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21/07/2014 | México: Patriotismo económico

Manuel Suárez-Mier

Esta misma semana ocurrieron en la ciudad de Washington dos eventos que evidencian de nueva cuenta el esquizofrénico debate que se escenifica en EE.UU. sobre el curso a seguir en cuanto a su política económica.

 

Mientras que el Peterson Institute for International Economics (PIIE), reconocido centro de investigación, celebraba el cumpleaños del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con una magnífica conferencia que mostraba con cifras sus beneficios para los tres países miembros, el secretario de Hacienda de EE.UU. Jack Lew convocaba a adoptar el “patriotismo económico” como pauta para el futuro.

Mientras que la ponencia de Lindsey Oldenski en la conferencia del PIIE mostraba que por cada 131 nuevos empleos en México en filiales de firmas de EE.UU. se crean 333 fuentes de trabajo en su país de origen, Lew pedía al Congreso que cambiara la ley para impedir que las empresas de su país se domiciliaran en el extranjero.

Si bien el trabajo académico citado se refería a la generación de fuentes de trabajo en ambos países cuando empresas estadounidenses invierten en México, y la “patriótica” propuesta de Lew aludía al deseo de empresas de reubicarse en otros países para abatir su carga tributaria, se aprecia el antagonismo entre ambas posiciones.

La razón por la que muchas firmas están en vías de trasladar sus oficinas centrales fuera de EE.UU. se debe a la elevada tasa de impuesto sobre la renta que tienen que pagar cuando su sede se ubica en ese país y porque el gobierno de EE.UU. cobra impuestos por la suma de los ingresos mundiales que generan sus empresas, además del creciente cúmulo de regulaciones federales y locales que encaran.

Conceptos como “patriotismo económico” y “nacionalismo revolucionario”, que tanto presumió el PRI como su plataforma ideológica por años, no son sino sobriquets que esconden políticas económicas proteccionistas típicas de regímenes fascistas o socialistas en los que la acción pública reemplaza a los mercados.

Tales nociones no tienen cabida en un mundo en el que la globalización económica y la integración comercial son una realidad cada vez más extendida, que ha incidido en la era más prolongada de crecimiento económico, creación de riqueza y abatimiento de la pobreza en la historia de la humanidad, como lo muestran los trabajos presentados en la conferencia del PIIE en el contexto de América del Norte.

El ensayo preparado por Gary Hufbauer, distinguido académico del PIIE y veterano del análisis de la integración de Norteamérica, enfrentó precisamente la propaganda en contra (abajo en cursivas) que han venido desperdigando sus enemigos desde hace un cuarto de siglo:

  • El TLCAN ha generado crecientes déficit comerciales para EE.UU. El balance comercial de un país tiene que ver más con sus niveles de ahorro e inversión que con cualquier otra variable, lo que explica que EE.UU. tenga un déficit comercial global, nivelado por un superávit en su cuenta de capitales, es decir, EE.UU. importa ahorro del resto del mundo.
  • El TLCAN ha extinguido fuentes de trabajo en EE.UU. En economías dinámicas como las de Norteamérica se crean y se esfuman fuentes de trabajo todo el tiempo, en un proceso que el gran economista austríaco Joseph Schumpeter llamó “destrucción creativa”. Los números muestran que el TLCAN ha creado empleos en los tres países que lo integran.
  • Menores salarios en el sector industrial de México han jalado los de EE.UU. hacia abajo. Esta afirmación simplemente ignora que la productividad de los trabajadores en nuestro país es inferior, lo que se debe al contexto que los rodea —pésimos servicios públicos, energía cara, mala organización industrial, burocracia excesiva e inepta, etc.—, lo que por fuerza se ve reflejado en sueldos más bajos. La evidencia empírica disponible no sustenta que ello incida en menores salarios en EE.UU.
  • Mayores exportaciones maiceras a México generan desempleo campesino y emigración a EE.UU., falsedad nociva repetida hasta el cansancio. La exportación de maíz de EE.UU. ha creado una pujante industria porcícola que ha generado empleos, y los flujos migratorios poco tienen que ver con la situación del agro mexicano, y mucho con las condiciones económicas en EE.UU. y el cambio demográfico en nuestro país.

El crecimiento de la economía mexicana ha sido mediocre desde que se inició el TLCAN, lo que se debe a la falta de reformas que permitieran elevar la productividad de la mano de obra y la competitividad de nuestra economía.

El buen análisis derrota a la demagogia patriotera, ¿lo entenderán así los políticos que se enrollan en la bandera?

El Cato (Estados Unidos)

 



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