Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
Dossier Francisco I  
 
19/10/2013 | Se equivoca el Papa

Ricardo Gil Otaiza

Llama poderosamente la atención del mundo occidental la titánica tarea autoimpuesta por el papa Francisco, de cambiar a la Iglesia universal y, sobre todo, a la curia romana.

 

Desde su primer día de pontificado la prensa internacional no ha cesado en reseñar información en tal sentido, llegándonos de manera continua frases lapidarias, sentencias, críticas acérrimas a las viejas formas y a sus propios antecesores. Hace poco el Pontífice nombró una comisión constituida por un grupo de  purpurados procedentes de distintas naciones, que le acompañarán en su tarea de deslastrar a la institución eclesiástica de tanta maledicencia que mucho daño le ha causado en los años recientes. En la fotografía se veía al Papa con su sonrisa característica rodeado de los cardenales designados, quienes desde ahora se declaran en sesión permanente y producirán en breve tiempo decisiones que de alguna manera imprimirán a la Iglesia visos de "nuevos aires" y remesones en sus vetustos cimientos.

No obstante, y muy a pesar de las buenas intenciones del nuevo Papa, acompañadas por una sincera preocupación por lo que en su entorno acontece, siento que se equivoca en la estrategia, porque el cambio no se decreta, sino se genera sobre la base de propulsar desde las bases deseos de ir hacia mejores derroteros organizacionales. He venido analizando sus declaraciones, y lo que la prensa internacional habla al respecto, y considero que lo dicho por el Sumo Pontífice a propósito de sus deseos, más que generar confianza y de producir una efervescencia que propugne a nuevos estadios de interrelación al interior de la Iglesia, genera resquemores y miedo por lo que podría venir a corto o mediano plazo. Hasta ahora el mundo le aplaude al papa Francisco su estilo directo y popular, y ve con buenos ojos que se aparte de la larga tradición que erigía a la figura del Pontífice como alguien inalcanzable y frío, ajeno al mundo de lo meramente humano y terreno, pero tal disposición podría cambiar de un momento a otro porque todo liderazgo se agota con el paso del tiempo; máxime si tal "luna de miel" se sustenta en "absurdas" pretensiones de querer escuchar del Papa su aquiescencia frente a temas medulares de nuestro tiempo como son el aborto, la eutanasia y el sacerdocio femenino, que tocan los principios éticos propios de su investidura (en el caso de los dos primeros), y vulnera en el caso del tercero una larga tradición de más de dos mil años de historia.

Se equivoca el Papa cuando critica y a veces mofa de manera pública a las religiosas por su condición de mujeres solteronas; igual consideración con respecto a los sacerdotes. Se equivoca el Papa cuando critica a muchos de sus antecesores en el trono de Pedro al referirse a ellos en términos despectivos e irrespetuosos. Y se equivoca en todas estas circunstancias, porque con ello horada el respeto y la credibilidad que millones de personas sienten (y han sentido en épocas pasadas) por esas personas, que con todas sus fallas y equivocaciones humanas (graves, muchas de ellas) han logrado llevar a la Iglesia en su devenir a un puerto más o menos seguro. Se equivoca el Papa porque como cabeza visible de la Iglesia es el menos llamado a sacar los trapitos al sol sin caer en la tentación de pensar (o tal vez considerarse) químicamente puro. El líder no puede pensar que a partir de su persona comienza la historia de aquello a lo que fue elevado y mucho menos pretender hacer borrón y cuenta nueva sin medir las consecuencias de una hecatombe que podría dar al traste, no solo con sus intenciones salvíficas (loables, ni decir), sino también con su propia institución.

Como profesante de la misma fe del papa Francisco, aplaudo su interés por renovar a la Iglesia; creo que todos lo anhelamos.  Empero, como queda dicho, disiento de sus maneras y de sus arrebatos de sinceridad que algunas veces rayan con la imprudencia y el buen gusto. Los cambios, repito, no se decretan, se propugnan al interior de las organizaciones, de tal modo que todos seamos ganados a ellos y nos convirtamos en agentes multiplicadores de los mismos, y que no impliquen esto es fundamental innecesarias rupturas ni desgastes de energía que conlleven decepción, dolor y amargura. Los "cambios" impuestos se transforman de inmediato en camisas de fuerza, en corsés que logran maniatar los procesos, y a la larga si no ha habido interiorización de los mismos se vuelve a las viejas costumbres y modos, perdiéndose así un tiempo precioso. Imponer cambios a la brava en una institución profundamente humana como es la Iglesia universal, amén de un error táctico (sustentado tal vez en la infalibilidad acreditada a su figura), es condenarla a que nada cambie y a resquebrajamientos que podrían significar grandes pérdidas. En todo caso, es preferible sumar voluntades que restar corazones.

@GilOtaiza

El Universal (Ve) (Venezuela)

 



Otras Notas del Autor
fecha
Título
27/07/2012|
27/07/2012|
27/07/2012|
27/07/2012|

ver + notas
 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House