Bajo el criterio anterior, las diez tendencias que enfrentará el mundo en el año entrante, reveladas por los expertos del World Economic Forum, hablan mucho más de nuestro presente establecido que de lo nuevo que puede traer el futuro. Obtenidas promediando las opiniones de 1.500 sabios, reunidos –a su vez– por medio de la Red de Consejos de la Agenda Global de esa misma institución; tiene la virtud de provenir de 80 grupos que agrupan a esos líderes de opinión pertenecientes al campo de las empresas, gobiernos, universidades, organizaciones internacionales y la sociedad. Y el defecto de…, bueno, venir de ahí mismo. Sucede que los expertos no suelen ser duchos anticipando el futuro: saben demasiado de lo que se considera importante en cada uno de sus campos respectivos. Su prestigio e ingresos se basan en ello. Que esto último sea así no es menor. Como lo definió con tanto brillo el escritor estadounidense Upton Sinclair: “It is difficult to get a man to understand something, when his salary depends on his not understanding it.” Y si el sueldo de alguien depende de no anticipar futuros que pongan en peligro su sueldo y el de sus empleadores, no lo anticipará.

Por ende, los expertos reconocidos tienen más que perder al equivocarse (o al reconocer que no saben qué es lo que se viene), en consecuencia sus predicciones suelen ser conservadoras. Al mismo tiempo, esa misma sobrecarga de información “relevante” los lleva a no tener a la vista los elementos marginales que finalmente operan como gatillos de los cambios “inesperados”. O sea, los que no responden a los patrones habituales. Porque si el pasado diese la receta del futuro, la Historia sería un sendero constante en medio de un valle y no el camino de alta montaña que realmente es.

De todas formas, como se dedican “a abordar los problemas más urgentes y oportunidades de nuestro tiempo y su objetivo es ofrecer nuevas ideas y soluciones”, no está demás saber cuáles son esas tendencias, porque tal listado representa la visión de la elite global sobre los temas que se consideran relevantes a corto y mediano plazo. Para ellos éstos son los siguientes:

1.- Tensiones sociales crecientes en el Cercano Oriente y el Norte de África.

2.- Brechas crecientes de riqueza.

3.- Desempleo persistente.

4.- Intensificación de las cyberamenazas.

5.- Inacción respecto al cambio climático.

6.- Pérdida de confianza en las políticas económicas.

7.- La ausencia de valores en el liderazgo.

8.- La expansión de la clase media de Asia.

9.- La importancia creciente de las megaciudades.

10.- La difusión cada vez más acelerada de la desinformación online.

¿Alguna sorpresa? La afirmación, debida al ya fallecido historiador Eric Hobsbawm, de que el siglo XXI podría ser una centuria donde la combinación de alta movilidad global, estados fallidos y una cada vez mayor concentración de poder de fuego en armas compactas hasta el ridículo, llevaría a la reaparición de mercenarios-condottieris, operando como task forces de despliegue rápido, resulta más novedosa. ¿Qué hacer entonces? Hay una receta. Si se trata de balanzas de cuenta corriente, el éxito o fracaso de un nuevo auto o smartphone; para anticipar algo útil es necesario obtener la máxima cantidad de información numérica posible, revisarla desde todos los ángulos y con todas las proyecciones. Pero si se trata de cosas realmente importantes, grandes temas, cual es el caso de guerras, megainversiones mineras, alianzas internacionales, candidatos a la presidencia y matrimonios; la intuición, la corazonada, ese output de la mejor computadora capaz de qualia existente en el universo, sigue siendo la herramienta más útil para desentrañar un 2014 que ya nos toca a la puerta.