01/11/2013 | La ''suprema felicidad'' y los cimientos del populismo
Alberto Medina Mendez
Describir las características de un régimen político es una tarea compleja. Su configuración nunca es lineal, sencilla, ni tampoco transparente.
Una serie de hechos
cotidianos, de decisiones gubernamentales, han permitido encontrar ciertos
rasgos comunes entre las administraciones demagógicas de este tiempo.
Muchos analistas han preferido detenerse en sus aspectos más evidentes, en los
más visibles, a veces por lo trágico de sus consecuencias y otras solo porque
la creatividad de la corporación no deja de sorprender.
Una noticia reciente, pone nuevamente el foco en un tema central que ayuda a
desenmascarar las profundas convicciones de este modo de concebir la acción
política.
El populismo es por definición una "doctrina política que se presenta como
defensora de los intereses y aspiraciones del pueblo para conseguir su
favor".
Venezuela dio a conocer la creación del "Viceministerio para la suprema
felicidad social del pueblo". La novedad tiene costados grotescos. Pero
independientemente de lo absurdo de la decisión tomada en el contexto electoral
doméstico, la misma desnuda la esencia del credo que la sostiene.
No se trata de un anuncio aislado. Está enmarcado en la necesidad de captar
votos. La política entiende que así piensa la mayoría de la gente y que
entonces aceptará este proyecto con absoluto beneplácito.
Muchos son los que consideran que es el Estado, y más aún el gobierno de turno,
el encargado de proveer felicidad a los ciudadanos. Este dislate, puede sonar
ridículo para los que aun conservan los pies sobre la tierra y hacen de la
responsabilidad personal una forma de vida. Pero son demasiados los que están
convencidos de que es el Gobierno el que debe proporcionar prosperidad,
haciendo lo imposible para puedan disfrutarla.
Así es que se ha instalado la percepción de que los políticos son
"semidioses" que pueden conseguir que la sociedad pueda progresar.
Esa concepción ideológica asume esta perspectiva porque le resulta funcional a
sus intereses. Si todos piensan que la felicidad la debe suministrar el
gobierno, pues la tarea ciudadana ya no consiste en el fastidioso esfuerzo de
trabajar y capacitarse sino que solo implica votar a los políticos que pueden
hacerlos felices. No se trata de un pensamiento casual o inocente.
Esa casta política, que no es patrimonio exclusivo del presente ya que la
historia es rica en ejemplos de esta naturaleza, ha desvirtuado el sentido de
las funciones del Estado, han convertido a los gobiernos en maquinarias que
prometen sueños, ilusiones y esperanza de modo ininterrumpido.
El nacimiento de las modernas modalidades de vida en comunidad, la llegada de
los Estados tenía que ver con garantizar los derechos a la vida, a la libertad
y a la propiedad. En tanto el Estado asegura la vigencia de esos derechos, son
los seres humanos los que se procuran su suerte, llevando adelante en libertad,
su propio plan de vida, en la búsqueda de esa felicidad que cada uno concibe de
modo diferente y subjetivo.
Este pensamiento mágico, este conjunto de nociones trasnochadas, no llegan aquí
de la mano del azar. Han sido pormenorizadamente pergeñadas durante décadas,
por filósofos, pensadores y hombres de la política que fueron diseñando esta
fantasía de que alguien, un iluminado y su banda, vendrían a resolver los
problemas de todos.
Es por eso que hoy tantos ciudadanos le piden, y hasta le exigen, al gobierno
ya no la vigencia plena de sus derechos para desarrollarse en libertad, sino
una absoluta garantía para disponer del acceso a la salud y a la educación, al
trabajo y a la vivienda, y a cuanta demanda se les ocurra.
El gobierno de Venezuela ha dado un paso más, tal vez solo una anécdota para
algunos o una humorada para otros, pero a no dudar que esta determinación se
sustenta sobre la creencia más arraigada de estas sociedades, esa por la cual
el Estado debe asegurar la felicidad, redoblando la apuesta de los demagogos de
siempre, que apuntan otra vez a uno de los más importantes cimientos del
populismo.
InfoBae (Argentina)
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