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16/01/2014 | Bajo el yugo de los Caballeros Templarios

Jacobo G. García

La población se une a las autodefensas mexicanas para plantar cara a los cárteles

 

German (llamémosle así) lleva un enorme crucifijo colgado del pecho, el pelo rapado, una pistola en el cinturón y una camiseta blanca que dice: Grupo de Autodefensa. Por primera vez desde hace muchos meses pasea tranquilo y no paga "la cuota".

No había pasado ni una semana desde que abrió su tienda cuando un grupo de adolescentes se presentó en ella para mantener la siguiente conversación:

-"¿Ya sabe que tiene que pagar la cuota de protección para que no te pase nada?"

-"¿Protección? ¿De quién?"

-"De nosotros"

Desde entonces y con la precisión de un relojero, mensualmente se presentaron en su negocio de venta de ruedas y le obligaban a enseñar los cuadernos de contabilidad. "Llegaban cinco tipos armados en un vehículo, me pedían ver el balance mensual y a partir de ahí establecían la cantidad. Durante cuatro años pagué 2.000 pesos mensuales (125 euros). Cuando mejor me iba decidieron subirme la tarifa y además cobrarme un 10% de los ingresos" recuerda..

'Se acabó el miedo'

"No les importa si no tienes para comer y la única vez que protesté me dijeron que si el negocio no era rentable que cerrara". "Ellos se paseaban por el pueblo con total tranquilidad apuntando en una libreta lo recaudado. Recorrían la calle sin que nadie les dijera nada", explica bajo el sol en la avenida principal de Antúnez, uno de los pueblos 'liberados' por los grupos de autodefensa que se han levantado en armas contra el yugo. En el momento en que no pagué me llevaron tres días, me dieron una paliza y me tiraron en la calle. Tuve que pagar otros 50.000 pesos para ponerme a bien con ellos", se lamenta.

Por primera vez, Germán, un gigantón de 1'90, franco y directo como la gente de esta tierra, camina sin mirar continuamente hacia atrás, mientras los vecinos le saludan o invitan a comer, a modo de reconocimiento.

"Al principio eran grandes empresas pero luego siguieron con las tiendas pequeñas y poco después hasta con los vendedores ambulantes. Incluso la piratería está controlada por ellos. Nada que dé dinero se les escapa" añade. "Pero hoy tenemos 33 municipios liberados y no pararemos hasta que quede limpio los 113 municipios de Michoacán. Se acabó el miedo" sentencia.

Junto a él, un viejo coche cargado de sandías ofrece su producto a fuerza de megáfono. "Nosotros pagamos 200 pesos a la semana, cuando en realidad no sacamos ni 100 pesos diarios, así que dos días de trabajo hay que dedicárselos a ellos" explica este humilde campesino que, como todos aquí, prefiere referirse a los templarios como "ellos" o "los malos".

Apatzingán, el epicentro del cártel

El propio Mireles, líder de moral de las autodefensas reconoció a este periódico que en los últimos años los Caballeros Templarios empezaron a cobrar 'cuotas' en las escuelas y como los jóvenes sicarios entraban a los comedores escolares. Adolescentes que irrumpían en los colegios con una pistola bajo la camiseta con la que imponían su ley para no pagar ni la comida.

"Logramos expulsar a los Zetas, luego la Familia Michoacán (otro cártel) se dividió y quedaron los Templarios. "Sólo tres negocios, carniceros, tortilleros y ganaderos de Tepalcatepec [23.000 habitantes] daban a los Templarios 30 millones de pesos al mes [1,7 de euros]". "Ahora se acabó, por eso hay dinero", explicó Mireles a este periódico hace algunos días.

"Hay gente que piensa que trabajamos para otro cártel o que estamos haciendo el trabajo para otros pero no es así" explica Estanislao Beltrán, otro de los líderes de las autodefensa. "Desde hace diez años ni la policía ni el ejército han detenido nunca a nadie, ni un solo líder. Y nosotros desde que hace un año nos levantamos hemos logrado detener a 30 cabrones cada mes" explica . Algunos de estos "cabrones" son halcones (vigilantes) que trabajan informando si un negocio tiene éxito, si entra algún extraño en el pueblo o si hay algún policía o comerciante se pone díscolo.

Apatzingán, la tercera ciudad más grande de Michoacán, es considerada la capital de los Templarios, el epicentro del cártel. "Aquí de cada diez personas 11 trabaja para ellos", ironiza un veterano periodista que recorre a diario la región. Pero estos días Apatzingán, con casi todos las tiendas cerradas, se ha llenado de soldados y policías que vigilan y revisan los vehículos. Tras el levantamiento que ha puesto en jaque la gobernabilidad de Michoacán, el gobernador, Fausto Vallejo, quiso dar imagen de normalidad y decidió sesionar aquí junto a sus ministros. No habían pasado ni unas horas cuando esta noche una farmacia, situada a dos manzanas de dormía, desapareció consumida por las llamas. El mensaje estaba lanzado.

El Mundo (España)

 



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