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14/10/2014 | Candidatura de Venezuela al Consejo de Seguridad de la ONU, prueba para Obama

Mary Anastasia O'Grady

¿Debería Venezuela, un peón de la dictadura militar cubana, ocupar un asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas? El gobierno de Obama ha señalado que no. Sin embargo, no está claro si la superpotencia mundial tiene la intención de utilizar su influencia para evitar que eso suceda en la votación de la ONU prevista para este miércoles.

 

La candidatura de Venezuela por uno de los dos puestos no permanentes en el Consejo de Seguridad que están reservados para América Latina y el Caribe ha avanzado sin contrincantes. Aun así, puede ser derrotada si un tercio más uno de los miembros de la Asamblea General la bloquean. El presidente George W. Bush logró ese resultado por la vía diplomática la última vez que Venezuela se candidateó, en 2008.

Hoy, los riesgos son aún mayores. Desde la muerte de Hugo Chávez, Raúl Castro ha anexado de manera efectiva el gigante petrolero sudamericano. La inteligencia cubana y los militares dirigen la seguridad estatal venezolana y el dictador Nicolás Maduro responde a La Habana. Un asiento de Venezuela sería en la práctica un asiento para Cuba.

Esto sería absurdo tanto desde el punto de vista de la democracia como el de los derechos humanos. Venezuela no ha celebrado elecciones libres desde comienzos de la década de 2000. El gobierno ha encarcelado o enviado al exilio a cientos de estudiantes, opositores políticos y empresarios.

El informe del Departamento de Estado sobre derechos humanos de 2013 dijo que el poder judicial de Venezuela actuaba como brazo del ejecutivo “para intimidar y perseguir selectivamente a líderes políticos, sindicales, empresariales y de la sociedad civil que eran críticos de las políticas o acciones gubernamentales”. El informe indicó que el gobierno acosaba económicamente a los medios de comunicación e intimidaba a los periodistas. También encontró “el antisemitismo en los medios oficiales; trata de personas; violencia basada en la orientación sexual y la identidad de género; y restricciones del derecho de asociación de los trabajadores”.

Venezuela tiene una de las tasas de homicidios más altas del mundo. La mayoría de las víctimas han sido de las clases de menores ingresos, que no tienen acceso a la justicia. Los asesinos gozan de impunidad, mientras que fuerzas paramilitares del gobierno espían y aterrorizan a los barrios para ahogar a la disidencia.

El control de facto de Cuba sobre Venezuela debería perturbar a las naciones pacíficas. Cuba infringió un embargo de la ONU sobre los envíos de armas a Corea del Norte en 2013 cuando despachó una carga de armamento en un buque norcoreano con destino a Asia. La Guardia Nacional de Venezuela es un socio de los terroristas narcotraficantes de Colombia. Numerosos expertos en terrorismo advierten que Venezuela está trabajando estrechamente con Irán y Hezbolá para desestabilizar a Occidente y que el país se ha convertido en un punto de tránsito para los agentes iraníes que tratan de ganar terreno en América.

Rusia y China, como miembros permanentes del Consejo de Seguridad, ganarían un aliado confiable con la adición de Venezuela. Es cierto que EE.UU. tiene un poder de veto que le permite bloquear las medidas peligrosas de otro miembro. Pero Venezuela podría influir en la agenda de discusión y, sin duda, emplearía las legendarias tácticas de propaganda de Cuba para lograrlo.

Simbólicamente, el ascenso de Venezuela en el Consejo sería una victoria para los enemigos de EE.UU., y Venezuela lo sabe. Una fuente con contactos dentro de la comunidad diplomática de Nueva York me dijo que su embajador ante la ONU agasajó a sus 32 homólogos de América Latina y el Caribe en el elegante restaurante Le Cirque en Nueva York la semana pasada para conquistar su apoyo. Un portavoz de la misión de Venezuela me dijo que él no estaba en condiciones “de confirmar o negar” el almuerzo.

Si hay un esfuerzo en marcha de EE.UU. para derrotar la candidatura de Venezuela para el asiento, debe ser encubierto. La semana pasada, el momento de más alto perfil del secretario de Estado, John Kerry, fue un discurso en el Centro de Pruebas de Tecnologías Eólicas en Massachusetts. El presidente Obama estaba recaudando fondos en California, aunque tuvo tiempo para hacer una llamada telefónica al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, para expresarle su apoyo a las llamadas negociaciones de paz en La Habana con los terroristas de las FARC.

El Departamento de Estado emitió una declaración en la que dijo que los miembros del Consejo de Seguridad deben ser defensores de la paz y la seguridad y que las preocupaciones de EE.UU. sobre los “derechos humanos y la gobernabilidad democrática” en Venezuela “son bien conocidas”. Un grupo bipartidista de senadores estadounidenses —los republicanos Marco Rubio (Florida), Mark Kirk (Illinois) y John McCain (Arizona); y los demócratas Dick Durbin (Illinois), Bill Nelson (Florida) y Bob Menéndez (Nueva Jersey)— quiere más. “Lo instamos a que lidere un esfuerzo diplomático para negarle a Venezuela un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU”, dijeron los senadores el jueves en una carta dirigida a Kerry.

Al resaltar que el modus operandi de Venezuela es el polo opuesto de lo que se supone que la ONU debe defender, los senadores argumentaron que un asiento de para Venezuela en el Consejo “constituiría un duro golpe para EE.UU. y las Naciones Unidas en un momento en que debemos colaborar para hacer frente a la desafíos más apremiantes del mundo”. Venezuela, escribieron, votó con Bielorrusia, Cuba, Irán, Corea del Norte, Siria y Zimbabue para oponerse a la denuncia de la ONU sobre los ataques de Bashar al Asad contra su propio pueblo, y en favor de la anexión rusa de Crimea.

Cuando la votación se inicie el miércoles, los estadounidenses sabrán si el presidente Obama entiende el problema o si al menos le importa.

Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 13 de octubre de 2014.

El Cato (Estados Unidos)

 



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