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22/02/2014 | Venezuela - No es fascismo, Maduro. Es hartazgo

Jorge Asis

Inepto, escandalosamente grotesco, el improvisado presidente Nicolás Maduro profundiza los desastres legados por el extinto Hugo Chávez. Arrastra a la Venezuela Bolivariana hacia el dilatado calvario que avergonzaría hasta la memoria de Simón Bolívar.

 

Arrastra además, por si no bastara, a las presidentas Dilma y Cristina hacia la indignidad geopolítica. Y permite que Obama, gratuitamente, se consolide como un sólido estadista que llama a la racionalidad del diálogo tan imposible como la sensatez.

Lo que se subraya es la inadmisible falta de liderazgo en el subcontinente.

Ni Brasil ni Argentina asumen el peso de su historia.

Tanto Dilma como Cristina se extravían al confundir el sentido de la solidaridad política. Ambas, con su distante complacencia, se inmolan en la peor complicidad.

Maduro impone la dinámica represiva que es lícita consecuencia de su mala praxis. Pero complementado por un discurso de encendida condena hacia los fascistas imaginarios que sólo despierta compasión. Y una misericordia intelectual que acentúa también las falencias alarmantes de los instrumentos continentales de cooperación multilateral. Muestran que Unasur es apenas el gran invento propagandístico que no sirve para nada. Y que incluso supera, en materia de insignificancia, a la OEA.

Debe tenerse en cuenta que por aquella payasada equivocada del avión del Evo que nadie desvió, los emocionados mandatarios del subcontinente se auto-convocaron, en su oportunidad, para una cumbre retóricamente inflamada de la Unasur. A los efectos de ensayar un antimperialismo de utilería oral que remitía a la adolescencia ideológica destinada al consumo interno.

No es fascismo, Maduro, es hartazgoHoy, en cambio, al optar -ante las imposturas de Maduro- por la conveniencia del silencio, los mandatarios confirman que dejaron de sobreactuar el redituable patriotismo. En adelante son, también, cómplices.

En su magnífica impotencia, Maduro y los bolivarianos movilizados caen en las barbaridades de manual. Las que supieron aplicar los dictadores árabes que parecen, en el fondo, inspirarlo. Los que culparon de sus males y fracasos a la cadena Al Jazeera, del siempre sospechado Qatar.

Para algarabía de los pintorescos bolivarianos con cascos rojos, Maduro prefiere emprenderla contra la CNN. Aunque si se la compara con el tratamiento informativo de Telesur, debe destacarse a la CNN como el máximo ejemplo de objetividad.

El chavismo póstumo y el hartazgo

No es fascismo, Maduro, es hartazgoCuesta asegurar, a esta altura, la estabilidad del insolvente chavismo póstumo.

Sin la fraseología, sin la audacia, sin sobre todo la astucia inteligente del animador principal que condujo la debacle, y en medio del descalabro económico que agrava la dimensión del fracaso, ningún Maduro ni Diosdado podrá sostenerse al frente del gobierno (si aún se lo puede llamar así).

El 2019 está mucho más allá de la posteridad. Y la estabilidad bolivariana no peligra porque el colectivo revolucionario se encuentre hostigado por una tenebrosa banda armada de fascistas financiados por Washington, como no para de comunicarse en Telesur.

Si la estabilidad del chavismo póstumo peligra es por el colapso fatal de la falta de estrategia económica que condujo al desabastecimiento. Hacia el rencor de la división, la corruptela desenfrenada, el desperdicio de la riqueza dilapidada y la inseguridad que rebela.

Si el chavismo póstumo se pulveriza es por el hartazgo de su sociedad.

Entonces no es fascismo, Maduro, es hartazgo.

Como variable, hasta aquí, el hartazgo no fue computado en el análisis político.

En adelante los aventureros que accedan al poder en el subcontinente tendrán que contemplar la variable concreta del hartazgo. El cansancio moral de los ciudadanos que sin más nada para perder deciden salir directamente a la calle. Con una cacerola o un insulto. Es el escenario moderno de la batalla, que enriquecen las redes sociales y multiplican los medios de comunicación.

No es fascismo, Maduro, es hartazgoLa legitimidad del acceso al poder debe cotejarse cotidianamente, con la legitimidad para justificar la permanencia. Sin producir el previsible agotamiento de “la sociedad harta que espera” (cliquear). Sin canales de representación. Ante la insuficiencia de una oposición que no puede aprovechar la potencia de la multitud que oposita.

Vaya entonces, como principio ético, la solidaridad con los hartos de la Venezuela Bolivariana que agoniza.

Fundación Atlas 1853 (Argentina)

 


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