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16/12/2013 | La Argentina en blanco y negro

Ricardo Roa

Primero fue la apariencia de un llanto cuando le entregaba a la distancia un premio a Joan Manuel Serrat. Luego ese discurso, en el que se mostró tal cual es y ha sido siempre: crispada, desparramando culpas sobre la explosiva situación del país y exculpándose ella y su Gobierno de toda responsabilidad.

 

Finalmente llegó lo más asombroso de esa noche blanca y negra de la Argentina, como el vestido de la Presidenta: ella tocando un tambor y bailando alegremente el ritmo de murga que parece hipnotizarla. Fue blanca porque se celebraban los 30 años de democracia y negra porque había 9 muertos y muchos miles de personas aterrorizadas por los saqueos y la ausencia de policías.

Negra también por actitudes como la del gobernador Alperovich: cuando vio que el clima se volvía más espeso, lo primero que hizo fue poner a salvo los autos de sus concesionarias. La bronca en Tucumán continuaba anoche (pag. 5).

Lo asombroso de Cristina Kirchner fue ese recorrido de las lágrimas amagadas con Serrat a la sonrisa plena y a la danza. Pudo haber limitado la recordación a sus palabras, aunque el 90% de su discurso no tuvo ningún otro propósito que el autobombo. Si, pese a lo que dictaba el sentido común y contra la opinión de la mayor parte de la oposición, para ella era inevitable celebrar, el show estaba demás.

¿Por qué bailó Cristina? Es demasiado decir que lo hizo porque el show debe continuar. Lo cierto es que bailó y festejó en un país quebrado y con miedo, como si ella y Néstor hubieran ganado un campeonato personal de democracia y como si esa fiesta de fantasía pudiera imponerse a la realidad.

Adentro de la Rosada hubo, como siempre, obsecuencia para regalar aunque el arca de aplaudidores apareció raleada, acorde a los nuevos tiempos. Muchos funcionarios y militantes y militantes-funcionarios y pocos empresarios, más escasos aún que los sindicalistas. También, algún invitado especial como Ricardo Alfonsín, que va a todos los lugares donde lo invitan, incluso a una fiesta como ésta que él mismo pidió que fuera postergada.

El que eligió tomar alguna distancia de la cantinela cristinista fue Serrat, distinguido por la defensa de los derechos humanos. El catalán pidió permiso para decir algunas cosas y lo que dijo no fue lo que Cristina hubiera querido escuchar, justamente porque marcó diferencias con ella. “La democracia es el gobierno de todos.

Hay que seguir peleando por educación, salud, justicia y administración más democráticas ”, dijo. Quiso decir: todas estas cosas todavía faltan.

Y más que eso: le dedicó su premio a todos los argentinos, “a los que pelearon y no están, a los que pelearon y están, a los pelearon y dejaron de pelear, a los que no pelearon y hoy pelean”. Traducido: los derechos humanos no tienen un único dueño y que cada cual se calce el sayo que le corresponde.

Clarin (Argentina)

 



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