Intereses turcos se verían afectados en caso de que la situación se saliera de control.
El
gobierno de Ankara se halla en aprietos graves. No sólo arrecian las
manifestaciones populares en su contra debido al descontento por sus políticas
represivas que, sin duda, le auguran descalabros importantes en las elecciones
locales del próximo 30 de marzo, sino que ahora se enfrenta también a un
escenario regional altamente explosivo con lo que ocurre en Ucrania-Crimea. El
ministro de Relaciones turco,Ahmet Davutoglu, realizó una corta visita a
Ucrania esta semana con objeto de impulsar una solución diplomática a la
crisis, dado que muchos intereses turcos se verían profundamente afectados en
caso de que la situación se saliera de control y se desembocara en acciones
militares.Davutoglu advirtió a Moscú que debía ser cauto, porque de propiciar
una escalada violenta en la que la OTAN y las fuerzas occidentales se
involucraran a favor de Ucrania, se podría generar un incendio regional de
consecuencias graves para todos los actores, incluida, por supuesto, la propia
Turquía, que es miembro de la OTAN, además de formar parte del vecindario
geográfico donde controla los estratégicos pasos del Bósforo y los Dardanelos.
Pero hay
además otro motivo de preocupación para los turcos. Se trata de la minoría
tártara que habita en Crimea y está integrada por cerca de 300 mil personas,
que constituyen entre 12 y 15% de la población total de la península. Son
musulmanes de origen turco que temen quedar bajo control ruso debido a sus
amargas experiencias históricas vividas tanto bajo los gobiernos zaristas como
debido a las políticas stalinianas de deportaciones masivas, genocidio y
represión, infligidas contra ellos durante la Segunda Guerra Mundial. Los
tártaros están pidiendo actualmente protección de Turquía ante la amenaza que
para ellos significa quedar bajo control ruso y, por ende, sujetos de nuevo a
una situación de fragilidad extrema.
Fue así
que mientras el líder de los tártaros de Crimea,Mustafá Kirimoglu, se reunía en
Bruselas hace dos días con el secretario general adjunto de la OTAN para
solicitar apoyo contra una posible represión por parte de las fuerzas militares
rusas, una vez realizado el referéndum programado para hoy, varias centenas de
tártaros se manifestaron en las calles de su hábitat en Crimea, la ciudad de
Bajchisarai, portando banderas ucranianas y al grito de “Putinmárchate” y
“soldados rusos vuelvan a casa”.
Esta
situación constituye un desafío adicional para Turquía. Desde hace tiempo, el
gobernante partido AKP, de Erdogan, ha adoptado una política de
fortalecimiento de sus relaciones con las diversas diásporas turcas en el
mundo. En ese sentido, existe una expectativa de los tártaros de contar con el
apoyo de Ankara en caso de que su seguridad e integridad se vean amenazadas con
una anexión rusa de Crimea. Ello hace que Turquía se enfrente a una difícil
encrucijada porque si bien se opone a las ambiciones rusas por una infinidad de
motivos —la protección de los tártaros de Crimea entre ellos—, al mismo tiempo
Ankara está ligado a Rusia a través de una importantísima relación comercial.
No sólo se trata de un comercio bilateral anual entre ambas naciones, calculado
en cerca de 40 mil millones de dólares, sino también del abasto energético de
Rusia a Turquía, que es vital para ésta. En síntesis, la jugada
de Putin para arrebatarle Crimea a Ucrania, además del reto que
significa para Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN y por supuesto la
propia Ucrania, está representando una fuente de gran incertidumbre y un revés
más para el gobierno deErdogan, hundido ya de por sí en un mar de problemas
locales graves.