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18/11/2013 | Chile - Apuesta por 'mamá Estado'

Martín Santiváñez Vivanco

Las propuestas de Bachelet contemplan un Estado que intervenga más, gaste más y controle la educación, alterando el rumbo de las políticas públicas responsables del crecimiento modélico de Chile.

 

Más de 13 millones de chilenos estaban habilitados para votar ayer en las primeras elecciones presidenciales que se han realizado en Chile con el sistema de inscripción automática y voto voluntario. Michelle Bachelet, la candidata de la izquierda, aspiraba a completar con su eventual victoria el proyecto filo-estatista que altera el rumbo de las políticas públicas responsables del crecimiento modélico de Chile.

El plan de Gobierno presentado durante la campaña por Bachelet (incremento en los impuestos, reforma de la Constitución, creación de una administradora de fondos de pensiones estatal, fortalecimiento del sindicalismo, etcétera) no es precisamente el epítome del proyecto demo-liberal que dio origen a la Concertación como punta de lanza para la derrota del pinochetismo y generó una época de riqueza y crecimiento sostenido.

Ciertamente, muchas de las propuestas de Bachelet destilan una desconfianza en el papel emprendedor del individuo, trasladando el eje de la reforma política del individualismo activo y empresarial al estatismo y su maquinaria reformista. Es un hecho que Bachelet ha hecho campaña sosteniendo que el gasto del Gobierno es justo y necesario, legitimando esta expansión estatal mediante el empleo de esos conceptos tan popularizados por los reformismos progresistas que dan pescado sin enseñar a pescar: «democracia participativa» y «lucha contra la desigualdad».

El gran consenso social-demócrata que dio origen a la expansión económica y democrática de Chile se está desvaneciendo y el discurso político de Bachelet antes que sostener recetas para la mejora de la productividad se inclina por una cosmovisión que ralentiza las mejoras operativas del sistema chileno.

El discurso de la inclusión social es, en la práctica, políticamente correcto. Todos lo aplauden, pero tropiezan al descender al plano de la implementación técnica. Los países gobernados por la izquierda democrática latina han aprovechado el gran momento económico de la región para establecer programas sociales de dudosa sostenibilidad en el tiempo. Además, han encargado la gestión de los subsidios a un Estado históricamente ineficaz, incapaz de garantizar la continuidad de un esfuerzo público sin cargar sus promesas electorales a las nuevas generaciones. La construcción de un Estado de Bienestar, tal y como lo plantea el plan de Gobierno de Bachelet, desincentiva el emprendimiento y la libertad del capital.

Su proyecto educativo constituye la piedra de toque de su reformismo y también el punto más débil desde el punto de vista de las políticas públicas. Sabemos que las reformas educativas de calidad implican una transformación paulatina y una labor de adecuación al escenario local ('tailoring'). Lo que se desconoce es cómo construirá el Ejecutivo de Bachelet «la gratuidad», aunque existen fundadas sospechas sobre quiénes pagarán por la estatización de la agenda escolar: los contribuyentes.

¿Logrará la Alianza recuperar un liderazgo capaz de ejercer una oposición real a Bachelet? El nuevo discurso político de la izquierda de Nueva Mayoría está emparentado con la vieja ambición populista de un mayor protagonismo del Estado. Hasta aquí no hay mayor diferencia con lo que siempre ha defendido el progresismo latino. Por otro lado, el centroderecha no ha defendido de manera efectiva las conquistas modernizadoras del modelo chileno, favoreciendo con sus complejos el voluntarismo ideológico de los candidatos de izquierda. La nueva Bachelet aspira a un Estado que intervenga más, gaste más y controle la educación.

Es una pena, porque al igual que en España, la época de las vacas gordas no durará para siempre. Pronto veremos si el modelo paradigmático que generó tanto crecimiento en la región sobrevive en esencia, si las profundas reformas que plantea la nueva Bachelet encuentran un equilibrio en el Poder legislativo o si, finalmente, triunfa el adanismo político y los chilenos apuestan por mamá Estado, entregándose al asistencialismo y bebiendo, alegres, el dulce absenta de la subvención.

Martín Santiváñez Vivanco es Visiting Fellow del Center for Transatlantic Relations de SAIS Johns Hopkins University.

El Mundo (España)

 


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