Después de 16 días de incertidumbre, con el Estado federal a medio gas y a punto de suspender pagos, el presidente Barack Obama celebró este jueves con cautela la vuelta a la normalidad. Pero el líder demócrata teme que éste vuelva a ser sólo un capítulo más de una larga disputa y abroncó a los republicanos una vez más por "el espectáculo" de las últimas semanas.
"Nada ha hecho más daño a la credibilidad de Estados Unidos en el
mundo, a nuestra posición respecto a otros países, que el espectáculo
que hemos visto en las últimas semanas. Ha animado a nuestros enemigos, ha dado
poder a nuestros competidores y ha deprimido a nuestros amigos que nos miran en
busca de liderazgo estable", dijo Obama en una declaración y rodeado del
personal que se quedó de guardia en su oficina personal durante el cierre
parcial de la Administración.
"Los estadounidenses están completamente hartos de
Washington. En un momento en que nuestra recuperación económica
necesita más puestos de trabajos, más impulso, tenemos una
crisis auto-infligida que hace retroceder nuestra economía. Y, ¿para qué? No
había ningún motivo económico", dijo.
El presidente dio las gracias a demócratas y "republicanos
responsables" por unirse para salir del bloqueo e insistió en que no ha
habido "ganadores" en esta última crisis. Obama dijo a sus "amigos" del Congreso
que cambien "la manera de hacer negocios" en Washington. Les pidió que dejen de
escuchar a los blogueros y los comentaristas de la radio y la televisión, aunque
reconoció que la polarización de ambos partidos es un obstáculo. "No será fácil.
Hay mucho ruido ahí fuera. La presión de los extremos es fuerte", dijo.
El Congreso aprobó este
miércoles la subida del umbral legal de deuda pública para que el Tesoro
pueda seguir pidiendo dinero prestado y no tenga que declararse en
quiebra. Amplió el techo de deuda hasta el 7 de febrero, aunque el
Estado podrá mantenerse sin dificultades al menos hasta marzo por sus habituales
arreglos contables. La ley aprobada por las dos cámaras también incluye la
financiación del Gobierno central hasta el 15 de enero.
El objetivo es que antes de llegar a esos plazos los partidos cierren un
pacto más amplio sobre el presupuesto de la próxima década para rebajar los
números rojos reduciendo gastos y subiendo impuestos. El republicano Paul Ryan,
miembro de la Cámara de Representantes y candidato a la vicepresidencia en 2012,
y la senadora demócrata Patty Murray presiden ahora una comisión que
deberá presentar el 13 de diciembre propuestas para reducir el déficit
público a largo plazo. Obama defendió este jueves que "el crecimiento y
la responsabilidad fiscal" son compatibles y deben ser los dos objetivos.
El presidente firmó la ley media hora después de la
medianoche, cuando ya era jueves, es decir el día en que se acababa la
autoridad del Tesoro para seguir pidiendo dinero prestado y tendría que haber
tirado del efectivo disponible hasta suspender pagos en pocos días. Aunque
le quedan ahora unos 36.500 millones de dólares (es decir unos 27.000
millones de euros), esta reserva es insuficiente para cubrir los cerca
de 80 pagos que hace cada mes el Tesoro entre pensiones, sanidad, sueldos
públicos o intereses a los propietarios de su deuda. Cada día, según los datos
de 2013, el Estado central gasta unos 2.500 millones de dólares (unos 1.800
millones de euros) más de lo que ingresa. Éste es el verdadero problema de fondo
que demócratas y republicanos siguen sin afrontar a largo plazo.
Marcha atrás
El bloqueo de la financiación rutinaria por parte de republicanos los más
anti-gubernamentales tampoco era por este debate, sino por la reforma sanitaria
para aumentar el número de asegurados en Estados Unidos y que no tiene ninguna
relación con la crisis fiscal. Varios líderes republicanos estaban en
contra de mezclar los debates y casi todos reconocieron su derrota: la
única concesión que lograron fue que la ley del miércoles incluyera más papeleo
para controlar los ingresos de los ciudadanos que piden subvenciones para
pagarse la cobertura médica.
Este jueves la vida volvía a la normalidad para decenas de miles de
funcionarios que llevaban en casa sin cobrar desde el 1 de octubre por el cierre
parcial del Gobierno. Parte del acuerdo es que recibirán pagas retroactivas por
los días del bloqueo. Los suspendidos sin sueldo llegaron a ser cerca de
800.000 y aún había unos 350.000 paralizados.
El vicepresidente Joe Biden fue a recibir a algunos por la
mañana a la oficina de la agencia de protección medioambiental. Y el jefe de
gabinete de Obama, Denis McDonough, hizo lo mismo con el personal de la Casa
Blanca, dando palmaditas en la espalda y gritando "Good morning!".
Ésta la cuarta agónica disputa fiscal, medio resuelta en el último momento
posible, de la Administración Obama con el Congreso desde 2010. Algunos líderes
esperan que no se repita, si bien sólo se han vuelto a retrasar los plazos.
"No hay garantías de nada... Espero que todo el mundo salga de esto
con la lección de que es innecesario. Y espero que podamos volver a
ganar la confianza de los estadounidenses", dijo Biden. Utilizando una expresión
de Madeleine Albright, añadió: "Somos un país indispensable. Y
poner en cuestión nuestra confianza y nuestro crédito aunque sea un momento no
es responsable. Espero que éste sea el final".
La cooperación, sin embargo, no será fácil con republicanos divididos y muy
tocados por su lucha interna y por el bajón en las encuestas. En el Senado, de
mayoría demócrata, miembros de los dos partidos acabaron celebrando el fin de la
agonía juntos. Veintisiete senadores republicanos se unieron a los 54
demócratas para apoyar la legislación mientras 18 republicanos votaron
en contra, entre ellos el presidenciable Marco Rubio. En la Cámara de
Representantes había peor ambiente. John Boehner, el republicano que preside la
Cámara, aceptó votar la norma aunque sabía que no tenía el respaldo de la
mayoría de su grupo, violando su criterio habitual. La ley se aprobó con el
apoyo de 198 representantes demócratas y 87 republicanos, pero 144 republicanos
votaron en contra, entre ellos hasta Ryan, nombrado mediador por la ley.
La votación en la Cámara fue más agitada. Causando aún más revuelo, de
repente una taquígrafa que transcribía el pleno se puso a gritar durante la
votación. "La gran mentira es que ésta no es una nación bajo Dios. Nunca lo ha
sido", decía mientras los agentes de seguridad se la llevaban.