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31/08/2014 | Correa es un conservador

Martín Rodríguez Pellecer

El ecuatoriano Rafael Correa me parece el líder más interesante de América Latina. Pero tampoco exageremos como lo hacen los libertarios y los ultra-conservadores. Correa es más bien un conservador para nuestros tiempos, o un progresista que hubiera sido de vanguardia en tiempos de Jacobo Árbenz. El progresismo de nuestra generación tiene otros componentes.

 

Es más fácil ver las diferencias si nos abstraemos de nuestro contexto. ¿Se imaginan si John F. Kennedy hubiera estado a favor de la igualdad económica pero en contra de los derechos de los negros que reivindicaba Martin Luther King? ¿Se imaginan que Juan José Arévalo hubiera legalizado los derechos de los trabajadores pero hubiera estado en contra de los derechos de las mujeres a votar? Conforme evoluciona la sociedad, hay batallas indispensables, tan importantes como las anteriores.

Correa predica (y pone en práctica, que es su estrella) muchos de los postulados de la izquierda moderna del mundo en el siglo XX. Seguridad social universal, educación gratuita de calidad, salarios dignos, aprovechamiento de los recursos naturales tutelados por el Estado, independencia respecto de la diplomacia estadounidense. No veo muchas diferencias respecto de la Revolución del 44 o de la Revolución Mexicana, o del New Deal gringo, o de todas las reformas sociales de Brasil o Chile en el siglo XX. Lo que pasa es que en Guatemala nos salteamos parte del siglo XX desde 1954 a 1984, y el debate nacional está todavía muy influido por los equivocados libertarios.

Así, alguien a favor de más igualdad económica, pero en contra de los derechos de los indígenas no es progresista. O alguien que está a favor de más igualdad económica y entre las relaciones interétnicas pero está en contra de los derechos de las mujeres, o de la diversidad sexual, o de la democracia hacia lo interno de su partido, tampoco es progresista.

Cuando diputadas de su partido Alianza País propusieron despenalizar el aborto en casos de violación (algo obvio y un acuerdo social desde hace décadas), su reacción fue decir que si se aprobaba, renunciaría, humillando así a las legisladoras e impidiendo cualquier debate. ¿Qué tipo de progresismo es éste? Uno del siglo XX. Pero no, no es el que esperamos muchos jóvenes o muchos progresistas actuales.

Una vez en la universidad de Columbia le pregunté al Ministro de Información de Correa qué hubiera hecho Quito si Assange hubiera publicado las cartas entre embajadas ecuatorianas. Me respondió que hubiera tenido un juicio en el que se respetaran sus derechos humanos en Ecuador. Es decir, no asilan a Assange por proteger su vida y la libertad de informar, sino sólo por proteger su vida, que ya es más de lo que hace el resto de Estados, pero no es suficiente.

Esto no quiere decir que el progresismo sea mejor que el conservadurismo. Es sólo que damos más valor a ciertos valores. Esta gráfica (en inglés) lo resume (y simplifica) bien: informationisbeautiful.net/visualizations/left-vs-right-us/. Por ejemplo, los conservadores creen más en la meritocracia, el pragmatismo, el comercio libre y la equidad. Los progresistas creemos más en la igualdad, el idealismo, el comercio justo y la ética. Aunque hay mil matices.

*Esta columna fue publicada originalmente en el  blog Wachik' aj

América Economía (Chile)

 



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