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08/05/2014 | Compás de espera

Río Negro Staff

Si bien nadie ignora que en cualquier momento todo podría cambiar debido a una guerra aun más destructiva que las que ya están librándose en diversas partes del mundo o a una crisis financiera imprevista en China, Europa o Estados Unidos, los especialistas coinciden en que la economía mundial continuará creciendo a un ritmo satisfactorio, del 4% anual.

 

Para la Argentina, empero, las perspectivas son menos promisorias. Aunque se supone que "el viento de cola" soplará con menos fuerza que hace algunos años, seguirá siéndonos favorable, lo que ha de ser motivo de alivio; de lo contrario, la Argentina se encontraría en problemas muy graves. Si no fuera por Venezuela, sería el único país de la región que se las ha arreglado para empantanarse en la estanflación, esta combinación nefasta de inflación alta con estancamiento de la que le costará mucho salir aun cuando ayude la coyuntura mundial, mientras que en el caso de que las condiciones externas resultaran ser adversas las dificultades se multiplicarían, como cuando la Alianza estaba en el poder.

Por miedo a lo que podría suceder si no reaccionara a tiempo, a comienzos del año el gobierno kirchnerista optó por modificar el rumbo, devaluando el peso, aumentando las tasas de interés y llegando a un acuerdo con Repsol, con la esperanza de reconciliarse así con los mercados de capitales. Desde el punto de vista de los economistas de otras latitudes que estaban más preocupados por las eventuales repercusiones internacionales de una nueva implosión argentina que en el bienestar de los habitantes del país, tales medidas han brindado resultados positivos porque el gobierno logró tranquilizar por un rato el mercado cambiario, pero lo hizo a un precio muy elevado al reducirse precipitadamente el poder adquisitivo de buena parte de la población. El consenso es que ya ha caído al menos el 10% pero se mantendrá en el nivel actual sin deteriorarse más en los próximos meses. ¿Estarán dispuestos los sindicatos opositores, tanto los peronistas como los encabezados por izquierdistas, a conformarse con la nueva normalidad por entender que en años anteriores mejoró mucho el poder de compra de los asalariados? Es posible, ya que la mayoría sabe que una etapa signada por la conflictividad laboral y social perjudicaría a virtualmente todos, pero ello no quiere decir que sea muy probable.

Para salir del brete en que el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha metido la economía nacional, sería necesario que entraran más inversiones, muchas más, pero a causa de la desconfianza que sienten tantos empresarios y financistas pocos se animarán a arriesgarse antes de la segunda mitad del año venidero. Esta realidad desagradable plantea un dilema a aquellos dirigentes opositores que ya están en campaña. Quieren "heredar" una economía, de apariencia desastrosa, que así y todo esté en mejor estado de lo que la ciudadanía creería, o sea, una como la que encontró Néstor Kirchner en mayo del 2003, que ya estaba recuperándose del colapso catastrófico que había experimentado un año y medio antes. Si brindan la impresión de estar colaborando con el gobierno, a ojos de muchos compartirían la responsabilidad por una situación nada buena, pero si asumen una postura muy crítica se verían acusados de atentar contra la economía con el propósito de aprovechar políticamente las penurias ajenas. Será por esta razón que los considerados presidenciables se han limitado a actuar como espectadores, aunque es de suponer que durante sus visitas a Washington y Nueva York aseguran a sus interlocutores norteamericanos que en cuanto se hayan instalado en la Casa Rosada manejarán la economía con ortodoxia realista, pero la aparente pasividad que han elegido está intensificando la sensación de desánimo que se ha difundido por el país. Parecería que una vez más, frente al fracaso del "modelo" de turno, el grueso de la clase política nacional prefiere guardar silencio hasta que la crisis haya culminado, no sólo por cálculo sino porque los líderes más influyentes saben que las medidas que tarde o temprano les sería forzoso tomar se verían repudiadas por amplios sectores ciudadanos, razón por la que son tan reacios a decirnos con franqueza lo que harían si les tocara gobernar.

Río Negro (Argentina)

 



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