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23/09/2014 | Un Obama desbordado por las crisis globales busca apoyos en la ONU

Marc Bassets

El Estado Islámico y el ébola centran las discusiones de los líderes mundiales en la Asamblea General de Naciones Unidas.

 

Un grupo yihadista del que pocas personas habían oído hablar hace un año y una enfermedad que parecía olvidada monopolizarán esta semana la atención de los líderes mundiales en Nueva York. La Asamblea General de Naciones Unidas, el ritual que cada año congrega a más de 140 jefes de Estado y de Gobierno, ofrece una fotografía única de las relaciones internacionales. Del ébola a la violencia del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak, pasando por Ucrania, este es un mundo distinto al de septiembre de 2013, cuando se celebró la última reunión.

“Vivimos en una era con un nivel sin precedentes de crisis y problemas”, dijo este lunes en una rueda de prensa el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

Basta repasar el discurso de hace un año de Barack Obama ante la Asamblea General para entender cómo casi nadie, empezando por el presidente de Estados Unidos, contemplaban la inestabilidad actual. Obama explicó entonces a los delegados que, tras más de una década de intervenciones militares, EE UU se había retirado de Irak y preparaba el repliegue de Afganistán, con lo que ponía fin a “una situación de guerra perpetua”. El mundo, proclamó, “es más estable de lo que era hace cinco años”. Ni rastro, en aquel discurso, de Ucrania. Y, de las tres citas a Rusia, dos fueron para mencionar la cooperación en el desarme químico de Siria y en las negociaciones para frenar el programa nuclear de Irán. La palabra ébola había desparecido del vocabulario internacional.

Un año después, todo ha cambiado. La epidemia del ébola en África Occidental ha infectado desde el pasado marzo a más de 5.300 personas, como mínimo, y ha matado a más de 2.800, según datos de la Organización Mundial de la Salud. La caída del gobierno prorruso de Ucrania en febrero, la posterior anexión de Crimea por Rusia, la insurgencia separatista y las sanciones contra Moscú han resucitado el lenguaje de la guerra fría. Las relaciones entre Washington y Moscú se han deteriorado hasta niveles inusuales desde la caída del bloque soviético. Y los avances del Estado Islámico en Oriente Próximo han obligado a Obama a rectificar: tres años después de su retirada, EE UU bombardea en Irak y prepara ampliar la intervención a Siria tras descartar un ataque en este país hace un año. La guerra perpetua no ha terminado.

Nada es como Obama imaginaba en septiembre de 2013. La historia pasa por encima de cualquier previsión. Y no es el primer presidente a quien le ocurre. Lyndon B. Johnson quería ser recordado como el presidente que acabó con la segregación racial y amplió el Estado del bienestar, pero la guerra de Vietnam ensombreció su legado. George W. Bush era reacio a intervenciones militares para cambiar regímenes en países lejanos, pero los atentados del 11-S colocaron la llamada lucha contra el terrorismo en el centro de su legado.

Obama aterriza en Nueva York con una agenda nutrida —discursos en varios foros, reuniones bilaterales, recepciones y photo-ops: fotografías con otros líderes para consumo interno de cada país— pero un objetivo inmediato: construir una coalición internacional para “debilitar y destruir” al Estado Islámico. Tras participar en la cumbre sobre el cambio climático, el martes, el miércoles se dirigirá a la Asamblea General y presidirá una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU que obligará a cambiar las legislaciones nacionales para perseguir a los ciudadanos que se sumen al Estado Islámico en países como Siria o Irak, y a quienes les ayuden. El jueves intervendrá en una reunión sobre el ébola.

“Habrá muchas crisis en la agenda de la ONU esta semana, pero el Estado Islámico y el ébola captarán la atención”, dice Richard Gowan, del Centro sobre la Cooperación Internacional en la Universidad de Nueva York. “El ébola”, añade, “es exactamente el tipo de amenaza que la ONU debería ser capaz de abordar si un número suficiente de grandes potencias lo apoya: no hay grandes diferencias políticas sobre la necesidad de actuar para frenar la enfermedad, y hacerlo permite usar la experiencia de la ONU en gestionar epidemias, proporcionar ayuda humanitaria y reforzar autoridades estatales muy débiles”. “Por contraste”, concluye Gowan, “no hay que esperar ningún progreso sobre Ucrania. Este es exactamente el tipo de crisis que la ONU no puede resolver, porque Rusia es una potencia atrincherada en el Consejo de Seguridad”. Rusia es uno de los cinco miembros permanentes y con derecho de veto del Consejo de Seguridad, órgano decisorio de la ONU.

Naciones Unidas puede poner orden a la inestabilidad global, pero dentro de unos límites. “Nuestra era busca, de forma insistente, a veces desesperada, una idea de orden mundial. El caos amenaza mano a mano con una interdependencia sin precedentes”, escribe Henry Kissinger en su último libro, World Order (orden mundial). “¿Afrontamos un periodo en el que fuerzas sin la restricción de ningún orden determinan el futuro?”.

El Pais (Es) (España)

 



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