Con todo, si bien las opiniones vertidas en periódicos como "The Economist", "The New York Times", "El País" y otros les son hirientes, ya que los comentaristas dan por descontado que el peronismo al que adhieren es responsable de la caída de la Argentina desde la cima de la pirámide económica mundial, donde estaba a inicios del siglo pasado, hasta su lugar actual entre países tradicionalmente considerados pobres y atrasados, debería serles dolorosamente evidente que el país sigue perdiendo terreno y que aún no ha tocado fondo. Según las cifras disponibles, debido a la devaluación abrupta del peso la economía argentina acaba de verse sobrepasada en el ranking por la colombiana, ya que nuestro producto anual se aproxima a 343.000 millones de dólares estadounidenses frente a los 350.000 millones alcanzados por Colombia. Por supuesto, mucho depende de la tasa de cambio, que, como sabemos, suele variar de un día para otro, y en términos adquisitivos per cápita aún conservamos la delantera porque hay más colombianos que argentinos. Así y todo, parecería que en el transcurso de "la década ganada" se ha eliminado casi por completo la diferencia de productividad, que antes era sideral, entre las dos economías. Para más señas, se prevé que la de Colombia continuará creciendo a un ritmo muy satisfactorio, de entre el 5 y el 7% el año corriente, mientras que a la Argentina le aguarda una recesión que podría prolongarse por mucho tiempo.

¿Y aquellas "tasas chinas" que tanto contribuyeron a consolidar el poder de los kirchneristas? Si bien los especialistas coinciden en que el país se recuperó con rapidez del colapso que sufrió en el 2001 y los primeros meses del 2002, a partir de la intervención del Indec ordenada por el entonces presidente Néstor Kirchner, en enero del 2007, se inflaron sistemáticamente todos los números correspondientes a la expansión macroeconómica. Según algunos, entre el 2007 y el 2012 el crecimiento acumulado apenas se acercó al 15%, no al 30% anunciado por los voceros del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. De estar en lo cierto los escépticos, y hay buenos motivos para pensar que sí lo están, desde hace años el país está viviendo una burda ficción, ya que en verdad es mucho más pobre de lo que hacía creer el gobierno que, huelga decirlo, no se limitó a manipular los números relativos al costo de vida.

Pues bien: fue de prever que, tarde o temprano, la realidad se haría sentir. El choque se produjo en enero pasado, cuando el gobierno se vio forzado a devaluar el peso luego de haber intentado vanamente defenderlo con medidas como el cepo cambiario, la virtual prohibición de importar hasta insumos imprescindibles y un blanqueo que resultó ser inútil. Aunque el mercado cambiario ha sido bastante tranquilo durante algunas semanas, pocos suponen que seguirá así por mucho tiempo más. Asimismo, el ajuste sólo ha comenzado y, tal y como están las cosas, no habrá forma de impedir que el costo de vida continúe su marcha ascendente, acompañado por la tasa de desocupación. En cambio Colombia, cuyos sobrios gobiernos conservadores no se han sentido atraídos por los atajos heterodoxos geniales, convive con una tasa de inflación moderada –en el 2013 se registró el 1,94% anual para el país en su conjunto sin que a nadie se le ocurriera mofarse del índice oficial– y el crecimiento parece sostenible. De haber contado la Argentina con gobiernos menos imaginativos que el kirchnerista que se conformaran con manejar la economía con sensatez, sin proponerse reinventar la rueda o presentar al mundo un "modelo" novedoso basado en las lucubraciones desafiantes de estudiantes contestatarios de cuarenta años antes, nuestras perspectivas serían igualmente promisorias pero, por desgracia, una vez más el electorado se dejó engañar por los predicadores del facilismo. Así nos fue, para diversión de los corresponsales de medios de otras latitudes que no pueden sino preguntarse cómo ha sido posible que un país tan privilegiado se las ingeniara para depauperarse tanto.