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08/07/2006 | Si Doha fracasa

Sallie James

Si el recientemente propuesto “Borrador de Modalidades sobre la Agricultura” nos indica algo—y probablemente si lo está haciendo—entonces la Ronda de Doha de las negociaciones comerciales de la OMC parece estar condenada.

 

Cuando los ministros se reunieron la semana pasada en Génova, en el mejor de los casos podíamos esperar algún resultado de último minuto, minimalista y de poca consecuencia para el comercio liberalizado. Aquel resultado esencialmente sería un intento de recobrar credibilidad luego de los años y energía dedicados a estas negociaciones.

El fracaso de la Ronda de Doha sería una gran pérdida en muchos aspectos. En la ausencia de apoyo a la liberalización unilateral de los regimenes comerciales, éste es el mejor prospecto que el mundo tiene para asegurar las considerables ganancias en bienestar generadas por un comercio más libre. Como un comprobado reductor de pobreza, el comercio más libre tiene un potencial enorme de conseguir crecimiento y desarrollo para los países más pobres. El Informe de Libertad Económica en el Mundo del 2001 mostró que las economías relativamente abiertas tenían un PIB más de siete veces mayor, y que crecieron a una tasa ocho veces mayor que las economías menos abiertas.

Además de las considerables ganancias en el bienestar que serían perdidas, también hay peligro de socavar el sistema comercial basado en reglas que les ha servido tan bien a los miembros de la OMC. Un mayor énfasis en litigación, en lugar de en negociaciones, resultaría en un sistema global comercial más fraccionado y perjudicial. No queda claro si la litigación tendrá o no efecto alguno, ya que la falta de prospectos de mayores avances en el acceso a mercados mediante las futuras negociaciones proveerá menores incentivos para que los miembros errantes cumplan con las decisiones adversas. La falta de prospectos de mayores avances en el acceso a mercados mediante las negociaciones de comercio global también reducirían los incentivos algunas veces necesitados para que los países en vías de desarrollo decidan llevar a cabo reformas liberales de las cuales se beneficiarían ellos.

Un abandono del principio de nación más favorecida para favorecer tratados bilaterales y regionales también resultaría en un sistema de comercio global más complicado, y probablemente uno con reglas de origen confusas y obstaculizadoras del comercio, las cuales dictan los términos en los cuales ciertos bienes pueden entrar a un país. Además, esos tratados bilaterales y regionales, los cuales son intencionalmente discriminatorios, probablemente se volverán aún más perjudiciales si, como parece probable, son negociados cada vez más entre grandes jugadores en el mundo global. El desplazamiento comercial entre Omán y EE.UU. parece mínimo, pero un tratado comercial entre EE.UU. y, por ejemplo, Japón, podría ser inmensamente perjudicial para el sistema comercial global. Aunque por ahora parezca improbable este acuerdo, sería mucho más probable si el foro de la OMC estuviese “fuera de servicio”.

Algunos comentaristas han sugerido que si Doha falla, las negociaciones podrían comenzar nuevamente en el 2007 o 2008, luego de varias elecciones importantes. Pero con una economía mundial batallando grandes desequilibrios y una posible desaceleración—tal vez hasta una “estagflación” (inflación sin crecimiento)—en el futuro cercano, es dudoso que los políticos y el público se encuentren en un ánimo liberalizador dentro de un año o más, aún asumiendo que el congreso estadounidense renueve la Autoridad para la Promoción del Comercio del Presidente Bush. El congreso estadounidense ha experimentado un alza en sus ánimos proteccionistas, particularmente con respecto a China y esto en un momento en que el desempleo es bajo y el crecimiento es bueno. Los mercados financieros, desde ya nerviosos, expresarían su desagrado ante más señales de proteccionismo.

Para EE.UU. en particular, el fracaso de Doha reduciría el incentivo de reformar voluntariamente el respaldo dado a los agricultores estadounidenses. Pero aún si las negociaciones de Doha fracasaran, la decisión de la OMC respecto de los subsidios estadounidenses al algodón ha mostrado que los programas agrícolas estadounidenses están expuestos a litigación. EE.UU. puede o reformar su apoyo agrícola mediante negociaciones y potencialmente ganar acceso recíproco a mercados mediante este proceso o puede esperar una “reforma ejecutada” mediante las disputas en la OMC.

Las reformas de la ley de 1996 inspiraron reformas similares en los sectores agrícolas de EE.UU. y Japón, entonces el retroceso de la ley agrícola del 2002 ha mostrado a EE.UU. como el gran obstaculizador. Mientras que sus $42,7 mil millones en respaldo a sus agricultores representan solo un 16 por ciento del ingreso agrícola total, comparado con el 32 por ciento de la Unión Europea—y es aún menos que el 56 por ciento que el gobierno japonés paga a sus agricultores y que el 68 por ciento que los suecos les proveen a sus agricultores—gran parte del respaldo estadounidense está en la categoría que distorsiona el comercio. EE.UU. debe mostrar algo de liderazgo oportuno, unilateralmente si es necesario, para restaurar su credibilidad como una nación comprometida con los mercados libres y con las oportunidades para todos.

Sallie James es analista de política comercial del Cato Institute.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 



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