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30/06/2006 | México: Elecciones y gobierno

Fernando Ortiz Proal

El país se encuentra expectante a unas cuantas horas de que los electores acudamos a las urnas para elegir a quien será el titular del Poder Ejecutivo federal desde el 1 de diciembre de este año hasta el 30 de noviembre de 2012.

 

No obstante las encuestas, momios y demás referencias estadísticas que sirven para inferir el resultado de una contienda, lo cierto es que el comportamiento del votante siempre será un factor variable y consecuentemente incierto.

Pronósticos, opiniones, sentencias y presagios van y vienen de y en todas direcciones. Y si bien nadie se anima a señalar a rajatabla al triunfador, previa advertencia de que será una cerrada elección y de que en este momento no hay nada seguro para nadie, todos se lanzan a dar el nombre de su favorito.

Es innegable la importancia que reviste la elección del Ejecutivo en nuestro anacrónico régimen presidencialista, que ni la alternancia que operó luego de más de 70 años pudo modificar. Sin embargo, resulta muy significativo y hasta satisfactorio que a lo largo de este proceso electoral, la opinión pública nacional ha venido reconociendo en forma creciente la importancia de la composición de las cámaras que integran el Congreso de la Unión. Es probable que con el tiempo la elección de los legisladores genere un interés mayor respecto de la del presidente de la República.

Aunque la clase política mexicana se haya negado a reconocerlo durante el sexenio que termina, lo cierto es que la realidad política del país ha cambiado. Son muchos y diversos los abismos que desarticulan a México; los hay sociales, económicos, culturales, ideológicos, geográficos, morales y hasta programáticos. Pero el más perverso es aquel en el que unos cuantos tienen acceso a muchas oportunidades, mientras que muchos no ven en su vida casi ninguna. Este despeñadero de ilusiones es obscenamente injusto.

Este país está fraccionado. Más allá del útil discurso de la "unidad nacional", que sin duda es válido en relación con ciertos valores colectivos que van desde el nacionalismo hasta el concepto de la mexicanidad, es un hecho que en México conviven variadas maneras de apreciar el pasado, ver el presente y aspirar al futuro. Por ello, en nuestra opinión el reto más importante del país es lograr un régimen político, una estructura institucional, legal y, sobre todo, axiológica, que permita la coexistencia de todas estas visiones en armonía.

Por todo esto, a un par de días de la esperada elección federal y aún sin la confrontación de las visiones de vencedores y vencidos, debemos reflexionar sobre esta elección y el próximo gobierno. En principio, es menester recordar que las elecciones se realizan para integrar los gobiernos. Aunque a lo largo de este proceso electoral algunos han querido hacer ver al ejercicio democrático como un acontecimiento autónomo, la verdad es que una elección es el principio de un gobierno y no un fin en sí misma. De ahí que no se pueda disociar una cosa de la otra y, en consecuencia, que resulte cuando menos igual de importante alcanzar un sistema político funcional que lograr elecciones verdaderamente equitativas.

En este sentido, derivado de la experiencia de este proceso electoral, podemos concluir la conveniencia de que se acorten los tiempos de las campañas, se regulen las precampañas, se elimine la posibilidad del financiamiento privado a los partidos políticos y se constituya un tribunal electoral que verdaderamente imparta justicia en este ámbito y no sólo administre intereses políticos.

Por otro lado, urge la instauración de la segunda vuelta electoral en nuestro país. No es ni sano ni lógico que se acceda al gobierno con aproximadamente una tercera parte de los votos emitidos. También es impostergable el tránsito hacia un parlamentarismo moderno y productivo. Un sistema que permita que la integración de los gobiernos responda a la voluntad ciudadana expresada a través del voto. Ya no podemos continuar con un régimen del cual resulta un ganador de las elecciones a quien se le entrega el país en una bandeja para que se lo coma a su antojo.

Debemos tener presente que las elecciones sirven para conformar gobiernos. La pluralidad electoral exige pluralidad administrativa. Las elecciones competidas deben llevar a gobiernos compartidos, de lo contrario se violenta la verdadera voluntad popular.

ferortiz@consultoreslegislativos.com  

Abogado, profesor en la Facultad de Derecho de la UNAM

El Universal (Mexico)

 


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