El papa pidió poner fin a la explotación del hombre por el hombre. Fue ante una asamblea de jefes de agencias de las Naciones Unidas. Los instó a encontrar maneras legítimas de redistribuir la riqueza del mundo. Es curioso, sabiendo que hasta entre los pobres y miserables hay quienes explotan a los aún más pobres y miserables, ver como lo tomaron algunos.

Hay quienes piensan que fue una incitación al socialismo, o peor, y están afilando intelectos y escritos para criticar a Jorge Mario Bergoglio, el hombre, sin ‘parecer’ que rechazan a Francisco, el papa. Toman sus palabras como un llamado político, que no es. Es un llamado a poner fin a las prácticas de exclusión de los subestratos de la sociedad. Es una exclusión practicada en todos lados. En algunas culturas excluyen a la mujer. En Cuba la cúpula revolucionaria excluye a su propio pueblo.

En el primer mundo su llamado incide en la economía. Lo que pide no es fácil, con los mercados en una sucesión de caídas en las que la predisposición no es a soltar sino a cogerse más de lo que se tiene para no seguir cayendo. Así como van, llegaremos al suelo. Los mercados necesitan reforma. Se han roto las cuerdas de sostén de tanto el capitalismo como del comunismo, y lo que queda es un híbrido sin lealtad a nadie, creado con

trozos de los dos. Es el Comu-Talismo, y hasta tiene fórmula:

(Comunismo+internacionalismo) + (Capitalismo+globalización) = Comutalismo

Lo que Francisco plantea pasa por una reestructuración de la relación producción-consumo. Después de todo el consumo financia la producción y la producción abastece el consumo. Equilibrar la balanza producción-consumo será intrínseco a los mercados del mañana, donde la batuta seguirá en manos americanas. A pesar del descalabro este sigue siendo el país del futuro, de la visión, baluarte de los ideales de la humanidad. El optimismo volverá al canto americano. Mientras tanto, hay que darse cuenta de que estamos ante un engaño. Quienes no tienen problema en asociarse con comunistas para enriquecerse con ellos, acusan a Francisco de inclinaciones marxistas. En algún momento el mundo entero abrirá los ojos a quienes crearon ese monstruo antinatural del comutalismo, y habrá que tenerles compasión. Marco Aurelio Antonino, César del antiguo imperio, escribió: "Comienzo las mañanas diciéndome que voy a encontrar gente chismosa, ingrata, arrogante, antisocial. Son eso porque ignoran lo que es bueno y lo que es malo, pero yo que he visto la naturaleza del bien y que tiene belleza, y la del mal y que es feo, sé que la naturaleza de quienes hacen el mal es como la mía. ¿Cómo pues los voy a condenar? Somos de la misma sangre, la misma semilla. Venimos de los mismos orígenes. Somos partícipes de la misma inteligencia y la misma divinidad, y ninguno puede hacerme daño porque ninguno puede imponer su fealdad en mí. No puedo odiarlos".

Hay que abrir los ojos sin destrozar a nadie. Hay que actuar sin maltratar. Hay que romper el ciclo del mal.

Los capos del Comutalismo no cesarán hasta haber comprometido todo el Occidente. Nadie aquí puede competir con el precio de la mano de obra semiesclava del Comutalismo que nuestros ‘ capitalistas’ subvencionan. En Beijing, mientras tanto, andan como cerditos en charco de barro. En Rusia se defienden con paraguas de acero. ¿En casa? Nuestros supuestos capitalistas, gracias por preguntar, acorralando mercados para el Comutalismo.

Los chinos se rigen por la ley de Hammurabi, rey de Babilonia, la de ojo por ojo y diente por diente. Nuestros magnates profesan el " si te golpean una mejilla, dales también la otra" de Mateo 5:38. El problema es que las mejillas que ponen no son las suyas, son las del consumidor, y los chinos con su diente por diente pegan duro.

El comutalismo no nos va a dejar tranquilos. El crecimiento continuo está cerca a su límite práctico. El nuevo orden será en base a innovación sostenida. La innovación exige igualdad de oportunidad y libertad. Sin ellas la economía es cascarón vacío. Eso es China.

El argumento de Francisco es teológico. Necesitamos reconocer a Dios en todos. Todos estamos llamados a llevarlo durante nuestros días en la tierra. Somos su… vehículo. El Señor nos necesita aquí como nosotros a Él allá , sicut in caelo et in terra, en la tierra como en el cielo. Hay que abrazar al de abajo. Es lo que pide Francisco. Lo demás llega por añadidura.