Lo hizo al comunicar que su Gobierno es generoso y le ofrece a los fondos de inversión que demandaron a Argentina y reclaman el pago íntegro de su deuda, darles lo mismo que a aquellos que entraron en las reestructuraciones del 2005 y 2010 con pérdidas de hasta el 65 or ciento. Cristina Fernández lo propone como una medida formidable y se olvida o decide olvidarse, de algo clave. Los “buitres” ganaron el juicio en el 2012 y aguardan pacientes a cobrar todo el dinero que figura en los bonos garantizados por el Estado. Además, cada día que pasa, sus intereses aumentan. En un par de meses pasaron de poder reclamar algo menos de 1.600 millones de dólares a estar en condiciones de exigir unos 1.700 millones que, más tarde o más temprano, Argentina, con ella o sin ella, deberá pagar.

La presidenta dice y propone cosas insólitas hasta para la oposición. Ella, que de especular sabe un rato, jamás aceptaría su invitación si estuviera en la piel de los “carroñeros”. ¿Vendería los miles de metros cuadrados que compró por centavos a la provincia de Santa Cruz y que al día siguiente su precio se multiplicó por varios dígitos (millones)? Esto, por no hablar de las ejecuciones hipotecarias en la época de “los milicos” y posterior con la que ella y su difunto marido lograron amasar esa fortuna que atribuye a su labor como “abogada exitosa” (de causas anónimas). ¿Revisaría esas ganancias teniendo todos los papeles en regla ? Hasta ahora no lo ha hecho.

La invitación a los “buitres” es, por repetida, ridícula y fuera de lugar. Para la “gilada” que dicen sus compatriotas. Otra cosa, es el mecanismo que intenta poner en marcha para sacarle la lengua al juez Thomas Griesa y a Estados Unidos, al pasarse por el arco del triunfo a la justicia que Argentina eligió para tratar los conflictos con los bonos de marras. Eso, resulta bastante ocurrente. Pero la cuestión es que funcione, algo que aún está por ver. Además, el precio por la “gracia” puede resultar para el país más alto de que ahora puede pagar y si no, que le pregunten a las provincias, a sus empresas y a … los trabajadores. Entre tanto, la deuda con los “buitres” echa el vuelo, sigue creciendo y creciendo… Pero por eso, la presidenta no llora ni se pone “un poco nerviosa”.