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12/05/2014 | Videovigilancia, escraches, drones y acusaciones de fascismo

El Observador Staff

Un gobernante considera que la aplicación para celulares CityCop genera paranoia social

 

Winston tenía que subir a un séptimo piso. Con sus 39 años y una úlcera de várices por encima del tobillo derecho, subió lentamente, descansando varias veces. En cada descanso, frente a la puerta del ascensor, el cartel del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos lo siguen a uno dondequiera que esté. ‘El Gran Hermano te vigila’, decían las palabras al pie”.

En 1949, George Orwell publicó la novela 1984, protagonizada por Winston, el hombre vigilado. La trama futurista de Orwell se convierte realidad por estos días en algunos lugares. Las cámaras de vigilancia coparon primero los comercios, luego los barrios de Montevideo y rápidamente comienzan a ganar las calles del interior del país.

Ya no es solo el Estado el que vigila. Pobladores de La Floresta crearon un sistema abierto de vigilancia para monitorear qué sucede en el balneario y transmitir en vivo las imágenes a quienes integran la red.

La Comisión de Vecinos por La Floresta imprimirá la semana próxima advertencias que competirán con listas y candidatos en la vía pública. “Área vigilada”, “Te estamos observando”, “La Floresta te observa”, anunciarán algunos de los carteles. Otros invitan a denunciar “cualquier actitud sospechosa” a la Policía. Algunos, incluso, muestran un dedo acusatorio junto a la consigna “Vecino alerta te observa”. El Gran Hermano de Orwell multiplica sus ojos y toma mate.

"La aplicación es fascista"
Con el argumento de que la custodia policial es escasa e ineficiente, el control ciudadano se expande en varios formatos. A las cámaras públicas y privadas, se sumó en los últimos días una aplicación para celulares llamada CityCop. Mediante esta aplicación, los usuarios pueden alertar sobre un robo, que queda registrado sobre el mapa de la ciudad en la pantalla del celular. Se puede señalar ocho delitos. Incluso, los usuarios pueden alertar sobre la presencia de un “sospechoso” en determinado lugar, escracharlo en el mapa, fotografiarlo y subir su imagen a la red, a Facebook y a Twitter. Las denuncias pueden registrarse de forma anónima.

El subsecretario de Educación y Cultura, Pablo Álvarez, considera que la aplicación es fascista y contribuye a la paranoia social. “Promueve el desprecio del espacio público y trabaja sobre el concepto de la peligrosidad. ¿Qué significa sospechoso? ¿Qué significa tuitear que hay dos sospechosos en una esquina? El léxico tiene un tufo bastante feo. ¿Qué significa? ¿Que la ciudad va a estar llena de puntitos donde se ven cosas? Esto aporta a la construcción de una paranoia social que poco contribuye a resolver cuestiones de seguridad. Me parece fascista porque acusa a sujetos. El sujeto que desconozco se convierte en un actor peligroso. Como temo, tuiteo. Termina convirtiéndose en un Gran Hermano, en un mundo orweliano”, dijo Álvarez a El Observador.

El subsecretario de Cultura propone boicotear la aplicación. “Lo mejor es anotarse y subir boludeces: ‘Acá hay una pareja besándose. ¡Qué peligroso!”’. Algunos, ya lo han hecho y esa es la debilidad más evidente de la aplicación. El lunes, un usuario anónimo registró “abuso/violación” en Torre Ejecutiva. El texto que acompaña el reporte con términos agresivos revela la humorada.

Sin embargo, el Ministerio del Interior no ve con malos ojos esta herramienta. Federico Cella, desarrollador de la aplicación CityCop, mantuvo una reunión la semana pasada con el gerente ejecutivo del Proyecto de Alta Tecnología en Seguridad Pública del Ministerio del Interior, el ingeniero Ricardo Méndez. Aunque no acordaron firmar ningún convenio, hubo una “excelente disposición” de la cartera, dijo Cella a El País.

El Ministerio del Interior tiene un sistema de videovigilancia con 430 cámaras en los barrios montevideanos Cordón, Centro y Ciudad Vieja. Además, el ministerio utiliza otras herramientas tecnológicas para potenciar el control: desde las tobilleras electrónicas, que deben usar por disposición judicial aquellas personas acusadas de violencia doméstica, pasando por el sistema GPS para seguimiento de patrulleros, hasta los drones, cámaras voladoras monitoreadas desde una base de control policial que comenzarán a funcionar en un mes.

El gobierno pretende extender la videovigilancia. En marzo, la Jefatura de Policía y la Intendencia de Lavalleja firmaron un convenio para financiar un sistema de 25 cámaras que apuntarán al centro de Minas y a los accesos a la ciudad.

Los promotores de la videovigilancia advierten que las cámaras de seguridad han permitido aclarar varios robos y homicidios en Montevideo. Una cámara de seguridad privada, colocada afuera de una panadería por la calle Gaboto, registró cuando el homicida disparaba la bala que mató a Soledad Barrios en diciembre de 2012, en medio de un enfrentamiento entre hinchas de Welcome y Cordón. La grabación se convirtió en una prueba fundamental para procesarlo.

La oposición también propone invertir en tecnología para combatir la delincuencia. El candidato a la Presidencia de la República Jorge Larrañaga plantea, entre otras medidas, instalar “botones de pánico” en los hogares.

Drones para privados
Las empresas de seguridad no se quedan atrás y orientan sus inversiones hacia el desarrollo tecnológico. Securitas, por ejemplo, ofrece un servicio que incluye el monitoreo, desde el centro de control de la empresa, de las cámaras de seguridad instaladas en casas o comercios. Las imágenes pueden ser vistas por quien contrata el servicio en diversos dispositivos, entre ellos, su celular.  

Desde hace algunas semanas, la compañía ofrece drones para empresas privadas.

“Los drones son propicios para vigilar grandes extensiones, como bodegas y fábricas”, informó a El Observador el ingeniero Roberto Varela, director de innovación y tecnología de Securitas.

El proyecto de drones para privados fue diseñado por un exmilitar, el gerente de vigilancia de Securitas, Roberto Alcaire.

Winston, el personaje de Orwell que intenta ocultarse de la mirada omnipresente y busca combatir al sistema desde adentro, terminó amando al Gran Hermano. En Uruguay, mientras algunos se resisten, otros sonríen ante su expansión.

Vecinos de La Floresta apuntan

En La Floresta habitan 1.595 personas durante todo el año, según el último censo. En invierno, entre semana, la mayoría de las casas quedan deshabitadas y se convierten en blanco de robos. Un grupo de pobladores, reunidos en la Comisión de Vecinos por La Floresta, decidió instalar cámaras de vigilancia en el balneario, colocar cartelería para disuadir a los amigos de lo ajeno y diseñar una plataforma para visualizar las imágenes y otra para transmitir las alertas a través de mensajes de texto, informó a El Observador Miguel Baccaro, uno de los integrantes de la comisión.

El Observador (Uruguay)

 



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