Menos imaginativa o, por lo menos, explícita que el sucesor del fallecido comandante Hugo Chávez, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha dado a entender que tiene motivos para sospechar que los norteamericanos quieren que le pase "algo". Aunque no dijo temer ser víctima de un atentado por parte de la CIA, tanto aquí como en el exterior sus palabras se prestaron a tal interpretación. Luego de guardar silencio por un par de días, en Washington un vocero del Departamento de Estado afirmó encontrar tan "inverosímil" la denuncia que no valdría la pena tomarla en serio. Estará en lo cierto el funcionario, pero el que a juicio del gobierno norteamericano y, es de suponer, de los de sus aliados europeos y asiáticos lo que dice la presidenta carezca de sentido y por lo tanto hay que atribuirlo a sus hipotéticos problemas mentales no contribuye a mejorar la imagen de la Argentina en el exterior. Por el contrario, la perjudica enormemente. Entre otras cosas significa que, en adelante, pocos se dejarán influir por los argumentos ensayados por nuestros representantes en los foros internacionales aun cuando disten de ser caprichosos.

Antes de suceder a su marido en la presidencia de la República, Cristina brindaba la impresión de estar resuelta a desempeñar un papel muy constructivo en el escenario internacional, uno que, dijo en cierta oportunidad, sería comparable con el de la canciller de Alemania. Por desgracia, las esperanzas así motivadas se disiparon muy pronto a causa del caso de los presuntos aportes chavistas a su campaña electoral y su propia afición a las teorías conspirativas, con la consiguiente propensión a ver la mano negra del imperialismo norteamericano detrás de todo cuanto no le gustaba. Puede que en la época de la Guerra Fría Estados Unidos haya procurado desestabilizar a aquellos gobiernos que le eran hostiles, pero desde entonces sus dirigentes han entendido que las desventajas de hacerlo serían mayores que los eventuales beneficios.

Para hacer aún más difícil el intento de erigirse en una líder mundial respetada, Cristina no ha contado con el asesoramiento de equipos profesionales capaces sino que ha tenido que depender de grupos de improvisados, de formación limitada, más interesados en congraciarse con ella que en ayudarla a aprovechar la buena voluntad de los muchos que querían que la Argentina se reintegrara plenamente, lo antes posible, a la comunidad internacional. Fue de prever, pues, que andando el tiempo se alejaría cada vez más de Estados Unidos y la Unión Europea. Si bien la presidenta parece haberse resistido a hacer causa común con los bolivarianos venezolanos, no ha impedido que el kirchnerismo evolucionara de manera similar al chavismo tanto en el ámbito socioeconómico como en el diplomático.

Todos los gobiernos se esfuerzan por hacer creer que las dificultades que enfrentan se deben a los errores cometidos por antecesores de ideas distintas o al estado desafortunado de la economía mundial, pero pocos se permiten ir tan lejos en tal sentido como el de Cristina, el que parece convencido de que es más importante ensañarse con el chivo expiatorio de turno de lo que sería tratar de solucionar los problemas que surgen. Puede que al victimizarse consiga algunas ventajas políticas, pero de ser así lo hace a cambio de agravar todavía más la situación del país. Al acusar al gobierno del presidente estadounidense Barack Obama de tener la intención de impulsar un golpe tal vez violento, de ahí la alusión al riesgo de que le pase "algo", Cristina sólo ha logrado informarle al resto del mundo que la Argentina está en manos de personas de ideas y actitudes que otros consideran demasiado extravagantes para merecer más reacción que la indiferencia un tanto socarrona manifestada por los encargados de la política exterior norteamericana. Como resultado, hasta que termine el mandato de la presidenta la Argentina seguirá aislada del mundo desarrollado, lo que, en vista de lo alarmante que se ha hecho el panorama económico y la virtual imposibilidad de acceder a los mercados de crédito internacionales, no nos convendrá del todo.