“Los superpoderes no cambian nada” Alberto Fernández, jefe de Gabinete

Posiblemente la definición por penales del partido librado entre Alemania y la Argentina pueda proyectarse al escenario político. Aunque nadie termine de explicar cuándo y por qué los comicios se llevaran a cabo y las fechas probables se muevan en el ámbito de lo posible, descansando en otro de nuestros enigmas constitucionales, lo cierto es que el 2007 es año electoral aunque desde ahora estemos jugando tiempo adicional del partido proselitista.

Esa puede que sea la causa por la cual, los movimientos son torpes, descalibrados y la velocidad impide que la razón se luzca en el campo de juego. Si hay alguien que debe tener argumentos en demasía para hacer sombra a un gobierno diletante como el de Néstor Kirchner, ese es Roberto Lavagna. ¿Qué necesidad hay de aferrarse a declaraciones demagogas y descalificaciones que no aportan al ya en exceso rudimentario nivel de nuestra política? Para balbuceos agresivos ya tuvimos la verborragia del gobernador de Chubut, Mario Das Neves al referirse al recaudador bonaerense, Sergio Montoya esta semana y a diario tenemos las expresiones del Ministro del Interior que parece, directamente, vivir en otra galaxia.

Qué el ex ministro de Economía elija o no a la primera dama para contraer nupcias no parece ser relevante como tampoco suena muy creíble su “sentido” recuerdo del jefe del movimiento justicialista. Pero pretender que Roberto Lavagna entra en esos artilugios por ingenuo tampoco es serio. El ex jefe de la cartera de Hacienda, lanzado a la candidatura sin necesidad siquiera de oficializarse el dato, sabe a ciencia cierta que, en los tiempos extras de juego hay que estar aceitado y con los botines de punta. La pelota debe estar dentro del arco contrario o la contra ofensiva puede golpearnos. En esa conciencia de tiempo y lugar se apoyan las expresiones de Lavagna. Una manera de estar. Un modo de “oficializarse” en la cancha donde el kirchnerismo no termina de armar su equipo y el DT falla a la hora de convocar delanteros y defensores para su causa.

Más que definirse en el área lo que necesita, el mayor contrincante del Presidente, es aglutinar fuerzas para neutralizar la ofensiva que se planea en Balcarce 50. Ninguna técnica, ninguna destreza, menos aún ideas. Se trata, sola y esperadamente, de una caterva de carpetas para atacar al ex funcionario. Estilo harto conocido en la política y hasta bastante similar al utilizado por el ARI sin que diera mayores resultados. Denuncias, corrupción, arreglos, prebendas o negociados que, de poder comprobarse tendrían la impronta del gobierno nacional en su base. Si Aníbal Ibarra debió responder por la ineficacia y desidia de sus funcionarios, ¿qué debería hacer el Jefe de Estado si, quién fuera su ministro estrella, aparece salpicado? Pero en la Rosada los razonamientos huelgan.

De todos modos, se acortaron los plazos y el proselitismo se está jugando. Intentarán, pues, golear como sea a menos que la ciudadanía esté alerta y el adversario no flaquee a la hora de dar pelea. Y así parece que está planteado el equipo del economista que ni bien quedara descalificada la Argentina del Mundial de fútbol (retomado, en consecuencia, tiempo de juego político) salió a tomar la iniciativa.

De ahora en más, lo que cabe esperar es un recrudecimiento de la campaña por parte de las huestes oficialistas y un amohinamiento - aún mayor al normal - de la gestión presidencial que buscará ahondar en actos más efectistas que en políticas concretas para los males que acechan. Se sabe que, para el gobierno es más simple “subsidiar” un secuestro que implementar políticas tendientes a evitar ese delito…

Por otra parte, la oposición deberá comenzar a definirse ya no puertas adentro sino hacia la sociedad que, para alentar, necesita equipos diferenciados en el campo de juego. Mauricio Macri pecó por apurado o por estar con la cabeza en el Mundial y, la vuelta atrás, ahora debe evaluarse detenidamente para evitar hacerla con un costo demasiado alto. Elisa Carrió seguirá aliada a su “contrato moral” hasta que la segunda vuelta electoral la ponga en el brete pero si algo tiene claro es que “Kirchner es peor que Menem”, así lo trasmite sin que le haga asco al micrófono mejor pago. Así pues, una segunda ronda la dejará contratada a la moral del menos malo…

Este es el escenario planteado en los reductos donde la apolítica tiene más de tinta que de destreza física. Digamos que es la política del vestuario, habrá que esperar entonces a ver qué pasa en el estadio donde los imponderables, las tarjeteas rojas y amarillas están a la orden del día y, un repentino penal puede dejarlos como australianos frente a los itálicos.

Para Néstor Kirchner la oposición real está en las provincias, en sus déficit presupuestarios, en las deudas fiscales y en el ángulo de apertura de la caja. Alcanzar antes de tiempo los 180 grados es muy arriesgado y, en los últimos días, ha comenzado a abrirse demasiado. Subsidios, renegociaciones con gobernadores desencajados, reelecciones provinciales onerosas en consecuencia, y gremios acechando cual aves de rapiña son algunos de los inconvenientes que sortean los hombres del primer mandatario mientras buscan ensuciar la cancha del otro lado. Hacerlo sin embarrarse ellos es lo que los mantiene desorientados.

La desesperación acarrea resultados impensados como ser el insistir con los DNU (decretos de necesidad y urgencia) sin advertir que le dejan servido en bandeja, a la oposición, un arma para aunar fuerzas. Puede que no los una el amor pero sí los unirá el espanto como lo hiciera cuando el Consejo de la Magistratura estaba por ser reformado. Sí, ciertamente, nada pudo hacer, en ese entonces, una oposición que venía deslucida y que relegó la labor legislativa en pro de la efectista y salió unida a abrazarse al Palacio de Tribunales con las cámaras prendidas…

Del Consejo de la Magistratura deformado se está tratando de pasar, como anunciábamos la semana pasada, a una Corte todavía más diezmada. Carlos Fayt y Enrique Petracchi con un pie afuera y Eugenio Zaffaroni que bien puede aprovechar este movimiento de internas y desavenencias en torno a la reforma del Código Penal para atender su juego, es decir la política que no debiera ensuciar a la Justicia. Estos cambios en el marco de una campaña pueden sobrellevarse con más tino – respecto a la repercusión pública - aunque sean, desde el vamos, manejos descabellados con un tinte macabro.
La Economía, por más que despotriquen los vecinos entre góndolas de supermercados (nacionales o chinos) y la sensación térmica diste de equipararse con los índices oficiales hasta el 2007 tira. Claro que, “tirar” no es garantía de nada pero buscar, hoy por hoy, en esa área una causa concreta para que, a Néstor Kirchner, se le complique el tránsito hacia una nueva presidencia es como buscar una aguja en el pajar. La aguja, ciertamente está pero las “circunstancias” no cooperan para dar con ella sin demasiado escollo y sin arriesgarse a perder, en ese trance, el tiempo.

Ciertamente la productividad está en baja y la rentabilidad se desacelera, las empresas están en alerta ante la escalada de las leyes laborales que el gobierno dijo frenaría pero que siguen avanzando de la mano de Héctor Recalde. Y la necesidad acuciante de Kirchner de salir a buscar “concertados” que le den aval, pone de manifiesto una orfandad creciente en las filas del Presidente y una debilidad económica que acecha.

Pero pilotear las crisis es una materia aprobada por la dirigencia. Lo que no se ha logrado, en todo caso, es aprobar la cátedra que enseña cómo salir de ésta. Así, la crisis energética se pudo mantener en “stand by” durante el 2005, año para el cuál también se anunció con bombos y platillos y las retenciones al gas son el arma de la que se hizo el ministro Julio De Vido para abrir el paraguas antes que la inflación salte en sensación y en la realidad. Como ese, el gobierno tiene artilugios varios con los que “zafar” para no tropezar antes de lo planeado. No es que eso sea bueno, claro. Lo lógico y coherente sería una política tendiente a que los descalabros en materia de servicios dejen de ser pesadillas cotidianas para los argentinos pero hasta ahora, la cintura y la caja del gobierno es lo que hay. Sino ¿para qué aumentar en un 20% el presupuesto?

La oposición, mientras tanto, no puede darse el lujo, que se dio en los primeros dos años de gestión kirchnerista, de quedarse quieta. De allí que Roberto Lavagna hable y muestre sus cartas, ya vendrá el tiempo de viajes que exige su agenda. Vendrá el contra ataque sin tregua y habrá que volver con las respuestas. Es la dialéctica proselitista. Es la metodología argentina por excelencia. Y, guste o no, tanto Kirchner como Lavagna nacieron en casa.

Eso sí, llegar a cuartos de final perdiendo por penales da bronca, da rabia… Pero peor es no llegar o abandonar a mitad de camino sin intentar. Lástima que, en política, el paso al costado y el “ciclo terminado” nunca sean verdad.

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)