Las negociaciones del proceso de paz que reinician hoy su marcha en La Habana, tras el paréntesis navideño, se han convertido en el eje de las campañas electorales que arrancaron en Colombia de manera oficial con el inicio del año. El presidente Juan Manuel Santos, que aspira a repetir mandato con la carta de la salida política al conflicto armado como su mejor apuesta, lanzó una zanahoria a las FARC y un palo a Álvaro Uribe en un discurso del fin de semana.

"Nadie está sometiendo a la contraparte a que se arrodille y se rinda, estamos dando una salida digna, que es como terminan todos los conflictos", dijo el presidente, en respuesta al aluvión de críticas que le hizo Uribe, su mayor rival. El ex presidente había reprobado la decisión del Gobierno de renunciar a juzgar a alias 'Julián Conrado', que estaba preso en Venezuela pendiente de ser extraditado a Colombia para responder por numerosos crímenes. Retiró su solicitud con el fin de permitir que las autoridades del país vecino enviaran directamente a Cuba al preso para integrarse al equipo negociador de la banda terrorista.

Mientras para Uribe y sus huestes se trató de una seña más de la impunidad que se avecina a cambio de firmar un acuerdo con las FARC, para el 'santismo' supone un paso normal en la búsqueda de la paz y un precio que debe pagar la sociedad que, dijo el presidente, "está aburrida de la guerra". No hay que olvidar que las encuestas muestran que alrededor del 70% de los colombianos apoyan la búsqueda de una salida negociada al conflicto pero un porcentaje mayor no quiere ver a la guerrilla haciendo política y, menos aún, liberándose de la cárcel.

Sin fecha para un pacto

En ese juego de equilibrios se moverán los partidos y sus candidatos en las próximas semanas. Un bloque mayoritario, que apoya a Santos, aboga por seguir sentados a la mesa de Cuba con las FARC e iniciar otro proceso paralelo con el ELN. Se autoproclaman "amigos de la paz", aseguran que habrá algún tipo de justicia restaurativa para los autores de crímenes atroces, que no necesariamente supone pasar por la cárcel, y tildan de "enemigos de la paz" al 'uribismo', el único movimiento que rechaza los diálogos tal y como los están llevando a cabo.

Aunque Juan Manuel Santos había prometido que concluirían las conversaciones en noviembre pasado, ahora no ponen fechas y ya nadie duda de que no cerrarán ningún pacto antes de los comicios presidenciales de mayo, pero en Casa Nariño confían que la sola esperanza de concluir una guerra de medio siglo será suficiente para repetir mandato.

El lunes las delegaciones de las FARC y del Gobierno emprenden en La Habana el ciclo diecinueve, en el que abordarán el punto tres de la agenda, relativo a los cultivos ilícitos. Será la tercera ronda en que abordan la cuestión, donde lo más espinoso será que la guerrilla acepte que son un cartel poderoso de narcotráfico, aliado de grupos mafiosos, y estén dispuestos a acabar con esa lucrativa fuente de financiación. También será clave abordar la solicitud de extradición de medio centenar de jefes guerrilleros, por parte de Estados Unidos, por traficar con drogas, una espada de Damocles que pende sobre ellos.

Al mismo tiempo que hace concesiones a las FARC, Santos no deja de proclamar que sus fuerzas militares seguirán "a la ofensiva, con toda su contundencia", hasta firmar la paz.