Durante largas décadas, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), han controlado esta población agrícola ubicada al final de un polvoriento camino sin salida. La base militar de Soler queda en terrenos que solían ser un fuerte baluarte de la guerrilla y donde vivieron algunos de sus jefes más notorios. Para los soldados que están aquí, en lo más remoto del centro de Colombia, es como una paja en el ojo.

“El hecho de que estemos en su retaguardia, en un área que es importante para ellos es algo que tienen que entender como una derrota”, dijo Soler. “Tienen que sentirse que no están a salvo en ninguna parte”.

Esta semana las FARC cumplen 50 años de fundadas, lo que las convierte en el ejército guerrillero más longevo de todo el hemisferio y a su vez es un desmentido para los que habían pronosticado su caída.

Desde sus inicios como una especie de milicia rural en 1964 bajo el mando de Manuel (“Tirofijo”) Marulanda, las FARC se convirtieron en uno de los grupos guerrilleros más mortíferos del mundo, con vínculos globales y lleno de dinero obtenido a través de la extorsión y del narcotráfico.

Ya pasó la época en que el grupo —calificado como terroristas por Colombia y Estados Unidos— tenía casi 20,000 hombres y amenazaba de modo efectivo con invadir la capital. Una guerra prolongada y más de $9,000 millones en ayuda militar norteamericana lo ha dejado profundamente herido. El Ejército estima que las FARC tiene en la actualidad unos 7,000 miembros y una red de respaldo de varios miles más.

Sin embargo, el cuidado que tiene Soler es un indicio de que las FARC siguen siendo peligrosas. Aunque el área cerca de La Julia está llena de aproximadamente 3,600 soldados, la única vía que lleva a la ciudad es propensa a ataques guerrilleros y es una zona vedada para el transporte de tropas, dijo el coronel. Los soldados dependen de helicópteros Black Hawk para hacer el viaje de 32 millas hasta Uribe, el pueblo más cercano.

“Eluden el combate directo y han regresado a la táctica de escaramuzas”, dijo Soler de las FARC. “Se visten como civiles, buscan las tropas, y cuando ven la oportunidad atacan”.

Aún así, algunos creen que este aniversario de las FARC podría ser uno de los últimos que celebren. Durante 19 meses, líderes de la guerrilla se han reunido con funcionarios del gobierno colombiano en Cuba para alcanzar un acuerdo de paz que exigiría que los rebeldes entreguen las armas, se olviden del uniforme militar y se sumen al convulso mundo de la política colombiana.

La suerte de esas conversaciones de paz es el tema central de las elecciones del domingo, donde el presidente Juan Manuel Santos espera conservar su cargo con la promesa de que es el único que puede garantizar el proceso de paz. Su principal rival, el ex ministro de Finanzas Oscar Iván Zuluaga, ha amenazado con suspender las negociaciones, o al menos continuarlas con condiciones que podrían ser insostenibles para la guerrilla. Se espera que los dos candidatos se enfrenten entre sí en una segunda vuelta, programada para el 15 de junio.

Dudas de paz

El gobierno colombiano dice sentirse optimista sobre las conversaciones, pero muchos tienen dudas. Como es el caso de Valentín Gómez, un hombre que ha vivido en los llanos colombianos durante 88 años.

Gómez dijo que la primera vez que huyó de la violencia política fue en los años 40 cuando conservadores y liberales armados aterrorizaron los campos durante una época llamada La Violencia. Después que las FARC surgió de ese conflicto, Gómez recuerda tener que escapar por lo menos cuatro veces más. Dice haber visto varias conversaciones de paz que han empezado con promesas pero no han llegado muy lejos.

“No creo que haya paz” , dijo, mientras veía a los soldados colgar pasquines donde les piden a los guerrilleros que deserten. “La guerra es un negocio y mucha gente se beneficia con ella. ¿Qué hará el gobierno con todos esos muchachos armados que andan por las colinas y montañas? En este país no hay suficiente trabajo para ellos”.

El gobierno admite que la pobreza es una de las principales razones detrás de las FARC y otros grupos criminales. Pero también dice que las guerrillas le deben su longevidad a la particular geografía de Colombia. Este reducto está rodeado de montañas, dividido por ríos y tiene una espesa vegetación para esconderse. En la tierra se cosecha también una de las plantas más lucrativas del planeta, coca, para hacer cocaína, y las FARC son importantes piezas en el narcotráfico.

La delegación de las FARC en La Habana no ha respondido las múltiples peticiones que se le ha hecho para conocer sus comentarios, pero algunos en La Julia dicen que la visión de las FARC como una mafia impulsada por el narcotráfico es demasiado simplista.

Nancy Castaño, de 48 años, es una líder comunitaria que vende pasto para alimentar el ganado. Aunque estuvo tres años presa por ser colaboradora de la guerrilla, Castaño dijo que los cargos le fueron retirados. Sin embargo, ello no ha hecho que disminuya la simpatía que siente por la causa del grupo.

Cuando hace medio siglo las FARC se alzaron en armas, el abandono en el que durante largos años estaban las zonas rurales y las grandes desigualdades resultaron ser un terreno fértil para el movimiento, dijo Castaño.

La revuelta “tuvo una gran resonancia y, yo diría, que se basó en un punto de vista tan objetivo que se convirtió en un fenómeno global”, dijo. “Hay razones y causas que llevaron a su nacimiento hace 50 años que todavía están con nosotros”.

Incluso hoy, la diferencia entre los ricos y los pobres en Colombia es algo que crece con más rapidez que en cualquier otro país de América Latina, según cifras de las Naciones Unidas.

Antes de Fidel

Cuando Fidel Castro derrocó a la dictadura del Fulgencio Batista en Cuba en 1959, ello inspiró a los movimientos izquierdistas guerrilleros en todos los países de la región salvo en Costa Rica. Sin embargo, las raíces de la FARC se remontan a los años 40 cuando Marulanda, cuyo verdadero nombre era Pedro Antonio Marín Marín, tomó las armas después del asesinato del líder liberal y candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán.

A medida que crecía el poder de las FARC y aumentaban las fuerzas rebeldes y encontraban nuevas fuentes de ingreso, como los secuestros y las drogas, sucesivos gobiernos han tratado de lograr la paz. En particular hay dos iniciativas que explican el pesimismo y ayudan a explicar la longevidad del grupo.

En los años 80, la administración de Belisario Betancur firmó un cese el fuego y las guerrillas entraron en la política y formaron la Unión Patriótica, o partido UP. La UP obtuvo más de 200 puestos en los concilios locales y varios escaños en el Congreso y en el Senado en 1986. No obstante, en los años siguientes, más de 1,500 líderes de la UP fueron asesinados, entre ellos el candidato presidencial Jaime Pardo en 1987. Ambas partes se acusaron entre sí de actuar de mala fe y las FARC volvieron a su ofensiva militar.

Un nuevo proceso de paz comenzó en 1998, cuando el gobierno de Andrés Pastrana sacó al Ejército de un área de 26,000 millas cuadradas, más grande que el estado de Maryland, como un gesto antes de iniciar las conversaciones de paz. El área, donde se encuentran La Julia y Uribe, era conocida como Caguán, pero muchos la llamaban Farclandia porque las guerrillas se movilizaban sin restricciones. Había incluso una discoteca para los oficiales y las FARC eran dueñas de las calles.

Las conversaciones se detuvieron en el 2002 luego que las guerillas secuestraron un vuelo comercial para atrapar a un senador. Cuando el Ejército y los escuadrones paramilitares de derecha se movieron para reclamar Farclandia encontraron que las guerrillas eran más fuertes que nunca. El enfrentamiento generó una espeluznante violencia y obligó a miles de personas a huir de sus casas.

Castaño, la líder comunitaria, dijo que un proceso de paz sería una estupenda oportunidad para que el gobierno y las FARC demuestren que, después de 50 años de lucha, realmente quieren lo mejor para todos los colombianos.

Si las negociaciones tienen éxito “podemos comenzar a colocar la primera piedra de modo que todo lo que se ha gastado en la guerra pueda invertirse en la paz y en las necesidades de la gente”, dijo Castaño. “Me parece que estamos a punto de empezar ese proceso”.