Aspectos teóricos de un problema coyuntural.

Explicación teórica acerca del surgimiento de las maras
La entrada a la modernidad produjo una importante ruptura del tejido social. Esa ruptura implicó un resquebrajamiento de los lazos de solidaridad antes constituidos.

El concepto de socialización cambió, al tiempo que se modificó la producción de la subjetividad.
La socialización suponía una concreta primacía de lo social por sobre lo individual.
No obstante, el proceso de secularización que la modernidad trajo consigo, terminó por ubicar a los individuos en el centro de la escena. Esto último, indudablemente modificó el entramado de las relaciones sociales dando lugar a nuevas formas de presentación de la cultura juvenil.

Porque entre los efectos que produjo la industrialización; la explosión demográfica; el proceso inmigratorio; la prolongación de los barrios pobres; la crisis de la familia tradicional y su decadencia; la desinstitucionalización; y la debacle del sistema educativo, se encuentra la intrínseca modificación de las culturales juveniles.

Modificación que repercute en la conformación de los vínculos entre individuos de distintos sectores sociales, produciendo claros antagonismos que ya no se presentan como la lucha de clases que planteaba, allá lejos y hace tiempo, Karl Marx mientras pensaba la sociedad.

Es decir, hoy en día, las sociedades ya no pueden pensarse en términos explícitos de lucha de clases, pueden pensarse sí, en términos antagónicos de grupos sociales afectados de distintas maneras por la globalización.
Pues todo aquello que los negocios, las finanzas, el comercio y la movida informática ha generado y que se considera como un proceso globalizador, ha ocasionado, según la línea de pensamiento del sociólogo Zygmunt Bauman, una ampliación en las libertades de algunos y un destino cruel e indeseado para el resto.

La globalización ha tenido consecuencias humanas graves, fundamentalmente en América Latina y Centroamérica, ya que este proceso contribuyó, entre otros, a la creación y rápida propagación de las pandillas juveniles por todo el continente.

Por tales motivos, las pandillas juveniles formaron una especie de microsociedad dentro de la sociedad (macro) Con sus propios códigos, reglas de obligación mutua y sentimientos de pertenencia bien delimitados, las maras poseen su propio sistema de metas y medios.

Bajo esas características, las maras o pandillas, según desee llamárseles, demuestran un síntoma de anomia social que se encuentra reflejado en el delito, la inadaptación y la constante autodefensa.
Son agrupaciones de individuos, menores de edad en su mayoría, que se revelan frente al orden social establecido. Y lo ponen en jaque a través de una fuerte oposición a los valores culturales dominantes de los sectores medios y altos.

Policía, escuela y justicia, son algunas de las palabras que no pertenecen a su universo de significados. Son valores y comportamientos propios de los sectores antes mencionados.
Conforman una subcultura que encuentra su ancla en el poder adquirido mediante la unión, y el terror que generan en los lugares donde tienen sus centros de operación.

Los favorecidos por la globalización son para los pandilleros culpables de tener lo que tienen, así como de que ellos no posean lo que quieren. Es decir, la culpa no es privativa del sistema.

Por otra parte, estas pandillas también marcan un estado de descomposición social que se viene dando en Centroamérica y que se propaga por el mundo mediante la reproducción de la violencia como forma de vida, puesto que las sociedades -en especial las latinoamericanas- están en permanente transformación. “Masas de individuos deben enfrentar contextos estructurales completamente diferentes de aquellos que presidieron la configuración de su subjetividad.” (Tenti Fanfani; 2002)

Finalmente, de todos los efectos modernos que hacen del mundo un cambio constante, el resultado más visible es el individuo escindido y atravesado por profundas contradicciones.
Contradicciones que desestructuran y desestabilizan aún más la familia, aumentando así, la deserción escolar y la incursión en las maras.

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