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19/10/2014 | Miedo a una Guerra Fría energética

Pablo Rodriguez Suanzes

La Unión Europea duda entre el poder blando y aumentar la presión sobre Rusia

 

Durante siglos, los estudiosos de las relaciones internacionales trabajaron bajo el prisma marcado por Tucídides en 'La Guerra del Peloponeso', la certeza de que las naciones van a la guerra por interés, miedo u honor. En el siglo XXI, la máxima es cierta, pero es necesario insistir en al menos dos elementos muy concretos, porque ya no se trata de grandes conquistas territoriales, sino sobre todo del acceso al agua y la energía.

Europa ha vivido desde el final de la Segunda Guerra Mundial bajo el paraguas de la defensa militar estadounidense -unos somos de Venus y otros de Marte, en la polémica comparación de Kagan-. Y aunque se ha hecho rica y ha logrado reducir la violencia y los enfrentamientos hasta el nivel más bajo que se conoce, no ha consensuado una estrategia para hacer frente a su principal desafío: Rusia. La crisis de Ucrania ha sido el ejemplo perfecto.

En los pasillos de la Comisión hay enfado porque, una vez más, Bruselas no ha sido capaz de resolver una situación compleja. Al revés, existe la creencia de que la intervención comunitaria complicó mucho más de lo que arregló, dejando a Kiev a la espera del premio Sajarov al Movimiento Euromaidán como precio de consolación por el desastre provocado.

Rusia, en el punto de mira

La política exterior europea de 2014 es la de las relaciones con Rusia, los vecinos limítrofes por el Este y por ello mismo, de todas las vías de suministro energético. Y hay un temor a una 'Guerra Fría energética', con enfrentamientos de baja intensidad, para la que, pese a lo dicho estos días por el comisario Günter Oettinger, no estamos preparados.

Los 'test de estrés' de la UE, cuyos resultados se han conocido esta semana, muestran que si Moscú corta o reduce el suministro, Bulgaria, Rumanía, Lituania, Estonia y Finlandia perderían al menos el 40% del gas que necesitan este invierno. Y tendrían que apelar a una solidaridad poco clara.

En las audiencias de los nuevos comisarios ante el Parlamento Europeo, hubo unanimidad. Tanto la nueva Alta Representante de Política Exterior, Federica Mogherini, como el español Arias Cañete, responsable de Energía, señalaron a Rusia como el principal objetivo de su mandato.

Y lo mismo el nuevo secretario general de la OTAN, el ex primer ministro noruego Jens Stoltenberg: "La OTAN ha reducido su gasto militar en los últimos años, mientras que otros países de nuestro entorno, como Rusia, lo han aumentado mucho. Por eso ahora tenemos que cambiar esta tendencia", explicó justo antes de hacer su primer viaje oficial a Polonia, la nación que más énfasis ha puesto en la necesidad de parar los pies a Moscú.

Una política común

Sin embargo, conocer el problema no implica forzosamente poder resolverlo. "No estoy seguro de que los estados miembros estén realmente preparados para una verdadera política energética común. Aunque es mucho más eficiente hacerlo a nivel europeo, y es la única alternativa, se sigue viendo los asuntos energéticos como fundamentales para la soberanía nacional, por ejemplo en términos de Defensa, así que todos están dispuestos a pagar un alto precio para mantenerlo", explica Georg Zachman, del 'think tank' Bruegel en Bruselas.

"Cada país seguirá una línea porque las políticas energéticas están muy enraizadas con los intereses de sus accionistas domésticos", se lamenta Zachman. "Algunos países, como Estonia o Polonia, conociendo su historia, han advertido siempre de que no hay relaciones económicas con Rusia, son siempre políticas.

Por eso la energía es la nueva clave de la acción exterior", indica a EL MUNDO Annika Hedberg, analista senior del European Policy Center. Para ella,

"Ucrania ha generado de nuevo la certeza de que estamos ante algo muy serio. Dependemos de un país que ha demostrado que la energía es una fuente de política. Nos interesa reducir esa dependencia y ahora la estructura energética está en el top de la agenda comunitaria como nunca".

De forma similar, Richard Young, del Carnegie Endowment for International Peace, cree que "es de esperar que Bruselas presione con una tercera ronda de medidas contra Gazprom, y la compañía amenazará con suspender los envíos, y la situación puede ponerse fea. La reducción de la dependencia energética es algo a largo plazo, no una forma de resolver esta crisis a corto". Y advierte de que muchos países han empezado a actuar por cuenta propia para cubrirse las espaldas de cara al invierno.

Dos vías ante la crisis

El debate ahora mismo es profundo, tanto en el seno de la Alianza Atlántica como en el de las instituciones comunitarias. Y hay dos tesis principales. Por un lado, los partidarios de una estrategia lenta, a largo plazo. De engatusar a Moscú y esperar a que Vladimir Putin se haga un lado sin forzar la confrontación. Retrasando la ampliación hacia el Este y renunciado, de facto, a influir en los países que los rusos siguen viendo de su órbita.

Y luego está el ala dura, encabezada por Varsovia con el visto bueno de Washington, que aboga por mostrar firmeza. Quizás mediante una alianza regional con Turquía para contrarrestar la expansión de estos meses. Y con las armas económicas como instrumento. "Las sanciones han servido. La UE debería usar la energía para presionar a Rusia. Quizás mediante nuevos impuestos al gas y al petróleo. Esto sería una forma de mostrar desaprobación por lo ocurrido en Ucrania, y se podrían usar los ingresos fiscales para buscar alternativas energéticas", sugiere Hedberg.

Los halcones tienen claro que, como dijo George F. Kennan en su célebre 'Largo Telegrama', que en Moscú "son insensibles a la lógica de la razón, pero altamente sensibles a la lógica de la fuerza". Y que si la Guerra Fría terminó, y el Muro de Berlín fue derribado, no fue por los buenos deseos, sino tras sometes a los soviéticos a una carrera cuyo ritmo no soportaron. Estamos en el siglo XXI, la carrera no es armamentística, sino económica y energética. Y para ganarla, creen, hay que redoblar los esfuerzos hasta ahogar al adversario. Mañana, los ministros de Asuntos Exteriores debatirán sobre las sanciones de cara a su revisión, a sabiendas de que, según fuentes diplomáticas "se hicieron a matacaballo y mal". Con el precio del petróleo bajando, y sabiendo que dos tercios de las exportaciones rusas son de ''commodities'', puede ser el momento adecuado de apretar.

El Pais (Es) (España)

 


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