su antecesor, George Bush, circunstancia que ha determinado su gestión del conflicto sirio. De hecho, en todo momento se ha mostrado reticente a una intervención armada en el país, algo que lleva dos años evitando, aunque estableció como «línea roja» el uso de armas químicas. El ataque perpetrado por el régimen la semana pasada, en el que murieron más de mil personas según la oposición ha obligado a Obama a mover ficha. En su contra juegan los ejemplos de Irak y Afganistán y una población a la que el conflicto sirio prácticamente no interesa ya que, según una encuesta del «Washington Post», sólo el 9% de los estadounidenses cree su país debería entrar en Siria.

Con Irak las cosas fueron diferentes, al menos en lo que a la estrategia bélica se refiere ya que la opinión pública mundial también era reacia a una intervención armada. Sin embargo, Bush hizo todo lo posible por invadir el país y la retórica de su lenguaje utilizaba en 2003 palabras clave como «democracia», «régimen brutal» o «libertad». Así, acusó al régimen de Hussein de financiar el terrorismo internacional y poseer armas de destrucción masiva. Fue una guerra diseñada al servicio de la que fue la política de la administración Bush: adelantarse a los ataques del enemigo, ubicados en el «eje del mal», esa política que tanto se ha empeñado Obama en evitar y diferenciar. Además, en su caso, contó con la ayuda del «premier» británico, Tony Blair, quien, también de cara al público, emitió un documento con una introducción en la que aseguraba que Hussein había fabricado armas de destrucción masiva «más allá de toda duda».

El consenso internacional y los ataques

Ni en Irak ni en Siria ha habido un consenso internacional sobre cómo actuar. En el caso iraquí, tras dos meses de investigación, el equipo de inspectores de Naciones Unidas comparece ante el Consejo de Seguridad el 27 de enero de 2003 y explica que no ha encontrado pruebas de que el régimen tenga armas de destrucción masiva. El 5 de febrero, el secretario de Estado de EE.UU., Colin Powell, comparece ante el Consejo y presenta pruebas de que el régimen de Sadam sí las posee. Pese a ello, la comunidad internacional insiste en que se refuercen las investigaciones, algo que no evita que el 7 de marzo Reino Unido, EE.UU. y España presenten un proyecto de resolución dando a Hussein un ultimátum: deberá desarmarse antes del 17 de marzo para evitar la guerra. Francia, Rusia y Alemania siguen instando al diálogo, algo que Bush no acepta.

Una vez se confirmó la imposibilidad de llegar a un acuerdo en Naciones Unidas, Reino Unido y estados Unidos decidieron avanzar por su cuenta hacia la guerra abierta contra Sadam. Formaron una coalición de «países amigos» y en la conocida como «cumbre de las Azores», con el presidente español José María Aznar como invitado de honor y el primer ministro portugués José Manuel Durao Barroso como anfitrión, dieron al régimen de Hussein un ultimátum de 24 horas para su rendición. Cuatro días después, el 20 de marzo de 2003 comenzaba la operación «Libertad Iraquí» con el bombardeo de Bagdad con misiles Tomahawk desde barcos y submarinos de la Coalición apostados en aguas del Golfo Pérsico.

Como entonces, en lo que se refiere a la búsqueda de una posición común contra Bashar Al Assad, la evolución ha sido parecida, aunque en este caso ha sido la constante negativa de China y Rusia la que la ha impedido. En plena investigación de la ONU sobre el supuesto uso de armas químicas por parte del régimen de Assad, Reino Unido y Estados Unidos vuelven a liderar la opción bélica contra una tiranía. Según informaron este martes altos funcionarios de la Casa Blanca a la cadena NBC, las acciones militares contra Siria podrían comenzar «tan pronto como el jueves». El ataque, que tendría una duración de dos o tres días, se llevaría a cabo con misiles de crucero lanzados desde el mar o mediante bombarderos de largo alcance que tendrían como objetivos instalaciones militares sirias.

Por otra parte, y a diferencia de lo que ocurrió antes de aquella guerra, España no se ha posicionado claramente a favor de la intervención armada contra Assad. «La postura del Gobierno español es y será que no hay solución militar al conflicto», dijo el ministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo el pasado mes de junio.

ABC (España)

 


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