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Dossier Francisco I  
 
06/12/2013 | El pacto de Acuario

Ariel Hidalgo

El Papa Francisco acaba de dar a conocer lo que muchos consideran su primera encíclica, Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio), puesto que la presentada meses atrás, Lumen Fidei, se consideraba obra de Benedicto XVI. En 142 páginas Francisco plantea importantes reformas que en conjunto él ha definido como la “conversión del Papado”:

 

• Mayor énfasis en la descentralización del Papado, porque “no es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales”.

• Desburocratización de la Iglesia. Dejar atrás lo que él considera una iglesia burocrática y transformarla en una Iglesia misionera.

• Dar más participación a la mujer en la Iglesia y mayor presencia en todas las estructuras sociales (no se habla de su derecho al sacerdocio pero se prepara el camino).

• Dar mayor prioridad a los pobres y rechazo a una economía donde grandes masas “se ven excluidas y marginadas”.

Aunque algunos de estos puntos ya estaban presentes o esbozados en el Concilio Vaticano II hace medio siglo, nunca se habían presentado con tanto énfasis y determinación. Estas declaraciones y la conformación de un comité de cardenales para reformar la curia vaticana, constituyen casi una declaración de guerra a los vestigios de una iglesia tradicionalista y el preludio de una revolución dentro de la propia Iglesia con una tendencia que anuncia el retorno al cristianismo originario de los primeros siglos cuando vivían en comunidades y las mujeres podían llegar a ser obispos, la Iglesia del Pez, símbolo de los perseguidos, cuando la Cruz era todavía el signo de la caballería romana, el símbolo de los perseguidores.

El pez y no la cruz era el signo hallado en las catacumbas y aún se discute su significado, si era porque Jesús escogió a pescadores entre sus primeros discípulos con la promesa de convertirlos en pescadores de hombres, si fue el resultado del acróstico de una frase: Iesous Christos Terous Ios Salvador (Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador) para formar la palabra ICTIS, que en griego significaba pez, una interpretación que nos parece demasiado rebuscada, o si fue por la era astrológica Piscis que ya había comenzado, pues cada 2200 años aproximadamente en el cielo se presentaba la imagen de una constelación diferente (sucediéndose en sentido contrario a los signos del año), como lo había sido Aries en tiempos en que Moisés sacrificaba carneros a Yavé, o Tauro, en la época en que el rey Minos de Creta rendía culto a los toros.

Pero aquel cristianismo pisciano con sus enseñanzas de amor y paz no podía sobrevivir en una época donde predominaba el odio y la guerra de la civilización patriarcal, y un emperador astuto finalmente pudo destruir aquella iglesia sustituyendo las crucifixiones y los voraces leones por ofrecimientos de prebendas y cargos que un grupo de obispos ambiciosos no pudieron resistir. Surgió así el cristianismo de la cruz, mezclado con elementos mitraicos y de paganismo romano –las otras dos religiones importantes de Roma– porque así convenía al emperador Constantino en aras de la unidad del Imperio. Se sustituyó la prédica de la paz por el concepto de “guerra justa” (el declarar cual era justa o no, era competencia, por supuesto, del Emperador). Y por ese rumbo se allanó el camino de las sangrientas cruzadas y de la terrorífica Inquisición. El cristianismo pisciano no murió, pero quedó relegado en la marginalidad de la sociedad como corriente contracultural que a veces era reprimida de la forma más despiadada, como los casos de los cátaros y los anabaptistas.

Hubo que esperar 16 siglos para empezar a ver, con el comienzo de la crisis y desintegración de la civilización patriarcal en los albores de la Era de Acuario, las primeras reformas que iniciaban –no sin grandes riesgos– la rectificación del rumbo de la iglesia cruzada (la de la cruz). Regocijémonos de este acercamiento a la iglesia de los orígenes que empezara a impulsar hace medio siglo Juan XXIII y que hoy prosigue tan valientemente el Papa Francisco, todo esto que en suma significa, tácitamente o no, el Pacto de Acuario.

El Nuevo Herald (Estados Unidos)

 



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