Para alivio de los jefes de una alianza militar que, desde el colapso de la Unión Soviética, se ha limitado a desempeñar sin mucho éxito tareas policiales sumamente difíciles en lugares como Afganistán, por fin se ven frente a una auténtica amenaza convencional. Aunque pocos creen que Putin tratará de desestabilizar a miembros de la OTAN en que viven minorías rusas importantes, virtualmente todos entienden que sería un error tentarlo dejándolos indefensos, razón por la que Estados Unidos, el Reino Unido y Francia están aumentando su presencia militar en los países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, y en Polonia. Con todo, si bien los norteamericanos y europeos están manifestando más interés que antes en el destino de Ucrania, una nación multiétnica de instituciones políticas aún rudimentarias y una economía muy débil, no quieren arriesgarse enviando tropas hacia las zonas orientales más conflictivas de dicho país.

En Estados Unidos y Europa occidental predomina la opinión de que Putin es un astuto oportunista que, al darse cuenta de la precariedad de Ucrania, se apuró a aprovechar el malestar causado por el golpe civil en Kiev en que un gobierno prorruso fue derrocado luego de haberse negado a último momento a firmar un acuerdo comercial de fuertes connotaciones geopolíticas con la Unión Europea para anexar la península ya autónoma de Crimea. Aquel operativo le salió muy bien; se supone que de ahora en adelante Crimea formará parte de la Federación Rusa. ¿Le resultarán igualmente provechosas las maniobras ya en marcha para separar de Ucrania las regiones del este? Es posible; parecería que han fracasado los intentos de los gobiernos occidentales por convencer a Putin de que le convendría respetar la integridad territorial de Ucrania, como los rusos habían prometido al firmar un pacto para privarla del arsenal nuclear que había heredado de la Unión Soviética, ya que en los últimos días se ha intensificado la agitación separatista en muchas ciudades cercanas a la frontera con Rusia.

Para los líderes occidentales, la reaparición de una amenaza militar rusa como la de otros tiempos ha sido una sorpresa tan grande que aún no saben cómo reaccionar. Por principio, se afirman contrarios a la guerra y por lo tanto son reacios a dar a entender que en circunstancias determinadas estarían dispuestos a pensar en ella, lo que ha brindado a Moscú una ventaja que no se ha propuesto desaprovechar. Sin embargo, los occidentales también son conscientes de que, si continúan batiéndose en retirada, el gobierno ruso podría seguir incorporando trozos de Ucrania y tal vez de Moldavia a su propio país. Es por este motivo que el presidente norteamericano Barack Obama ha endurecido mucho su postura. Ya se ve acusado por sus adversarios republicanos, y por algunos demócratas, de debilidad excesiva frente a los desafíos externos y de estimular así las ambiciones no sólo de Putin sino también de los islamistas que, por cierto, desde que inició Obama su gestión presidencial en enero del 2009 han redoblado sus ataques en todas los regiones de mayoría musulmana.

También se han sentido obligados a modificar sus actitudes muchos líderes de la Unión Europea que se habían acostumbrado a atribuir la aparente invulnerabilidad de sus países a sus propios sentimientos pacifistas, no a la voluntad de los norteamericanos de protegerlos contra agresores. En términos económicos, demográficos e incluso militares, la UE es mucho más fuerte que la Federación Rusa, pero así y todo actúa como si fuera incapaz de hacer frente a Moscú que, además de mofarse de su evidente pusilanimidad, la ha amenazado con represalias económicas ya que muchos países europeos, en especial Alemania, dependen del gas ruso. A menos que Putin decida conformarse con lo mucho que ya ha logrado, pues, los líderes europeos tendrían que optar entre la pasividad moralizadora que ya les es tradicional por un lado y, por otro, aceptar que el mundo no ha cambiado tanto como quisieran creer y que, por aberrante que les parezca, los incapaces de defenderse seguirán siendo presas fáciles de predadores