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21/04/2014 | ''Que los niños puedan tomar lo bella y vasta que es la cultura mapuche''

ANB Staff

Según un estudio de la Universidad de Buenos Aires más de la mitad de la población argentina tiene ascendencia en algún pueblo originario, sin embargo a la hora de formular políticas públicas esta realidad sigue ausente. Acerca de esto conversamos con Fernando Pichunleo referente del pueblo mapuche y trabajador en el área de niñez y adolescencia del barrio Nahuel Hue.

 

-¿Cómo ves la conjunción de políticas públicas y pueblos originarios? ¿Hay un punto de unión?

-Estamos mejor que en otras épocas, pero falta. Está bueno verlo en una línea histórica, desde que se llevó adelante la Campaña del “desierto”, hace más de 130 años. Se produce este hecho que equivale a decir que el pueblo mapuche estaba muerto, que ya no existía. Se realiza toda una campaña de desprestigio del pueblo mapuche, por intermedio de la historiografía y los pensadores de esa época. Los argumentos eran: los matamos porque eran invasores, porque habían matado a los pueblos originarios de acá. Y todas esas cosas se fueron instaurando en las instituciones del Estado: la escuela, la justicia, los límites geográficos, etc.

Les costó mucho a nuestros abuelos vivir en la época posterior a la Campaña del “desierto”. Tuvieron que vivir en los lugares que se llamaron “reservas”, en los lugares menos habitados; en el caso de Río Negro, en la “Línea Sur”.

Después siguieron nuestros papás, del 50 para acá, cuando empezó a haber algunas manifestaciones culturales, aunque con poca manifestación política.

En los 90, con los 500 años, se producen más posicionamientos políticos, empiezan las organizaciones y asociaciones, la gente que andaba militando buscó formas de organizarse.

A partir del año 2000, nos encontramos con este antecedente y decimos que estamos en un mejor momento que nuestros padres, pero gracias a ellos hoy nosotros estamos acá y podemos avanzar un poco más en algunas reivindicaciones.

Educación, cultura dominante e interculturalidad

-¿Qué opinás hoy del sistema educativo en relación con la interculturalidad?

-Nuestros padres contaban que, en la escuela, decir que uno era mapuche o pronunciar un apellido mapuche era una cuestión peyorativa. Hoy no. Hoy nuestros hijos o los chicos que se fueron criando en ambientes mapuche y sabiendo sobre su identidad afrontan el choque con las instituciones del Estado de otra manera. El contexto es distinto: hay comunidades, hay familia, hay reivindicaciones, hay parte de la historiografía que ha dado cuenta científicamente de que el pueblo mapuche es preexistente al Estado nacional, que el pueblo mapuche vive y vivió en este territorio.

Pero no hay cuestiones institucionalizadas. Cuando uno deja a su hijo solo en la escuela, vuelve a revivir lo que yo viví cuando era chico, lo que vivió mi papá cuando era chico y lo que vivió mi abuelo cuando fue alguna vez a la escuela.

Y eso que se revive es lo siguiente: nada de lo que está alrededor es propio, todos los símbolos que la escuela impone hablan de una sola nación, de un solo país, de un solo idioma, de una sola religión, de un solo himno, y eso que están diciendo en la escuela se contrapone con lo que los papás le dicen al niño en la casa.

En tu casa te llevan a un kamaruko, te llevan a una ceremonia, te enseñan a hablar algunas cosas en mapuche y en la escuela te dicen que los mapuches se murieron, que ya no están mas, que mataron a los tehuelches, que vinieron de Chile. ¿Qué hago con todo esto?

Ahora estamos en una etapa en la que nos formamos dentro de la educación formal argentina, para a partir de ahí, dentro del sistema, poder generar cambios. Así hay un montón de maestros, profesores, que están en la misma sintonía utilizando los conocimientos de la educación formal para poder generar cambios y esos cambios inevitablemente van a producirse dentro de las instituciones y en políticas públicas y sociales.

-¿Cómo contextualizarías la experiencia educativa del jardín intercultural del Frutillar?

-Es un avance que en Río Negro no tiene antecedentes. Hace 2 años, cuando se inicia la reforma a la Ley de Educación, se invita a diferentes organizaciones mapuche a participar de esa reforma, se decide participar y se ponen varios párrafos que quedan en la ley. Allí se habla de cómo la educación multicultural debe llevarse a la práctica. Quedó como trabajo pendiente reglamentar esa ley, que está buena en el sentido de que incluye diferentes conceptos que tienen que ver con la interculturalidad.

Hay que reglamentarla y llevarla a la práctica. Me parece que la experiencia del Frutillar es un avance; si no hubiese existido la buena voluntad de esa gente y si en esa comunidad educativa no hubiera gente que se reconoce mapuche, no se hubiese hecho. Ojalá que se pueda replicar en otros lugares.

-¿Es la única experiencia en toda la provincia?

-Hay otras experiencias que son anteriores a la Ley; se hablaba de “educación intercultural bilingüe”. Este proyecto básicamente era agregar una materia dentro de la currícula: idioma mapuche o algún simbolismo. Hay unas 4 o 5 escuelas en el campo que son escuelas rurales interculturales. Una de las críticas que le hacemos a la idea es que habla desde el bilingüismo y circunscribe cualquier cosa que tiene que ver con los mapuches al campo. Si sos mapuche, tenés que estar en el campo; si estás en la ciudad, ya no sos mapuche. Entonces, ¿cómo vas a poner una escuela intercultural en una ciudad, en un barrio, si los mapuche están en el campo? Es un paradigma antiguo.

-Este jardín sería una semilla, un inicio. ¿Cómo piensan multiplicar esta experiencia? ¿Apuntan a una educación autónoma?

-Nosotros pensamos en una experiencia socioeducativa y cultural, un proyecto que abarque el sistema educativo, la educación informal en los barrios, cuestiones culturales y artísticas. La experiencia del jardín se tiene que multiplicar, pero también podemos aportar generando espacios en otros ámbitos. Participar en la “Semana por los derechos del niño” nos dió el puntapié inicial para imaginarnos muchas otras cosas, pensar junto con otros mapuches y no mapuches acciones dirigidas a los niños. Pequeñas intervenciones fuera de los espacios naturalizados para los chicos, espacios de conocimiento por fuera de los espacios formales del conocimiento . Que los niños puedan tomar lo bella y vasta que es la cultura mapuche. Ir preparando el camino para el día de mañana generar cambios más profundos.

-¿Cómo se vive el tema de los medios de comunicación y los discursos naturalizados acerca de los pueblos originarios durante la infancia?

-Cuando era chico sentía mucha vergüenza de mi apellido y de mis rasgos mapuches, y era muy tímido producto de eso. Ahora de adulto me da bronca, por que lo mismo que pasaba en mi infancia pasa ahora muchas veces. Me dan ganas de generar cosas para modificar eso, por que quieras o no, hace unos años había poca gente que se decía mapuche o que estaba orgullosa de serlo. Hoy hay mucha más gente que sabe mapuche y profundiza acerca de su cultura y esto en algún punto a los pibes que ven la tele les genera un poco más de respaldo. Por ejemplo, esto del “indio pavo” o del “indio cavernícola” ya no esta tan instalado, creo que se fue cambiando.

-¿Hay en la crianza de los niños que se reconocen mapuches algunas pautas diferentes a la de los niños no mapuches?

-Hay que tener en cuenta que los nenes que viven en la ciudad crecen con un montón de atravesamientos propios de la ciudad. La cuestión que uno primero intenta hacer ver es la cuestión de la naturaleza, ese es el primer concepto y tal vez el único; la naturaleza va diciendo cosas, previene, avisa, va enseñando. Por eso es fundamental aprender el idioma, porque el idioma son los sonidos de la naturaleza, y el idioma es lo que nosotros manejamos para entender los sonidos de la naturaleza. Yo creo que nuestros hijos han ido creciendo con todo eso.

Hay que escuchar a los ancianos, a los que saben, que conocen los mensajes que la naturaleza dio en otro momento y que son las personas que se encargan de llevarlos en el tiempo.

Orgullo mapuche y políticas públicas

-Antes mencionabas la participación en la “Semana por los Derechos”, en la que tuvieron una impronta fuerte. ¿Cómo fue la experiencia?

-Antes habíamos participado pero desde otro ámbito, trabajando en un barrio o en una escuela, y siempre veíamos que faltaba participar desde nuestra identidad como mapuches, que es la identidad de cientos de chicos con los que nos cruzamos en los barrios. Faltaba en la “Semana x los Derechos” una pata que hablara de la cultura mapuche, que es la cultura de muchas familias, y decidimos llevar adelante una actividad para que los nenes que fueran vieran que la cultura es maravillosa, una cultura que no tiene grietas y que es para disfrutarla. Entonces pensamos en que los chicos fueran aprendiendo cosas. Jugando con un telar para ver cómo el hilo va pasando y va creciendo un tejido, modelando una arcilla. Que hicieran lo que les pareciera y después vieran que eso era una cuestión que se hace desde muchísimos años y que se hace con algo que está en el lugar donde vivimos. Lo mismo con el idioma, que aprendieran algunas palabras pero cantando o bailando, que hicieran un trailonko, (bincha) o un tupu, diferentes prendas que hacen a la vestimenta de una mujer y que vieran que tienen que ver con la protección.

Las actividades fueron un éxito, los nenes las disfrutaron, jugaron y lucían sus prendas sin ninguna vergüenza, sino con orgullo. Vimos que estamos logrando el objetivo de pasar de la vergüenza al orgullo. Todos los que participaron, mapuches y no mapuches, se fueron orgullosos de la cultura mapuche.

-¿Quedaron pensando en que a las políticas públicas en general les falta esta mirada desde los pueblos originarios?

-Nosotros entendemos que debe haber políticas públicas orientadas a los pueblos originarios, pero que antes hay que hacer muchas otras acciones que se vayan generando y multiplicando para que después terminen en una política pública. Si no, pasa al revés: viene alguien que no tiene ni idea y dice “vamos a hacer una política pública” y la hace por hacerla, pero no es producto de algo que esté generado desde la base.

Estamos predispuestos a participar en la diagramación, pero entendemos que hay que ir dando pequeños pasos, haciendo que experiencias como la de la “Semana por los Derechos” se vayan replicando y agrandando para que eso inevitablemente termine en una política pública.

-¿Qué derechos, además de la identidad, pensás que son fundamentales para los niños y el pueblo mapuches?

-Para el desarrollo de una identidad plena, de una identidad mapuche, debe haber un territorio en donde se ejerza esa identidad. El ser de un pueblo originario inevitablemente lleva a ser en un lugar, yo no puedo ser de un pueblo si no soy en un territorio. Entonces, debo tener un territorio para poder desarrollar mi cultura, mi espiritualidad, mi sistema económico; para desarrollarme como familia y comunidad. Al hablar de identidad, hay que hablar de territorio. En el territorio uno habla del acceso a la salud, a la educación, al juego o a la justicia.

-Cuando soñás el futuro del pueblo mapuche, ¿qué te imaginas?

-En principio, generar una relación de igualdad entre naciones. Nación argentina, Nación mapuche. Y a partir de esa relación de igualdad de naciones, las naciones se juntan a ver cómo conviven, cómo coexisten en determinado territorio. Así que empieza con el reconocimiento de la nación mapuche, lo que decantaría en acciones que tengan que ver con esta interrelación, con esta interculturalidad de pueblos. Ahí podríamos hablar de escuela autónoma, de escuelas interculturales, de escuela no mapuche, de actividades culturales autónomas o sistema de salud autónomo en un territorio determinado en el que coexistan mapuches y no mapuches. Ese es mi sueño.

ANBariloche (Argentina)

 



 
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