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08/03/2014 | Revolución y Contrarrevolución

Nicolas Marquez

Tras el paréntesis del verano, retomamos con toda energía esta nueva versión de La Prensa Popular 2014 en un clima de aceleramiento en la descomposición política, institucional e ideológica de esa ominosa alianza conformada por izquierdistas mafiosos, que dio en llamarse “Socialismo del Siglo XXI”, y la cual a pesar de su evidente inutilidad, numerosos intelectuales orgánicos prosiguen defendiéndola.

 

El dictador Rafael Correa acaba de ser derrotado de manera aplastante en las recientes elecciones municipales del Ecuador (perdió en 9 de los 10 distritos principales de ese país). La relevancia política de Cristina Kirchner, tras ser derrotada contundentemente en octubre pasado, prosigue su camino descendente y ya no hay delirante ni alcahuete, por bien rentado que esté, que ose pronunciar la palabra “reelección” en la jerga oficialista. En efecto, en Argentina, la dictadura vigente comandada por la dupla Kirchner-Boudou sólo aspira a completar el mandato y aterrizar en el marco de una transición pactada que le garantice impunidad y blindaje a la camarilla gobernante respecto de los peligros judiciales que acechan al grueso de sus indecorosos integrantes. El dictador venezolano Nicolás Maduro por su parte, se encuentra acosado por la escasez, la inflación, la inseguridad, las mega-manifestaciones opositoras y su propia debilidad política y personal. En Honduras, recientemente  Manuel Zelaya sacrificó a su mujer Xiomara Castro en las elecciones y padeció una tunda de proporciones. Aníbal Carrillo en Paraguay, por su parte fue escarmentado con un sonoro revés electoral. El insistente Manuel López Obrador en México acaba de ser electoralmente aplastado y la izquierda costarricense, capitaneada por José María Villalta también tuvo que soportar su pertinente derrota política. En síntesis, salvo excepciones de menor envergadura (como el ex terrorista Daniel Ortega en Nicaragua o el también ex terrorista y candidato salvadoreño Sánchez Cerén), todos los demagogos de la izquierda Latinoamericana están siendo apaleados y vapuleados tanto sea por sus propios fracasos como por una enorme ola de descontentos sociales, que los han reducido y conminado a estos grotescos cabecillas a ocupar el insólito y paradójico rol de ser populistas impopulares.

¿Qué está pasando en el seno del alicaído bloque “bolivariano”?, ¿acaso están siendo sometidos a alguna conspiración golpista de la “oligarquía cipayista”?, ¿quizás alguna componenda de la sinarquía trasnacional los está perjudicando?, ¿sufren alguna conjura orquestada por “agentes del imperialismo”? Pues nada de eso. Ni la CIA, ni las “corporaciones”, ni la “derecha”, ni enemigo imaginario alguno trama ningún contubernio que se precie de tal. Ocurre que, como bien decía Sir Winston Churchill “el socialismo dura hasta que se acaba el dinero de los demás”. Y durante todos estos años de bonanza económica y viento de cola,  el dinero de los demás fue convenientemente robado por el Estado socialista en cada uno de estos países mediante impuestos confiscatorios y saqueos inflacionarios. A la postre, la presión impositiva deviene en insoportable y la inflación inmanejable con lo cual, se empieza a complicar en mucho el modo de financiación de la fiesta estatista y el descontento se desata tanto en el sector privado como en los sectores subsidiados. Aquellos se quejan porque la presión ocasionada por el arrebato estatal asfixia sus economías neutralizando su capacidad productiva y los sectores subsidiados y/o parasitarios a su vez se enojan porque la dádiva estatal se ve licuada por la inflación y ya no alcanza el estipendio clientelar para sponsorear el ocio y las necesidades básicas de las perezosas muchedumbres mendicantes. Finalmente, todos pierden y el socialismo acaba siendo la fórmula perfecta del fracaso absoluto en el cual, es difícil avizorar un claro ganador ante tantos actores derrotados de todos los sectores.

Este sistema confirmadamente inservible no debería traer mayores complicaciones, de no ser por el hecho trágico y penoso de que el colectivismo suele ser votado y respaldado por millones de irresponsables que año tras año acuden a los comicios a meter la papeleta en el buzón electoral en favor de sus verdugos estatistas, los mismos a los que luego criticarán por las penurias que seguidamente les harán pasar.

Es sabido que aunque estos proyectos tambaleen y padezcan determinados reveses políticos o electorales, pocos años después reaparecen en escena aprovechando la desmemoria popular con renovados aforismos a proponer como solución lo mismo que aplicaron una década atrás con resultados horrorosos. ¿Cabía imaginarse un resurgir de la izquierda internacional después en 1989 tras la caída del Muro de Berlín o en 1992 tras la implosión de la URSS? En ese momento no, pero pocos años después supieron resucitar con renovado vigor reincidiendo y martirizando nuevamente la paz de sus pueblos y del mundo.

El socialismo es un problema político precisamente porque es un problema cultural, y revertir esta insana tendencia educando, informando, demostrando y argumentando es una de las arduas tareas que desde estas líneas nos propondremos hacer a lo largo del 2014, año que promete ser movido, crispado, radicalizado y decisivo por todo concepto. Efectivamente, aunque por sobrados motivos veamos o supongamos que el llamado socialismo del siglo XXI está transitando su agonía y su instancia final, no olvidemos que no debemos dar por muerto al conglomerado bolivariano y aunque este finalmente muriese, tengamos presente aquella máxima que supo expresar Francois Desnoyer: “hay muertos a los cuales, por las dudas, conviene matar”.

Si el socialismo es la revolución, quienes estamos en las antípodas tenemos que bregar por la contrarrevolución, la cual no es una revolución de signo contrario sino hacer lo contrario de lo que manda la revolución. Sabemos que la revolución es permanente (León Trotsky dixit), por ende la contrarrevolución también lo debe ser. Si la revolución es la acción, a cada acción revolucionaria debe oponérsele una re-acción, la cual es una acción dirigida contra otra acción. Y es precisamente a ese sano espíritu reaccionario y contrarrevolucionario al que exhortamos apuntar y aspirar si es que queremos modificar para bien el orden de cosas vigente.

 

Ultimo libro de Nicolás “Cuando el relato es una farsa, la respuesta  a la mentira kirchnerista”, en coautoría con Agustín Laje. Disponible en Yenny, Cúspide, El Ateneo y las principales librerías del país

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La Prensa Popular (Argentina)

 



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