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22/08/2014 | Vientos Borrascosos en el Levante

Jorge L. Daly

Ojalá me equivoque, pero veo a Estados Unidos y otros países de Occidente enfrentándose a un Al-Qaeda de mil cabezas.

 

El coche bomba explotó a varios kilómetros de donde estábamos pero tuvo la fuerza de un trueno ensordecedor, y mi joven colega iraquí me dijo con la voz entrecortada, casi rompiendo en llanto, si acaso no era señal de que la guerra civil empezaba. Nunca la vi después desde ese otoño de 2003 en Baghdad, pero me pregunto si llegó a imaginar la intensidad del encono, la infernal lucha fratricida que se desataría poco tiempo después. O si pudo prever su evolución dantesca cristalizada en el espanto del día -- el horror encarnado en las metas y acciones perpetrados por el Estado Islámico de Irak y Siria. Indígnese, estimado lector por lo que a diario lee, pero no ignore que su líder, el califa Abú Bakr al-Baghdadi, fue encarcelado por el ejército norteamericano durante la ocupación, según unos, durante un año, según otros, durante cinco. Y si bien no hay evidencia de que pasó temporada en Abú Ghraib, ese centro de reclusión donde tropas y oficiales norteamericanos practicaron la barbarie, no dude que todo lo sabe y todo lo siente. Quién sabe, hasta de repente ya la sabe representada en el Guernica del siglo XXI, quiero decir, en esos lienzos de Botero que grafican e inmortalizan el ejercicio del sadismo descarnado.

Presenciamos una tragedia, posiblemente sin precedentes en la historia moderna del Levante. El odio visceral nutre los avances de las huestes de ISIS y explica las prácticas atávicas que causan espanto y coronan el empinamiento de la deshumanización inconcebible. Tal energía vital, cruda y primitiva, está condenada a encontrar su opuesto en otras que le harán frente con igual fuerza. Lo que tenemos a mano es la reciente decisión del presidente Obama de retornar a Irak, bombardear para detener su avance y evitar el genocidio de poblaciones indefensas. Muy bien, y fíjese bien, hasta el propio Papa Francisco, apartándose de la histórica cautela de su iglesia en asuntos de conflictos entre países, ha avalado la decisión del presidente. Sin embargo, es legítimo plantearse interrogantes. Uno de ellos es entender por qué Estados Unidos actúa ahora y no meses antes cuando ya se conocían las atrocidades perpetradas por ISIS en Siria y en el triángulo sunita de Irak, cuando las masacres de miles de inocentes eran imposibles de ignorar. La respuesta es sencilla: la captura y control de zonas muy ricas en petróleo y la amenaza latente a Kurdistán, el principal socio de los Estados Unidos en la región. Entonces, más que un móvil humanitario, prima en la intervención norteamericana el cálculo utilitarista del interés y beneficio, el mismo principio que distinguió el ejercicio del poder en la región por parte de ingleses y franceses hace cien años. Le apuesto, estimado lector, que en el Medio Oriente todo el mundo lo sabe.

No sé si le digo algo nuevo. Tampoco le sé definirle bien estos terribles tiempos que vivimos, si están tipificados, por ejemplo, por la unipolaridad, la bipolaridad, o la multipolaridad. Pero sí sé que, en este mundo donde campea la violencia, un país que gasta en armas casi lo mismo que el resto gasta es indispensable. Digamos entonces que es un gran beneficio tener a un Estados Unidos dispuesto a evitar una crisis humanitaria y, de paso disuadir, ojalá de modo pacífico, el elan insano de ISIS. Un país indispensable para enfrentar amenazas y solucionar los difíciles problemas que aquejan a la región pero vea bien, qué desgracia, indispensable también para gestarlos. Vamos, eche un vistazo, Libia es un estado fallido, las armas enviadas para combatir a Al-Assad en Siria están en manos de los ejércitos de ISIS, a Irán se le hostiga. Ah, y por supuesto, en el inventario de lo descabellado es imposible ignorar la invasión de Irak.

La inconsciencia es raíz de graves crisis y problemas. Así como Estados Unidos engendra Al-Qaeda como instrumento para combatir a la Unión Soviética en Afganistán, el génesis de ISIS se encuentra en la decisión estratégicamente fallida y moralmente injustificable de asentar su dominio sobre la región a través de la ocupación de Irak. ¿Se han aprendido estas terribles lecciones? Lo dudo. El país indispensable podrá lucir más cauto ahora pero cuenta con políticos y líderes de opinión muy influyentes que nunca se dieron un baño de humildad. Los que dominan el debate público, en lo fundamental, son los mismos que resueltamente apoyaron la aventura en Irak y a quienes les falta hacer su mea culpa. Entre ellos, la abanderada del Partido Demócrata, Hillary Clinton. Ajenos al ejercicio de la reflexiva sabiduría, a este tipo de líder le cuesta entender que el Levante es mucho más que un tablero de ajedrez, que los habitantes de las diversas naciones, etnias y creencias que lo pueblan no son incómodas abstracciones sino seres humanos dignos de todo respeto.

No avizoro buenos tiempos. En el Levante presagio un futuro de más guerra, con una mayor presencia de los Estados Unidos. Y, en el mundo entero, es muy posible una escalada del terrorismo por parte de grupos de fanáticos que enarbolan la fe islámica que puede palidecer a sus expresiones de años recientes. La verdad es que son demasiados los que han visto sus derechos pisoteados, sus familiares y amigos desplazados o desaparecidos, su fe burlada, su dignidad mancillada. Ojalá me equivoque, pero veo a Estados Unidos y otros países de Occidente enfrentándose a un Al-Qaeda de mil cabezas. Así sucederá en la medida que los líderes de todos los bandos no tomen conciencia de que los medios que emplean definen los resultados que obtienen. En este caso, más división, más odio, más guerra, más miseria.

*Jorge L. Daly ejerce cátedra en la Universidad Centrum – Católica de Lima

El Pais (Es) (España)

 



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