15/10/2013 | Martini Papa. El sueño convertido en realidad
Sandro Magister
Jesuita, arzobispo de Milán y cardenal, fue el más competente y ensalzado antagonista de los pontificados de Wojtyla y Ratzinger. Sus partidarios ven hoy en Francisco al que recoge su herencia y la pone en práctica
A siete meses de la elección como Papa de Jorge Mario
Bergoglio, las interpretaciones de este inicio de pontificado son
contradictorias.
Los juicios más positivos en el interior de la Iglesia, si no entusiastas,
sobre las primeras acciones del papa Francisco provienen de los partidarios del
cardenal que representó durante años, con gran competencia y amplio consenso,
la línea alternativa más clara a los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto
XVI.
Ese cardenal era Carlo Maria Martini, jesuita, ex rector del Pontificio
Instituto Bíblico, arzobispo de Milán desde 1979 hasta el 2002, fallecido el 31
de agosto del 2012, luego de haber dejado sus consignas en una entrevista
también muy crítica, publicada inmediatamente después de su muerte como su
"testamento espiritual":
>
Después de Martini, el debate sobre su testamento espiritual
(6.9.2012)
Quien recogió esta última entrevista fue el jesuita austríaco Georg Sporschill,
el mismo que en el año 2008 estuvo a cargo de la publicación del libro más
representativo del mismo Martini, también en forma de entrevista:
"Conversaciones nocturnas en Jerusalén":
>
Dios no es católico, palabra de cardenal (12.11.2008)
En los últimos años de vida, el cardenal Martini había acentuado sus críticas
en entrevistas y libros escritos junto con católicos "fronterizos"
como don Luigi Verzé y el experto en bioética Ignazio Marino, en los que
auspiciaba una actualización de la Iglesia también en cuestiones como el
comienzo y el final de la vida, el matrimonio y la sexualidad:
> Il “Day after” di Carlo Maria Martini (28.4.2006)
En el cónclave del 2005 Martini fue el cardenal símbolo de la fracasada
oposición a la elección de Joseph Ratzinger. Y los votos de sus partidarios,
junto a otros, confluyeron entonces precisamente en Bergoglio.
Ocho años después, en marzo del 2013, fueron también los
"martinianos" quienes quisieron la elección del mismo Bergoglio como
Papa. Esta vez con éxito.
Hoy ellos ven que se convierte en realidad, en las primeras acciones del papa
Francisco, lo que para Martini era solamente un “sueño”: el sueño de una
Iglesia “sinodal, pobre entre los pobres, inspirada en el Evangelio de las
bienaventuranzas, levadura y grano de mostaza".
En la nota que se reproducción a continuación, esto escribe y explica aquél al
que el cardenal Gianfranco Ravasi ha definido justamente como el “mayor experto
martiniano”: Marco Garzonio, figura de relieve del laicado católico milanés,
psicólogo y psicoterapeuta, editorialista del "Corriere della Sera",
autor en el 2012 de la más importante biografía de Martini, además de su
cronista y confidente de larga data.
Su última obra es un diálogo en forma teatral entre "el cardenal Martini y
su alma", puesta en escena en julio del 2013 en el Festival de los Dos
Mundos, de Spoleto, y ahora en cartelera en Milán y en otros teatros italianos.
La nota de Garzonio es la más explícita y argumentada interpretación escrita
hasta ahora y que enlaza el pontificado del papa Bergoglio con la herencia del
cardenal Martini.
Fue publicada en el "Corriere della Sera" del 11 de octubre.
__________
ESA DEUDA DEL PAPA CON MARTINI
por Marco Garzonio
Hay sin duda una gran dosis de novedad en el papado de Jorge Mario Bergoglio.
Pero el que ve solamente ese aspecto se equivoca respecto a él y a la Iglesia,
pues aplica solamente categorías de tipo político o en todo caso cómodas, hijas
de una cultura que acostumbra distinguir entre católicos "buenos",
abiertos a la modernidad, y católicos atados a tradiciones, ritos y poderes.
Las declaraciones de Francisco dadas a conocer por Eugenio Scalfari se leen en
clave de un hombre de Dios que se ha impuesto una tarea que sabe que es audaz:
transformar en fuego crepitante las brasas que se conservan sepultadas bajo una
pesada capa de cenizas, la cual ha logrado, también en tiempos recientes,
sofocar toda inspiración vital, antes que promover impulsos reformadores. Pero
son brasas vivas.
Algunos ejemplos los ha ofrecido el mismo Papa. Citó dos veces a Carlo Maria
Martini. Es ya un bello reconocimiento para el cardenal desaparecido hace poco
más de un año encontrarse en una galería que va desde Francisco de Asís a san
Agustín, de san Pablo a san Ignacio.
Para quien fue arzobispo de Milán durante más de veinte años muy difíciles,
Francisco expresa públicamente una deuda de reconocimiento extraordinario:
haber indicado durante años a los pontífices entonces reinantes, Karol Wojtyla
y Joseph Ratzinger, el modelo de una Iglesia "sinodal", es decir, una
institución en la que el Papa gobierna no como monarca absoluto, sino para
“servir”, ayudado por obispos y cardenales.
Al escuchar a éstos y al poder contar con su aporte, el Papa se convierte
efectivamente en jefe de toda la Iglesia, porque toma en cuenta las voces de otros
continentes, otras necesidades, otras preocupaciones, respecto a ese Vaticano
replegado sobre sí mismo y sobre la gestión.
Y como obispo de Roma, sin pretensiones hegemónicas ni de proselitismos
("una solemne necedad", dice Bergoglio), allana la vía del ecumenismo
y del diálogo interreligioso, sobre los cuales Martini centró su episcopado,
obteniendo más de un reproche oficial en cuanto poco atento, precisamente, al
proselitismo.
Cuando Martini, en 1981, como balance del primer año de episcopado y también de
los contactos con la Conferencia Episcopal Italiana y la Santa Sede, comenzó a
hablar de "Iglesia sinodal", debió presentar su intuición personal y
la vía de desarrollo de la Iglesia bajo la categoría de “sueño”.
Como hombre de fe y persona realista, además de prudente jesuita, había
entendido que sus argumentos no constituían una materia grata para los
funcionarios de la cúspide. Presentó sus ideas como meta quizás lejana, pero no
calló. Y pagó personalmente por ello.
También debió hablar de “sueño” casi veinte años después, con amargura y
desilusión en los umbrales del nuevo milenio, cuando creció la decadencia de
las fuerzas de Wojtyla y aumentó el poder de la “corte”, como llama hoy
Bergoglio a quienes están alrededor del pontífice. Tampoco fue comprendido por
algunos, fue enfrentado por la mayoría, por los mismos hermanos obispos y
cardenales reunidos en ese sínodo de 1999.
Martini creía y jamás renunció al “sueño” que ahora Bergoglio intenta hacer
avanzar para que se transforme en realidad.
En la entrevista del 8 de agosto de 2012, publicada el 1° de setiembre en el
"Corriere della Sera", día posterior a su fallecimiento, con el tono
grave del legado testamentario y de la exhortación profética, Martini señaló
también la vía práctica: el Papa se rodeó de doce obispos y cardenales porque
quiso que la barca de Pedro no se hundiera por las oleadas internas y por una
sociedad que no les cree más, como si lo hacía doscientos años atrás, en temas
como la familia, los jóvenes, el rol de la mujer (tema, éste, sobre el cual el
papa Francisco ha prometido hablar también).
Martini mantuvo firme el timón hasta el final. Y para dar todavía carácter más
incisivo y altura a lo que había dicho precisó que no soñaba más “sobre” la
Iglesia, sino que rezaba “por” la Iglesia.
Las oraciones deben haber golpeado muy alto si el cónclave, hace seis meses,
eligió a Bergoglio y él aceptó luego de una crisis casi mística.
Pero es cierto que si Francisco retoma esos temas y expresa un reconocimiento
público a quien lo ha inspirado es porque Martini no estaba entonces tan solo y
aislado como mucha publicidad católica buscó hacer creer durante años.
Como desmentida de la opinión pública oficial, hecha filtrar por los
funcionarios más encumbrados de la Santa Sede y de la Conferencia Episcopal
Italiana, y por un cierto maniqueísmo laico al que siempre le agrada señalar un
Martini “contra” el Papa, la doctrina y el magisterio, un gran río subterráneo
fluía bajo los sagrarios, los altares y los palacios sagrados.
Eran esos obispos y esos sacerdotes, esos laicos y esos dirigentes o
voluntarios de movimientos, para quienes no había que temer en absoluto que la
Iglesia perdiera poder temporal.
A partir del congreso eclesial de Loreto, celebrado en el año 1985, presidido
por Martini (y también antes de ese el de Roma, del año 1976, con Martini,
Giuseppe Lazzati y jesuitas como el padre Bartolomeo Sorge), fueron muchos los
que se reconocieron en la imagen de una Iglesia que, además de sinodal, fuera
pobre entre los pobres, inspirada en el evangelio de las bienaventuranzas,
levadura y grano de mostaza.
Por parte de un componente de la jerarquía se intentó la oposición a ese
recorrido y recuperar así la gestión directa ("clerical" la llama
ahora Bergoglio) del poder y de las relaciones con la política, en el momento
que llegó a su final el partido de la Democracia Cristiana y se produjo la
diáspora política de los católicos, en abierto disenso con Martini quien, por
el contrario, pensaba que el alejamiento de los católicos respecto al poder
serviría para “purificación”.
Francisco parte también desde allí, ciertamente con las declaraciones a los
diarios, pero también con actos de gobierno internos (Secretaría de Estado,
IOR, el grupo de los ocho cardenales) y los dirigidos a la Conferencia
Episcopal Italiana. Se encamina efectivamente hacia ello la elección del
presidente de los obispos italianos por parte de los mismos obispos, con
mayorías y minorías, con legitimación del debate y de posiciones diferentes, ya
no con designaciones oficiales y gestión autocrática.
Por cierto, se prepara para ser una Iglesia distinta la que Francisco delinea y
que ya se entrevé. Pero si será verdaderamente así, también a la cultura laica
le tocará efectuar un poco de autocrítica.
Tomemos un ejemplo. Bergoglio le dijo a Scalfari: " Y yo creo en Dios. No
en un Dios católico, no existe un Dios católico, existe Dios". En el año
2007, Martini dijo en el libro-entrevista "Conversaciones nocturnas en
Jerusalén": "No puedo afirmar que Dios sea católico. Dios está más
allá de los límites y de las definiciones que nosotros establecemos".
Muchos se rasgaron las vestiduras. En el mundo católico a algunos les pareció
casi una blasfemia. Pero también entre los laicos se sobresaltaron muchos. Por
ese libro Martini fue atacado también en el interior del grupo editorial de
L’Espresso, el grupo de Scalfari. No fue la primera vez ni la última.
Por eso, el trabajo que hay que llevar a cabo es mucho si se apuesta
verdaderamente a una sociedad y a una política en la que cada uno pueda dar su
propia contribución de aquello que puede y sabe. Con honestidad y coherencia,
dispuesto a meterse en discusiones.
Entonces el asombro y la admiración por el Papa serán auténticos y se lo
ayudará en las reformas, en cuanto obispo de Roma, tal como él tiende a
resaltar, pastor de un pueblo entero que camina con él.
Exaltarlo demasiado corre el riesgo de distanciarlo de ese pueblo que en gran
parte ya estaba cercano a sus ideas y lo esperaba. Y corre el riesgo también de
dañar su obra.
__________
El diario en el que apareció la nota de Marco Garzonio:
> Corriere della Sera
__________
Sobre la conversación entre el papa Francisco y Eugenio Scalfari, al que se
refiere Garzonio:
>
Las encíclicas tienen un nuevo formato: la entrevista
(7.10.2013)
__________
El congreso eclesial de Loreto, en el año 1985, al que se refiere Garzonio,
significó efectivamente la afirmación de la línea de Martini, quien lo
presidió, pero significó también su desautorización pública por parte de Juan
Pablo II. Con Martini fue desautorizada también la dirigencia de la época de la
Conferencia Episcopal Italiana.?.
En ese congreso, el teólogo que pronunció la conferencia guía, de pleno apoyo a
la línea de Martini, fue Bruno Forte.?.
Hoy Forte es arzobispo de Chieti-Vasto. El 14 de octubre el Papa lo nombró
secretario especial del sínodo de los obispos, programado para octubre de 2014
sobre el tema: "Los desafíos de la familia en el contexto de la
evangelización".
__________
Traducción en español de José
Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.
Chiesa (Italia)
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