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09/07/2006 | MEXICO - Elecciones del 2006

Andrew Selee

Las elecciones del 2006 fueron un duro revés para el PRI. Apenas ganó un poco más de una quinta parte del voto para Presidente y probablemente terminará con un poco más de una quinta parte de los escaños en la Cámara de Diputados y una cuarta parte de los Senadores.

 

Esta derrota, rotunda y contundente, parecería confirmar las sospechas de algunos analistas después de las elecciones de 2000 de que el PRI, despojado de su poder hegemónico, paulatinamente se desvanecería como fuerza política. Estos analistas han argumentado que un partido creado más para utilizar el poder que para competir por él, no podría sobrevivir sin el control absoluto del aparato y erario público; que un partido que dependía de una red corporativista perdería su base social en una época de ciudadanos cada vez más independientes; que un partido que abarcaba todas las ideologías sin asumir ninguna como suya, no podía convencer a ciudadanos frente a los desafíos modernos de gobernar.

Si estas predicciones son certeras, es todavía posible que el PRI pueda persistir como un partido regional importante en diferentes estados de la República, pero perdería su relevancia como partido nacional. Sin embargo, también es posible que el PRI pueda reinventarse y regresar como fuerza poderosa para competir en futuras elecciones. Hay primero que entender las razones de su fracaso para entender sus posibles futuros. Estos factores condicionan el futuro del PRI, del sistema político mexicano en su conjunto y de los otros partidos grandes (PAN, PRD).

El primer factor es que el electorado mexicano ha cambiado. El corporativismo sigue siendo un elemento importante del sistema político mexicano, pero cada vez menos mexicanos dependen de las redes clientelares. Esto ha dado pie a que haya más electores no comprometidos orgánicamente con ningún partido y que esperan propuestas de los candidatos antes de dar su voto. Y aún cuando los líderes pueden ejercer algún tipo de influencia moral sobre los miembros de sus organizaciones, no hay la seguridad de que apoyen a un solo partido. Hay evidencias en estas elecciones que muchos grupos corporativos del PRI apoyaron las candidaturas locales de su partido, pero a un candidato presidencial de signo distinto. La diferencia entre el apoyo de Roberto Madrazo y el de los candidatos a diputados y senadores del PRI da testimonio de esto, sin mencionar los líderes que se apartaron del PRI completamente para buscar alianzas con el PRD o el PAN.

El segundo factor es que el sistema mexicano de partidos ha cambiado. En esta elección el norte del país votó casi unánimemente por el candidato presidencial del PAN mientras el Centro y Sur votaron casi unánimemente para el candidato presidencial del PRD. Este voto parece representar dos visiones distintas del país y de su experiencia con la globalización y las políticas públicas recientes. Dentro de este panorama han emergido dos partidos que representan proyectos muy distintos.

Si bien el PAN dista mucho de ser un partido liberal al estilo de los partidos socialcristianos de Europa, sí enarbola un proyecto de centro-derecha ligado al mercado libre. El PRD también dista mucho de ser un partido de izquierda coherente al estilo de los partidos socialdemócratas europeos o sudamericanos, pero sí contiene la semilla de un proyecto de centro-izquierda. Dentro de esta diferenciación de ideología, el PRI no ha tenido claridad sobre cuál es su postura ideológica ni sus propuestas claves para el futuro del país. México está viviendo una paulatina e incierta polarización ideológica que responde a realidades específicas en el país, sin que el PRI logre definirse en este escenario.

El tercer factor es que el aparato público está viviendo un proceso de cambio importante. En el viejo sistema los fondos públicos eran altamente discrecionales y el sistema político, dominado por un solo partido, sirvió como mecanismo de reparto. Cada vez más el aparato público está dividido entre diferentes partidos sin un monopolio de control sobre los recursos. Además hay cada vez más reglas para el uso de los fondos públicos y acceso a información sobre ello. Es cierto que las leyes de transparencia estatales son en muchos casos débiles, algunos programas sociales carecen de controles adecuados, la presupuestación federal no tiene reglas suficientemente claras y el marco regulador para el financiamiento de partidos tiene lagunas notables. No obstante, ya han pasado los días en que los políticos tenían una alta discrecionalidad del gasto sin un control mínimo y es de esperarse que seguirá este proceso ahondándose en el futuro por la presión ciudadana. El PRI frente a estos cambios ya no puede ser sólo el partido que reparte, sino el que diseñe e implemente buenas políticas públicas.

¿El PRI puede ajustarse a estos retos del nuevo sistema político que está emergiendo? No es del todo claro. En el ámbito estatal y municipal, la ideología es menos relevante, los recursos son más discrecionales y la relaciones directas entre ciudadanos y gobernantes son aún más directas, así que estos factores arriba señalados no necesariamente auguran el fin del PRI como partido regional. Pero para competir en el plano nacional tendrá que situarse dentro de estos cambios. Los liderazgos recientes del partido parecen no haber favorecido el tipo de diálogo y renovación que permitiría al PRI volverse un partido y nacionalmente competitivo. Este factor coyuntural, de un liderazgo divisivo, ahondó los problemas más estructurales que ya venía enfrentando el partido desde 2000.

Sin embargo, tampoco es claro si los otros grandes partidos, PRD y PAN, están a la altura de enfrentar estos cambios en el sistema político mexicano. Aunque el PAN y el PRD están peleando la Presidencia y serán los partidos más grandes en el Congreso, ninguno de los dos representa mucho más que un tercio del electorado. Todo parece indicar que el partido que logre encarar los retos de reconocer a los ciudadanos como actores autónomos, abogar por políticas públicas efectivas y tener una ideología clara y convincente, será el partido a vencer en el futuro y tendrá una legitimidad importante ante la ciudadanía.

Director del Instituto México del Centro Woodrow Wilson y co-editor del libro ´Mexico´s Politics and Society in Transition´ 

El Universal (Mexico)

 


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