17/06/2014 | Vacas flacas en Japón, vacas gordas en Corea del Sur
Sandro Magister
Por qué los coreanos se convierten a Cristo y los japoneses no. Lo explica un gran experto de las misiones, mientras se aproxima el primer viaje del papa Francisco a Asia
Los dos próximos viajes que el papa Francisco puso en
agenda lo llevarán a Asia. A mitad de agosto a Corea del Sur y en enero del año
próximo a Sri Lanka y a las Filipinas.
Asia ha sido la meta soñada desde joven por Jorge Mario Bergoglio, o más
precisamente Japón. Allí quería llegarse como misionero, al igual que otros
jesuitas también famosos. Dos de los tres últimos superiores generales de la
Compañía de Jesús pasaron muchos años en ese país: Pedro Arrupe y el actual
prepósito Adolfo Nicolás. Otro alto regente de la Compañía, Giuseppe Pittau,
fue durante muchos años rector de la universidad de los jesuitas en Tokio, la
renombrada Universidad de Sofía.
Lamentablemente, a pesar del inmenso esfuerzo de estos jesuitas ilustres y de
otros misioneros, el catolicismo no ha abierto una brecha en Japón. Las
conversiones son esporádicas y el crecimiento de los católicos está detenido en
el 0,35% de la población.
Mientras que, por el contrario, en Corea del Sur la Iglesia católica está en
sorprendente expansión, a pesar de la escasísima afluencia de misioneros en ese
país.
Las respuestas de los obispos de Japón al cuestionario del próximo sínodo de
los obispos – publicadas por www.chiesa en un
reciente servicio – muestran que hay que atribuir una parte de la
responsabilidad por el estancamiento a la debilidad de la conducción por parte
de la jerarquía del Sol Naciente.
Pero la comparación entre Japón y Corea, entre sus opuestas situaciones de
clausura y de apertura al cristianismo, pone en evidencia razones de
diferencias más profundas.
Las explica con claridad, en la nota que sigue, un experto de excepción, el
padre Piero Gheddo, decano de la Pontificia Misiones Extranjeras de Milán y
gran conocedor de ambos países, además de principal promotor de la encíclica
misionera de Juan Pablo II, la "Redemptoris missio" de 1990.
__________
POR QUÉ LOS COREANOS SE CONVIERTEN A CRISTO Y LOS JAPONESES NO
por Piero Gheddo
Japón y Corea tienen una historia y una cultura muy diferentes, razón por la
cual la misión cristiana produjo resultados muy distintos.
En Japón, casi cinco siglos después del ingreso de los misioneros con san
Francisco Javier en 1549, los bautizados en la Iglesia Católica son 440 mil
sobre 280 millones de japoneses, el 0,35%, mientras que los protestantes son
casi medio millón.
En Corea, donde el catolicismo llegó con algunos laicos a fines del siglo
XVIII, los católicos son casi 5.300.000 sobre 50 millones de habitantes, es
decir, más del 10%, mientras que los protestantes de las distintas
denominaciones son casi 8 millones, el 17%. De noche, Seúl parece una ciudad
cristiana por el gran número de cruces que brillan sobre iglesias, escuelas y
hospitales.
La fe cristiana ha sido recibida con muchas dificultades por Japón, mientras
que por el contrario, Corea del Sur parece recibirla hoy con los brazos
abiertos. En Corea el cristianismo se está convirtiendo en el motor de la
nación. Desde los años 60 a hoy casi de la mitad de los presidentes de Corea
del Sur han sido cristianos, inclusive Kim Dae-jung (1925-2009), premio Nobel
de la paz en el 2000 por su vigoroso esfuerzo para la reconciliación entre
Corea del Norte y del Sur.
¿Por qué los japoneses se convierten poco? Esencialmente por un motivo
religioso-cultural.
Las religiones de Japón enseñan, como lo hace el sintoísmo, que el hombre es
uno de los tantos elementos de la naturaleza, en la que se manifiesta el Dios
desconocido.
El confucianismo da una visión estática de la sociedad, en la que la suprema
norma moral es el respeto y la obediencia para mantener la armonía entre el cielo
y la tierra, entre superiores y súbditos, entre política y economía. Según la
moral confuciana, cada uno debe desarrollar su propio trabajo con el máximo
esfuerzo en el lugar que le ha sido asignado.
El budismo, al enseñar el desapego de sí mismo, el desprecio de las pasiones y
de las ideas personales, consideradas como ilusiones perniciosas, hace que el
individuo esté dispuesto a todo y sea extremadamente paciente.
El japonés es hijo de estas religiones: óptimo trabajador, sobrio y obediente a
las directivas. En una sociedad en la que todo debe funcionar como una máquina,
el japonés es el sujeto ideal, porque se mueve en grupo. La gente tiene una
fuerte conciencia unitaria como pueblo, pero una escasa conciencia de los
derechos de la persona. La vida común comienza en la familia, continúa en la
escuela y termina en la empresa, concebida como una gran familia. El espíritu
de colaboración que predomina en la empresa hace que el trabajo sea altamente
eficiente y productivo. El éxito de la empresa para la que cada uno trabaja es
considerado un ideal de vida por el que vale la pena sacrificarse, inclusive
con horas de trabajo extraordinario, con frecuencia poco o nada retribuidas.
“La influencia de las religiones tradicionales – me decía el padre Alberto Di
Bello, misionero en Japón desde el año 1972 – ha educado en una viva conciencia
de los propios deberes, más que de los propios derechos. El cristianismo,
entrando en Japón a través de las modernas misiones cristianas y la influencia
de Occidente, ha llevado a este país el concepto fundamental del mundo moderno,
el de la Carta de los Derechos del Hombre: el valor absoluto de la persona
humana individual. La sociedad, el Estado y la patria están al servicio de la
persona humana, no la persona al servicio de la sociedad, del Estado y de la
patria”.
Pero esta revolución se esfuerza para entrar en la mentalidad común. El padre
Giampiero Bruni, en Japón desde el año 1973, me dice: “Si un individuo es
consciente y libre, puede optar por convertirse a Jesús. Pero si no es libre
porque es miembro de un grupo, no puede. El japonés está habituado a obedecer y
a hacer como hacen todos. El grupo domina, salir del grupo no se puede, porque
esto significa cortar todos los vínculos. Y yo creo que también hoy las conversiones
que acontecen debemos examinarlas bien, para ver si son libres o están
condicionadas por algo que no llegamos a comprender”.
Este es el concepto de fondo que han expresado los misioneros que he
interrogado en mis viajes a Japón.
Radicalmente distinta es Corea del Sur, que en el último medio siglo ha
registrado un crecimiento récord de cristianos. Desde 1960 al 2011 los
habitantes pasaron de 20 a 50 millones, el ingreso per capita de 1.300 a 23.500
dólares, los protestantes del 2 al 17%, los católicos de casi 100.000 (el 0,5%)
a 5.309.964 (el 10%), según las estadísticas de la Conferencia Episcopal
Coreana.
Cada año se celebran 130-140 mil bautismos. La Iglesia coreana es femenina, a
partir del nombre: el catolicismo es llamado “la religión de la Mamá”, porque
frente a no pocas iglesias hay una estatua de María con los brazos abiertos que
invita a entrar a quienes pasan por allí, y también porque en el año 2011 los
fieles varones eran 2.193.464, el 41,5% del total, y las mujeres 3.095.332, es
decir, el 58,5%.
Las conversiones acontecen en su gran mayoría en las ciudades y entre las
elites del país: profesionales, estudiantes, artistas, políticos y militares
también de alto grado. El hombre símbolo de la Iglesia Católica en Corea ha
sido el cardenal Kim Sou-hwang (1922 -2009), arzobispo de Seúl desde 1968 al
1998, promotor de un fuerte compromiso de la Iglesia Católica en el campo
social. Durante la larga dictadura militar había hecho de la catedral
Myong-dong, en Seúl, un refugio para los opositores no violentos a la
dictadura. Los militares no se atrevieron jamás a entrar en la catedral, que
sabían que era defendida por el pueblo. Durante largos años el cardenal Kim fue
la personalidad más influyente de Corea.
Hay también un motivo histórico que explica las conversiones. Corea ha conocido
medio siglo de ocupación japonesa y también más de tres años de guerra civil
entre el Norte y el Sur (1950-1953), combates feroces casa por casa,
destrucción de muchas viviendas y estructuras estatales. El padre Giovanni
Trisolini, uno de los primeros salesianos que ingresó a Corea en 1959, me dijo
en 1986: “Cuando llegué a Corea había una miseria espantosa. El país estaba
también destruido por la guerra, con los ejércitos que habían pasado y repasado
por todo el territorio. El trabajo principal de nosotros los misioneros era dar
de comer a la gente, que literalmente se moría de hambre. Con pocas rutas y
líneas ferroviarias, no funcionaba casi nada de las estructuras estatales. En
esas circunstancias los gobiernos de Corea del Sur, con el país ocupado por los
estadounidenses, pusieron en primer lugar la instrucción del pueblo, fundando
escuelas por todas partes con un sistema educativo moderno, para hacer salir a
las nuevas generaciones de la enseñanza tradicional, la cual transmitía una
visión del hombre de naturaleza confuciana, heredada de China y poco adecuada
para formar jóvenes en un país moderno”.
La escuela se extendió a todos, inclusive también a las niñas, con una
enseñanza de materias totalmente diferentes a las del esquema confuciano. Este
cambio radical de la instrucción puso en marcha en poco tiempo el desarrollo
económico y contribuyó a preparar el camino hacia la democracia, a los derechos
del hombre y de la mujer y al cristianismo. Hoy Corea del Sur no tiene
analfabetos, la escuela es obligatoria y gratuita para todos, desde el jardín
de infantes hasta las escuelas superiores humanistas o técnicas, que frecuentan
casi todos. En 1960 Corea del Sur era uno de los países más subdesarrollados de
Asia, en los años ’80 fue uno de los “tigres asiáticos” con Taiwán, Singapur y
Tailandia.
En Corea el cristianismo ejerce un fuerte poder de atracción, respecto al
confucianismo y al budismo, al menos por cinco motivos:
1) Introduce la idea de igualdad de todos los seres humanos creados por el
mismo Dios, Padre de todos los hombres, y sobre todo el principio de igualdad
en los derechos del hombre y de la mujer, incluso en la diversidad y
complementariedad entre las personas de los dos sexos. En el confucianismo la
mujer no tiene la misma dignidad y los mismos derechos del hombre. En la
sociedad confuciana la mujer era casi una esclava del marido, las niñas no iban
a la escuela y la mujer era inferior al hombre. “Es un hombre malogrado”, decía
Confucio de ellas.
2) Católicos y protestantes son distintos por la participación activa en el
movimiento popular contra la larga dictadura militar entre 1961 y 1987.
Confucianismo y budismo promovieron, por el contrario, la obediencia a la
autoridad constituida. Si en Corea, al igual que en Filipinas, las dictaduras
militares cedieron el poder a gobiernos electivos con revoluciones no
violentas, con las “revoluciones de las flores”, fue principalmente por las
presiones de la opinión pública concientizad por las Iglesias cristianas.
3) El cristianismo es la religión del Libro y de un Dios personal, mientras que
el chamanismo, el budismo y el confucianismo no son ni siquiera religiones,
sino sistemas de sabiduría humana y de vida. Sobre todo, no tienen una
organización y dirección a nivel nacional que represente a sus fieles. Hay
intentos de coordinación entre las distintas pagodas y monasterios budistas,
pero cada uno va por su lado.
4) Católicos y protestantes han construido y mantienen una gran cantidad de
escuelas en todos los niveles, hasta numerosas universidades – las católicas
son doce – que se han impuesto en el país como las mejores desde el punto de
vista educativo y de los valores en los que forman a los jóvenes. Todas las
familias querrían mandar a sus hijos a las escuelas cristianas, porque la
educación de los jóvenes inspirada en el Evangelio se demuestra como la más
eficaz para formar personas adultas y maduras.
5) Por último, Corea del Sur es ahora un país evolucionado y también rico (se
dice que “está solo veinte años detrás de Japón”), en el que las antiguas
religiones no dan respuesta a los problemas de la vida moderna. Esto es
inevitable, porque el mundo moderno nació en Occidente, de la raíz
bíblico-evangélica, es decir, de la revelación de Dios en Cristo. El
cristianismo, y sobre todo el catolicismo, se presenta como la religión más
adecuada a nuestro tiempo y más activa en la ayuda a los pobres.
La abundancia de las conversiones confirma cuanto me decía durante mi último
viaje a Corea el padre Vicent Ri, prefecto de estudios de la Facultad de
Teología del seminario mayor de Kwangju: “El coreano está orgulloso de
definirse como una persona religiosa: entre los estudiantes, los intelectuales
y las personas cultas tampoco existe el espíritu anti-religioso o ateo común en
Europa. El hecho religioso está en el centro de la vida de nuestro pueblo, ésta
es una antigua tradición que el desarrollo económico y técnico no ha abolido,
sino que contribuye a reforzar”.
Pero durante muchos años, al menos hasta la visita del papa Karol Wojtyla en
1984, pocos han prestado atención a este "milagro" de la Iglesia
coreana. Me decía en 1986 el entonces secretario de la Conferencia Episcopal,
monseñor Simon E. Chen:
“Nuestra Iglesia tiene tantas conversiones, pero hemos sido olvidados durante
mucho tiempo por la Europa cristiana y por los misioneros. Pío XI envió
misioneros y religiosos a China. Pío XII mandó muchos misioneros a Japón,
diciendo: 'Si se convierte Japón, se convierte toda Asia, y luego con la
encíclica 'Fidei Donum' envió misioneros para África. Juan XXIII y Pablo VI
exhortaron a ir a África y a América latina. Cuando en los años ’50 miles de
misioneros y monjas fueron a Japón, casi ninguno vino a Corea.
"Nuestra Iglesia ha sido descubierta sólo con la visita triunfal de Juan
Pablo II en mayo de 1984. Ahora en Occidente muchos se asombran por el hecho
que hay tantas conversiones y vocaciones. Es que este fenómeno perdura desde
los años ’60 y luego de la visita del Papa ha asumido dimensiones
excepcionales. Su visita sirvió más que todas nuestras prédicas para
anunciar a Cristo a los no cristianos y para fortificar la fe en nuestros
bautizados”.
__________
Totalmente distinta, naturalmente, es la situación del cristianismo en Corea
del Norte. Recientes noticias han registrado un endurecimiento de la represión:
>
Corea, por orden de Kim Jong-un se incrementa la persecución de los cristianos
Sobre quien podría convertirse en el primer santo de Corea del Norte, el último
obispo de Pyong-yang, desaparecido en la persecución:
>
Diario Vaticano / El primer santo de Corea del Norte
__________
Traducción en español de José
Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.
Chiesa (Italia)
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