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20/09/2014 | Inversión en infraestructura para el crecimiento de América Latina y el Caribe

Juan N. Cento

La frase “los números nunca mienten” es acertada cuando examinamos la correlación que existe en un país entre sus inversiones en infraestructura de transporte y su prosperidad económica.

 

Consideremos las estadísticas del Índice de Competitividad Global (ICG)¹ del Foro Económico Mundial. Este índice evalúa una serie de factores que inciden en el desempeño económico de 144 países en sus intercambios mutuos.

Aquellos países como Suiza, Singapur y los Países Bajos, mejor clasificados en cuanto a su competitividad global general, son los que se ubican en los primeros 10 puestos en cuanto a la extensión y calidad de sus caminos, ferrocarriles, puertos y aeropuertos.

¿Y qué decir de los que van rezagados cerca del final de la lista en competitividad, entre ellos Haití, Guinea y Venezuela? Pues aquí también la correlación se cumple, ya que estos países tienen algunas de las peores infraestructuras de transporte del mundo.

Evidencias empíricas como las del ICG sirven para cuantificar lo que el sentido común revela. Si los caminos no están pavimentados, si no hay ferrocarriles y si los puertos son anticuados y los aeropuertos no se desarrollan, los negocios no pueden capitalizar las oportunidades regionales o globales. En tales condiciones, el comercio no es viable, el empleo es deficiente y la calidad de vida del país, así como su expectativa de prosperidad, decae.

La solución para este problema puede ser engañosamente fácil: aumentar la inversión pública, privada y los proyectos de colaboración mixtos en infraestructura, bien planificados y a largo plazo. Pero la realidad es muy diferente, porque hay otras cuestiones sociales y realidades políticas que desvían el movimiento de los fondos hacia iniciativas de corto plazo que se necesitan atender con extrema urgencia.

En el mundo, la región de América Latina y el Caribe (LAC) ha disfrutado de un fuerte crecimiento económico durante la última década. En cierta medida, gracias a una intensificada demanda de sus recursos naturales, a políticas nacionales de importación/exportación más atractivas y a gobiernos relativamente estables, comprometidos con el desarrollo económico.

Pero la región de LAC sigue rezagada con relación a las florecientes economías de Asia, Europa y otras regiones del mundo. Gran parte de esa brecha surge de la falta de atención prestada por la región y avances desalineados a la necesidad de mantener y mejorar la infraestructura de transporte. Se trata de un problema que seguirá en aumento, si no se rectifica el rumbo pronto.

El impacto de la infraestructura. El mundo de los negocios puede sacar muy buen partido de las mejoras en la infraestructura. En particular, la pequeña y mediana empresa (PyME) es la que puede resultar más beneficiada, ya que tiene mínimas probabilidades de contar con los recursos necesarios para superar los obstáculos logísticos.

Malasia es un excelente ejemplo de un país que se ha concentrado en el desarrollo de su infraestructura durante más de tres décadas y los negocios –de todo tipo– han cosechado las recompensas. Poco después de su independencia en 1963, el gobierno malasio convirtió en prioridad la necesidad de ampliar y modernizar su infraestructura. Como resultado, el tamaño de su sistema vial se ha multiplicado por seis desde 1966, de modo que hay extensas y modernas carreteras tanto en las zonas urbanas como en las regiones menos desarrolladas. Una inversión similar ha permitido el desarrollo de nuevos puertos, habilitando una capacidad indispensable para el dinámico comercio internacional de Malasia.

Hoy en día, Malasia – un país económicamente aislado hace apenas una generación – se clasifica en un robusto vigésimo lugar en el índice ICG. Su ranking es incluso más alto que el de China y que el de CUALQUIERA de los países de LAC.

Al otro extremo del espectro está el continente africano, donde se encuentran 12 de los 15 países clasificados más bajos en el índice ICG. Aun cuando una gran parte del continente sufre problemas generalizados – como una pobreza extrema y educación deficiente – la falta de puertos navegables, de carreteras pavimentadas y de otros elementos esenciales para el transporte representan, en conjunto, un serio impedimento para su progreso.

Pero los países africanos que han hecho de la inversión en infraestructura una prioridad – especialmente Mauricio, Marruecos y Sudáfrica – están empezando a derivar beneficios económicos de su decisión de convertir el desarrollo de la infraestructura en un pilar de la planificación pública a largo plazo.

Aun cuando LAC en su conjunto figura en ICG como una región rezagada, varias economías están mostrando signos de prosperidad – y gran parte de ello se atribuye a inversiones considerables y significativas en infraestructura.

Acción en LAC. Chile, trigésimo tercero en ICG y cuadragésimo noveno en infraestructura, es el país de LAC que ocupa el primer lugar4. La calidad relativamente alta de su infraestructura de transporte dentro de un marco económico estable y de políticas públicas sólidas, ha hecho de Chile la economía más competitiva de la región – con expectativas de mayor crecimiento.

A pesar de que algunos países han sufrido debido a diversos factores económicos, otros países de LAC escalan los niveles de competitividad global5 Panamá (48 en ICG), Costa Rica (51), Brasil (57) y Colombia (66). Si bien cada uno de ellos tiene mucho trecho por recorrer para sentar las mismas bases que las economías más avanzadas de Asia y Europa, cada uno sigue realizando inversiones importantes y estratégicas en proyectos de transporte significativos a largo plazo.

Por ejemplo, el presidente de México, Peña Nieto, ha prometido reforzar las inversiones del país para potenciar el motor del crecimiento económico mexicano. Un elemento clave de su plataforma es el Programa Nacional de Infraestructura (PNI)6, que incluye inversiones de gran alcance en proyectos ferroviarios y viales valorados en $1,3 billiones de pesos. Es significativo que el gobierno y los contribuyentes no llevarán la carga solos, pues una gran parte de la inversión proviene de colaboraciones público-privadas.

Colombia – donde una infraestructura inadecuada es el segundo mayor obstáculo para hacer negocios en el país, según el Foro Económico Mundial – está dedicada a aumentar su competitividad realizando fuertes inversiones en infraestructura. Su gobierno, como el de México, ha sancionado una ley de colaboración público-privada que permite a organismos extranjeros invertir a través de ventajosas concesiones del estilo “construir-operar-transferir”.

Por supuesto, el hecho de que este verano Brasil fue el anfitrión de la Copa Mundial de la FIFA y más adelante de las próximas Olimpiadas de Verano en 2016, ha acelerado el desarrollo de numerosos proyectos de infraestructura de transporte. Ello deberá reducir los vertiginosos costos de logística y estimular el crecimiento de los negocios mucho después de terminados los juegos.

Estos países han observado las conclusiones principales de la VI Cumbre de las Américas, celebrada en Colombia en 2012. Un mandato revelador8 fue la necesidad del compromiso de toda la región para mejorar la calidad y cantidad del transporte y así reforzar la competitividad intrarregional y global.

El último reporte del ICG reiteró esos sentimientos, notando que “Para alcanzar los niveles más altos de productividad, se necesitan nuevas acciones involucrando reformas estructurales muy necesitadas e inversiones para la mejoría de la productividad”.9

El resto de LAC debe prestar atención. Las oportunidades para competir en la región y el mundo nunca habían sido mayores, pero un crecimiento sostenido y a largo plazo no ocurrirá si descuidamos necesidades institucionales importantes, entre ellas la educación, la gestión financiera y la preparación tecnológica.

Y realizar inversiones estratégicas en activos de infraestructura, modernos y robustos, es fundamental para fortalecer el motor económico de la región.

América Economía (Chile)

 



 
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