Algunas de las razones descansan sobre su gran población o el peso de su mercado interior.Las reformas de la Agenda 2010 han hecho que Alemania soporte mejor la crisis.
Hace
años que Alemania recibe el calificativo de «locomotora económica
europea». Con la crisis de deuda y la recesión que está sufriendo el Viejo
Continente (y sobre todo su llamada periferia), ese rol se ha visto reforzado.
No en vano, son muchos los que miran hacia Berlín en busca de
respuestas (y también de soluciones). Con las elecciones federales
alemanes a la vuelta de la esquina (se celebran el próximo 22 de
septiembre), algunas voces en España incluso aseguran que los comicios germanos
son tan o incluso más importantes que las elecciones generales españolas.
Pero,
¿por qué es tan decisiva la economía alemana para el resto de países europeos?
En primer lugar, Alemania es el país más pobladode la Unión Europea: con
80 millones de habitantes, el peso de su mercado interior así como su potencia
exportadora convierten al país en la economía más fuerte del continente.
Además, la economía germana descansa fuertemente en sus exportaciones: casi la
mitad de la PIB alemán suele depender de su comercio exterior y, por
tanto, de los países (en buena parte europeos) que compran sus productos. La
industria alemana está fuertemente especializada, y su tecnología y
maquinarias son apreciadas en países europeos y del resto de mundo. Sólo un
dato que demuestra esto último: las exportaciones de Alemania aumentaron
drásticamente con la introducción del euro como moneda común europea, lo que
permitió abaratar los costes del comercio entre los países de la Eurozona.
La
política y el mundo académico de Alemania hace tiempo que venían advirtiendo
que la economía de la «locomotora europea» tenía que acometer una serie de
reformas para mantener la competitividad de un modelo fuertemente
exportador en un contexto de feroz globalización económica en el que países
emergentes como China, India o Brasil se convertirían en los competidores
directos de Alemania.
El
excanciller socialdemócrata Gerhard Schröder, con el apoyo de Los Verdes, llevó
a cabo esas reformas hace más de una década con su ya célebre Agenda 2010:
recortó ayudas sociales, reformó el mercado laboral y le dio una vuelta de tuerca
al modelo exportador alemán. ¿Los resultados?: con los datos macroeconómicos en
la mano, Alemania ha soportado mejor que otras economías industrializadas la
Gran Recesión sufrida por la economía global a partir de 2007. A cambio, la
precarización se ha extendido a una parte importante de la masa trabajadora de
un país donde sigue sin existir el sueldo mínimo interprofesional. Países en
problemas como España o Italia miran ahora al modelo alemán como una posible
vuelta al camino del crecimiento.
Pero el
modelo alemán no se libra de las críticas: un relativo débil consumo interno y
una política sectorial de sueldo bajos (conocida popularmente como dumping
salarial), unidos a su apabullante potencia exportadora, hace que algunos
vecinos europeos miren con recelo al remozado poderío económico alemán y pongan
así en entredicho el presunto europeísmo sin fisuras del actual gobierno
alemán, con Angela Merkel al frente. La tremenda exposición de cierta banca
alemana (con unos 300.000 millones de euros invertidos en la burbuja
inmobiliaria española, por poner un claro ejemplo) en la crisis de deuda que
azota a la periferia europea, y los consecuentes recortes de gasto público que
han tenido que acometer países como España, Italia, Portugal y Grecia son los
principales argumentos expuestos por los críticos con el modelo alemán para
poner en entredicho su liderazgo económico y político en el Viejo Continente.