En conjunto con Sérgio Besserman y Kevin Currey nos hicimos cargo del desafío. Como en nuestro ensayo de 2012, teníamos en mente la misma pregunta de nuestro ensayo del 2002 que Joe Nocera del New York Times planteó en su reciente columna de opinión: ¿Brasil tiene la respuesta?

Y en nuestra opinión: Sí, Brasil tiene el comienzo de la respuesta. La economía mundial del siglo 21 requerirá una transformación para mitigar el calentamiento global, adaptarse a sus impactos, valorar los servicios de los ecosistemas en los procesos productivo y de consumo, e internalizar los costos ambientales en las cuentas nacionales y a nivel de las empresas. Esta transformación tiene el potencial de generar un boom de la innovación.

En los últimos 15 años, el modelo de desarrollo económico brasileño ha estado cambiando constantemente hacia procesos que mantienen el crecimiento, la inclusión social y el medioambiente en el largo plazo.  Este cambio ha sido más evidente en dos áreas: la expansión de la energía renovable y la reducción de la deforestación en la Amazonia, que es el bosque tropical más grande que queda en el mundo.

La tendencia hacia la sostenibilidad se ha complementado con mejoras en el bienestar social –especialmente en la reducción de las tasas de pobreza-. Brasil es el líder mundial en energía renovable: 80 % de la electricidad del país es producida por energía hidráulica, biocombustibles, energía eólica y solar.  El programa nacional “Luz para Todos” ha llevado electricidad a los hogares de casi toda la población, incluso en zonas apartadas. En general, Brasil está tomando medidas de políticas e inversión decisivas para convertirse en una de las economías más sostenibles del mundo integrando el progreso social, económico y ambiental.

Asegurar las ventajas competitivas de Brasil en la nueva economía mundial basada en la biodiversidad y en la de-carbonización requiere tanto del gobierno como de la industria para incrementar la inversión en tecnología, educación y desarrollo de políticas. Estas inversiones son fundamentales para el crecimiento económico continuo, la equidad y la sostenibilidad. Un cambio clave en las políticas sería exigir la contabilidad de los bienes y servicios de los ecosistemas  tal como se producen actualmente con el fin de evaluar las pérdidas potenciales debido a su destrucción por beneficios a corto plazo. También se requieren cambios en los usos del suelo y la resolución de los problemas de tenencia de la tierra.

El caso de la energía hidroeléctrica pone de relieve la necesidad de cambios en las políticas de inversión en tecnología. Las plantas a gran escala han recibido toda la atención, sin embargo, los pequeños productores podrían ser más beneficiosos para las economías y las ecologías locales. Los sistemas de transporte urbano y rural son las otras áreas que requieren importantes inversiones para promover escenarios alternativos en la planificación municipal, el diseño y la tecnología para el transporte.

El futuro de la Amazonia también está relacionado con el desarrollo a largo plazo de Brasil. Su desarrollo futuro presenta un escenario único, desafiante y potencialmente innovador. Brasil se podría convertir en la primera economía tropical desarrollada basada en recursos naturales diversificados, con uso intensivo de tecnologías basadas en el conocimiento de la naturaleza y con un alto nivel de capacidades en recursos humanos.

La Academia de Ciencias de Brasil afirma que “el desafío de beneficiarse del capital natural de la Amazonia de una forma sostenible es único. No hay modelos a seguir”. Se puede hacer mucho a nivel internacional para apoyar esta transformación que beneficiará al planeta.

Un ejemplo de cambio progresista en las políticas a nivel internacional es apoyar la eliminación de ciertas barreras comerciales que le impiden a Brasil desarrollar biodiversidad con valor agregado e industrias de servicios para ecosistemas. Estos son algunos de los desafíos pendientes de implementación de los excepcionales recursos humanos y naturales de Brasil.

Publicado originalmente en revista Humanum.