Las reacciones de los líderes de las corrientes políticas y cívicas sobre los resultados fueron inmediatas. Por supuesto que cada uno lleva agua para su molino y todos, por su parte, procuran mostrar el ´triunfo´ de su opción. ¡Vaya cómo se saludó lo que se ha venido en llamar ´fiesta democrática´! Parece que se oculta que los problemas no han terminado con el voto, puesto que, lamentablemente, siguen vigentes los presagios de desencuentros en torno a los cambios propuestos.

Ciertamente, éste ya no es el tiempo de reflexionar sobre el fondo mismo de la cuestión, o sea sobre la pertinencia de la futura asamblea o sobre centralismo versus autonomías regionales. Lo que ahora debe debatirse es la esencia misma de lo que se ofrece y de lo que se plantea a la ciudadanía en las votaciones, de cualquier índole que éstas sean.

Veamos: No resulta muy democrático, plantear falsas alternativas, como aquella tan publicitada —se convirtió en ´voto consigna´— de que las autonomías se orientan a dividir al país, a sabiendas de que esto no es así, o que se trata de una aspiración de sectores supuestamente minoritarios de una región, lo que ciertamente se desmiente con los resultados abrumadores por el sí en la región aludida, lo que implica que fue la verdadera mayoría de los votantes.

Una muestra de la desinformación fue dramática, cuando un periodista de un canal de televisión preguntaba a mujeres que marchaban apoyando el ´no´, por qué votarían en ese sentido. Ni una sola de las marchistas sabía lo qué significaba votar por el no o por el sí. Predominaba la respuesta ´no sé´ y algunas decían que lo harían ´para que Bolivia no se divida´, y una dijo que votaba por el MAS.

Así, ¿cómo creer que hay una voluntad definida en la cuestión del centralismo y el régimen de autonomías? Es cierto, hubo debates previos en círculos políticos y de intelectuales. Pero el debate y los esclarecimientos llegaron libremente a todos, en especial a los trabajadores, a los campesinos y a todos lo que han sido el objeto de la desinformación e, inclusive, del engaño. Así las cosas, todo parece volver al comienzo, con un panorama que da lugar a temer más desencuentros.

Un elemento más: parecería que las autonomías son simpáticas cuando se está en la oposición, pero se las ve como peligrosas desde el Gobierno, pues éstas se erigen como obstáculos para hegemonías poco democráticas. Así se explicaría el cambio de posición del oficialismo en este tema trascendental, y de su intervención militante en la consulta a la ciudadanía, instando abiertamente a votar por el no, e inclusive deformando la esencia de una propuesta que tiene que tomarse no como un tema circunstancial, sino como uno de la mayor relevancia, puesto que se trata de hacer que el funcionamiento del Estado sea más eficiente. Pero es más: parece que las argucias, las interpretaciones torcidas sobre los resultados —aún considerando que algunos fueron producto de la desinformación— podrían crear mayores desencuentros en los bolivianos. ¿Es que así se sirvió a la democracia con este referéndum al que, para anular la decisión de las regiones que van por las autonomías, ya se dan interpretaciones diversas y caprichosas?

*Marcelo Ostria es abogado y diplomático