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22/10/2014 | El débil poder de negociación de Ollanta Humala

Leonardo García-Polo

Si analizamos la anatomía de las negociaciones que ha sostenido el presidente Ollanta Humala, vemos que, debido a que el escenario de negociación es adverso y tiene deficiencias estructurales, el mandatario tiene y tendrá muy poca capacidad de negociación.

 

Los últimos hechos acaecidos en materia coyuntural, tales como las movilizaciones de los ciudadanos en La Convención, la huelga médica que se extiende por varios meses, la derogación del aporte de trabajadores independientes a las AFP, la reforma al transporte público y la discusión política en el Congreso, demuestran la falta de "poder sobre la mesa" del mandatario, dado que su principal acción siempre ha sido ceder de a poco, acercándose asintóticamente a las presiones de los actores que tienen más poder en la mesa de negociación.

Existe varios factores que explican la falta de "muñeca negociadora" de Ollanta Humala para llegar a acuerdos. En primer lugar, la diversidad de actores y demandas. En segundo lugar, el limitado plazo de acción. Y en tercer lugar, la temporalidad de los efectos de las reformas. Estos tres aspectos son los que construyen un escenario de negociación adverso no solo para él, sino para cualquier gobierno de turno.

1.- Diversidad de actores: la diversidad y naturaleza de los actores son demasiadas y su disposición a negociar es totalmente distinta (médicos, choferes, clientes, votante, oposición, alcaldes). En ese sentido, alinear sus intereses y demandas, resulta muy desgastante para cualquier negociador. Además, es caro y requiere de mucho tiempo. Aún más cuando cualquiera de ellos tiene el peso específico para remover o golpear la agenda de la autoridad.

2.- Limitado plazo de acción: cada actor maneja sus propios tiempos para enfrentar este proceso. El gobierno aspira a materializar la mejor reforma posible relativa a las demandas, pero por sobre todo aspira a ser reelegido en tres años más. Por eso cualquier gobierno de turno piensa en ventanas de cinco años, limitando los plazos de acción y entregándole mucho poder a quienes tienen más tiempo para jugar y/o para facilitar o dificultar su reelección.

3.- Temporalidad de las reformas: dado a que los efectos de las reformas se verán, en algunos casos, muy a largo plazo, no es fácil probar un caso o una propuesta. Esto complica el ámbito de acción de quien debe llegar a acuerdos y potenciar las posiciones del tipo “demanda”, ya que son pocos los elementos que legitiman la no aceptación de las demandas perentorias.

En una negociación el que no tiene la presión del tiempo es quien tiene más poder sobre la mesa. Los gobiernos cuentan con un tiempo muy acotado y tienen mucho que perder y poco que ganar, mientras que médicos, trabajadores, choferes, clientes, votantes, etcétera, tienen poco que perder, mucho que ganar y por sobretodo mucho más tiempo para jugar. Así, las acciones de los gobiernos siempre tienden a ceder y la de los actores antagónicos, a competir: es decir, tú pierdes, yo gano. En el modelo de competencia un agente no negocia, sino que exige.

Esto no quiere decir necesariamente que este gobierno ni los anteriores sean malos en sus capacidades de negociación. Simplemente es que el escenario de negociación tiene deficiencias estructurales que resultan en que ningún gobierno tendrá un buen poder de negociación en la mesa. Por lo tanto, la única forma de balancear el mapa de poder en esta negociación y otorgar más poder a la autoridad, es con un cambio estructural del escenario.

América Economía (Chile)

 



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